miércoles, 23 de febrero de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Papeles viejos

 

 

                            


 

23 de febrero, miércoles. Por la mañana en el despacho rompo papeles. Es un zafarrancho de limpieza. Entro como dicen que  hicieron las tropas del Emperador en Roma, pero sin espadas ni arcabuces ni con las ideas de Caín. Solo limpieza y ganar espacio.

He roto papeles que llevaban en las carpetas más de cuarenta años. Carpetas de cartón de color azul y gomillas, de esas que ya no se usan.  Eran papeles de cuando comenzaba a escribir. Apuntes de viajes, notas sueltas, artículos. Algunos publicados; otros, no. Colaboraciones en revistas, presentaciones….

Decía Josep Pla que el problema de los que escribimos – o manchábamos papeles, porque ahora se escribe en el ordenador – es de una enorme complejidad. Nos tenemos que hacer entender. No es fácil. Uno tiene que llevar lo que piensa a la forma escrita y ahí pueden surgir un montón de problemas.

De joven el mundo se ve de una manera. Luego, comienza a aparecer de otra. Al final, ni lo uno, ni lo otro. ¿Se acuerdan de aquello de los tres apelativos del rey Sancho? Sancho el Bravo; Sancho el Fuerte; Sancho el Bueno… Algo de eso.

Me encontré también con sorpresas muy agradables. Por ejemplo: el carné de militar (1971), los folios que en la mesa del escritorio ponían a disposición de los clientes en Hotel Charles Dickens, en Londres (1974), billetes de la Inturist en la Unión Soviética… Viaje en el Transiberiano (1982), y así un “suma y sigue”.

Los años han pasado como las hojas caídas en el otoño. Un viento que llamamos vida se los ha llevado a no sabemos dónde. Ahora afloran en un montón de recuerdos. A veces, son como esos espinos que arrastraba el viento y rodaban y rodaban por la calle del poblado del Oeste desolado, mientras otros observaban desde detrás de las ventanas.

Un amigo me dice que eso es porque cada vez sentimos los tiros más cerca de los pies. Puede ser. Uno va a tener que echar mano – y lo hago, y la pongo de fondo, para terminar este artículo – a la música de Ennio Morricone. En lo del desierto, que cada cual elija el que más le guste. De Almería a las praderas que se extienden delante de Las Rocosas, hay un trecho…. Ojalá no escuchemos aquello de… “yo que tú, forastero, no habría venido…”




 

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