viernes, 20 de abril de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Amanecer




El río baja, como cada mañana a su morir, que es la mar. Nosotros vamos a compás del río pero parece que no nos queremos dar cuenta. Nosotros marcamos otro ritmo, a veces ruidoso, a veces formando un tropel que se enteran hasta en la otra orilla.

Los pájaros – los pájaros del campo, se entiende – son muy sigilosos. A lo sumo dejan que escuchemos su canto pero casi siempre ellos se camuflan entre la hojarasca, se mimetizan  con la hierba o se hacen del color de la tierra para pasar desapercibidos.

Hay quien tiene una manera de actuar muy diferente. Se van a las páginas de un periódico y largan y largan y, como en ellos les va la vida, no tienen el menor inconveniente en poner contra las cuerdas desde el poder judicial hasta todas las altas instituciones del Estado. De todas formas como ellos saben más que nadie y encima lo exponen al pregonero…

Hay, también, quien se lava las manos. Dicen que las filtraciones no las han hecho ellos. Uno ingenuamente se pregunta. ¿Qué es más importante el fuero o el huevo? Quiero decir, el texto que se da a conocer o que el asuntillo se sepa.
No queda ahí la cosa. Un pájaro  - otro pájaro – se adelantó y tanteó una posibilidad de negocio compartido ofreciendo el encabezamiento de lista  para las próximas municipales a la señora que ahora ocupa la Casa Grande frente a Cibeles…

¿Qué pensarán los que chupan banquillo en ese equipo, el oferente,  esperando la oportunidad de saltar al campo? En este asunto me asalta, además, otra duda  -  uno,  a veces piensa cosas muy raras - ¿habrá declarado a Hacienda lo cobrado cuando daba clases de ‘apoyo’ de matetámitacas ? Vamos, las clases particulares de toda la vida, porque el hombre se había quedado en tercero de carrera…

Los pájaros de la orilla del río conocen su propia canción. No quieren ni enterarse de los cantos de esa otra banda de pájaros que vuelan por otras orillas. Me quedo con el sol que nace, me quedo con las orillas el río en la Puebla y en  Coria y en todos los pueblos ribereños porque en esas orillas, al amanecer, cantan otros pájaros con cantos, infinitamente, más bellos…



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