Abril le ha cambiado el color a
la piel voluble del campo. Lo ha vestido de verde. Ha puesto una sinfonía de
colores y pugnan entre sí amapolas, siemprevivas, crisantemos de orillas de
caminos, espigas tempraneras… Todos quieren sobresalir para mostrar el
esplendor de su belleza.
Una tormenta inoportuna ha
venido a estropear la fiesta. Dicen que trae polvo en suspensión que viene del
desierto, ha cruzado el mar y en compañía de goterones y aguaceros fuertes ha
festoneado de barro todo lo que tocado.
Poco le importa a abril que
Manuel Valls que se fue al otro lado de los Pirineos vuelva ahora con ideas
diferentes a las modas dominantes para implantarlas en la ciudad de Barcelona,
una de las ciudades más hermosas, más bonitas de España y que, sin embargo, la
tienen en la picota.
No sabe abril, tampoco, de ese
muchacho loco de Toronto. Bueno, los papeles viejos de los periódicos dirán si
es que para dentro de unos años se escriben las noticias en papel, que un
chaval que decían que era buen estudiante, la lío y sembró de muerte una ciudad
que lloró amargamente lo ocurrido.
Un premio Cervantes, el
reciente premio Cervantes, un señor de Nicaragua, de donde era el ‘padre Rubén’
de quien yo leí algunas cosas cuando era
joven, y a quien ahora saludo en su glorieta cuando bajo las escalerillas para
tomar el metro… decía, que le ha dedicado el premio a un montón de gente que ha
muerto en las revueltas de su país…
Abril no tiene la culpa del hambre
que impera allí – el segundo país más pobre del mundo, cuentan después de Haití
– ni de los malos gobernantes que lo han sangrado con sangre del cuerpo y
sangre del alma en aras a no sé qué cuento de una revolución y una prometida
salvación que no ha llegado.
Abril apunta a final. Al
revolver del calendario tenderán un puente, el puente de mayo , y los niños
jugarán con cubos y palitas en la arena de la playa y la gente se tostará al
sol que ya calienta y ni se acordarán de
la tormenta que tiñó de barro las rosas más bellas – ‘rosa de abril / morena de
la Sierra’- en la impotencia ante las inclemencias que se les vinieron encima.
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