Me siento. Folio en blanco.
Entorno los ojos y, en la lejanía, te
veo como una pincelada de nácar entre el verdor de la dehesa, como una estrella
– “Estrellita marinera / que vas caminando al norte / dime si podré llegar /a
Encinasola esta noche” - desprendida de un cielo de ensueño. Acogedora,
entrañable, enigmática...
Y veo tus tejados rojizos y
paredes encaladas y calles donde habita el silencio. Sobresale tu torre, tu
torre de San Andrés, a quien también tenemos en una pechina de la Flores
nuestra como reconocimiento a otro tiempo,
con esa pincelada de plata que rompe la policromía y deja un hálito de
suspiro, brújula de cigüeñas perdidas que sobrevuelan tus campos y…
Encinasola nota suelta de rapsodia,
de fandango, de música nacida y acurrucada entre los pliegues del alma. Música
de gentes de entonces y de hoy, que de tanto conocerla y amarla deja que
dormite el tiempo en la danza del ‘Pandero’.
Digo tu nombre y me evoca a
Ella, a la que en Álora está a las faldas del El Hacho, y a la que está allí,
junto al Múrtiga, el que viene de Fuenteheridos y abraza, en momentos, dos
tierras hermanas dividida antaño por mor de los desentendimientos de los
hombres. Y me quedo con el fandango: “A orillas de la Ribera / está la Virgen
de Flores…
Y te sueño en amistad entrañable
de quienes nos abren la puerta de su casa – y su casa es nuestra casa – y su
corazón con la generosidad de quien da todo, y más, de lo que tiene. Y te veo en noches de lluvia
torrencial y, en días de camino polvoriento en una escapada a mediados de
verano, y me acuerdo de todos los que un día… ¡Ay, que duro es romper las
raíces que entroncan con la tierra!
Encinasola, la que huele a
primavera y a jara y a romero… la que dice adiós cada tarde con un pañuelo
blanco al sol que se va camino de América y siempre recibe con los brazos
abiertos al hijo pródigo, que una vez más llega, y sale al camino y lo recibe
y…
Hago mía todas y cada una de tus palabras. Precioso escrito. Cuanto amamos a nuestro querido pueblo. Un abrazo paisano.
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