martes, 10 de abril de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Manos



La foto,  recortada de ABC de Sevilla. Es el momento del entierro del don Ángel Peralta. Una calle de La Puebla del Río. Avanza la comitiva fúnebre. El fotógrafo de prensa ha recogido a dos personalidades. Yo me he quedado con sus manos.

La de él es la entrega, la confianza, la seguridad en quien lo lleva. Es una mano confiada. Sabe que quien lo guía va por camino seguro. Es la mano tranquila, de la paz interior que se asoma por un momento - ¡ Dios mío si esa mano izquierda hablase !  Ella que ha embebido  a  la muerte acunada entre pitones…  - Se da. Solo pide que lo lleven…

La de ella, la firmeza, el equilibrio. Da confianza. Es el apoyo. Abre el refugio  cuando más se necesita. Es el entronque con el punto d0nde la dificultad se queda a un lado y se sigue adelante. Es la mano que se sabe precisa y necesaria aunque sea solo por el roce de una caricia casi imperceptible y perdida en el amor del silencio.

Estas manos hablan sin palabras.  Van quietas, paradas. No gesticulan. Saben de la importancia para uno y para otra de su  misión…

Son manos en las que ha marcado su paso el tiempo. La piel rugosa; la muñeca con la deformidad que toma el cuerpo cuando se han volcado muchos días y se cuentan los años. Reflejo del momento  en que ya sabe lejano  el ecuador, tan lejos, que lo que se aproxima, inexorablemente, es la coronación del puerto.

Él se deja llevar.  Las almas de esas dos personas están entrelazadas. Unos dedos, los de él,  se acurrucan en la palma de la otra mano, la de ella. Semicerrada, o medio abierta, como se quiera.  La mano  guía no aprieta, recibe y acaricia a la que lo necesita, que precisa esa susurro sin palabras. Hay un silencio cómplice  de dos almas unidas por la pena.

El brazo semialargado de él ha buscado el refugio seguro, primero por entre  el antebrazo, semiflexionado, de ella,  y luego, ha encontrado la fuerza que lo lleva. La palma semiabierta  muestra, en la  flexión de los dedos, la seguridad. Solo ella puede ofrecerla. No sé a ustedes, a mí,  en el dolor del momento, me ha parecido una soberbia lección de amor, de ternura, de cariño…




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