Llegaron a esa hora en que la
mañana ya está cercana al mediodía. O sea, el sol en lo alto; la luz cambiada y
algunas nubes coronaban la suavidad de las cumbres del Monte Redondo – ¡que
bien tiene puesto el nombre! – y dejaban entrever el cielo azul.
Era el primer día, de verdad,
de primavera. La otra, la que dice el calendario que entró hace un puñado de
días, es otra cosa. El sol calentaba, la brisa suave, una caricia y, en
ocasiones, como una mano de terciopelo
que ondulaba los trigos. La lomas, verdes. El campo, un sembrado de flores en
las lindes.
La pinta los delataba. Me
preguntaron por cómo ir al castillo. Les indiqué. Antes le dije que mirasen
cómo el filo del cuchillo de El Hacho es una reminiscencia de la Efigie de
Gizeh. Se quedaron asombrados por el parecido y por cómo la naturaleza tiene
cosas así.
Se echaron a andar. El grupo,
poco numeroso. Casi tomaban una de las acera de la calle. Los vi pararse en esa
esquina, ese suspiro de belleza y arte, ese anhelo de poesía derramado en
flores que un día alguien decidió sembrar, a modo de jardín colgante en la
bifurcación de Cantarranas y Algarrobo. Una calle, enfila a cielo abierto; la
otra, a las intimidades, largas, seguidas, profundas del pueblo…
Al rato, - yo me las andaba por
la Fuentarriba - regresaban un poco sudorosos. La cara, eso que dicen que es el
reflejo del alma anunciaba satisfacción. El esfuerzo había merecido la pena. Me
dijeron y se reafirmaban que les había encantado.
“No saben cuánta belleza tienen
ustedes ahí”. Le dije que sí, que sí lo sabíamos y, que desde un tiempo, se
había apostado de manera decidida, entre autoridades y vecinos, por recuperar
el embrujo, el encanto y la belleza que encierra el barrio. Todavía faltaba. Se
está en los inicios pero se va recuperar todo el arrabal del castillo y…
Me preguntaron por el nombre.
Les dije: “El Barranco” pero algunos les
dije - los llamamos nuestro ‘Albaicín chiquito’. Les gustó el nombre. Me
dejaron un encargo: “si puede, dígales a cuantos hacen posible esa belleza que
la mimen, que no saben qué tienen”.
Les prometí que lo haría; ellos,
que volverían…
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