Al-Thani llegó a Málaga como un
rey mago retardío, o sea, a final de una primavera que apuntaba a verano con
unas alforjas llenas de promesas. La gente se ilusionó; yo, también. Se pensó
que venía regalando dinero como los charcos reparten salpicaduras.
Al- Thani, el jeque – no se
puede decir que llegó y besó el santo
porque en su religión, a lo mejor, eso de los santos, como que no –
comenzó con una serie de dispendios. Mucha gente alrededor, fichajes, dinero a
voleo. Algunos espabilados se llenaron los bolsillos, presuntamente, claro.
Ser jeque en aquellos países
lejanos de arenas calientes es como ser conde en la Castilla medieval. De un
tiempo a esta parte han aparecido unos pocos por los países occidentales de Europa. Dicen
que tienen mucho dinero; parece que a nosotros nos ha tocado el menos agraciado.
El Málaga, nuestro Málaga, mi
Málaga, – alguien dijo que se puede
cambiar de muchas cosas pero nunca de equipo de fútbol – creyó que había
llegado el maná. Nosotros siempre pobres, lampando, esperando al capitán
salvador, vimos que había llegado. Tenía la tez morena y cara de no haberse
afeitado en unos pocos de días. Nos iba a dar el oro; lo otro, lo del moro ya
venía con su persona.
Dicen los que saben de estas
cosas que la gestión ha sido algo más que
mala; malísima. Una cosa es no saber. Eso se puede aprender; otra, ni saber ni
querer. Y me pregunto ¿y si lo que ocurre es que sabe más de lo que algunos
creen?
Empezaron a salir cosas raras,
empezando por un acompañante con el que se fue hasta la mismísima Junta de
Andalucía en su aterrizaje… Todavía me
pregunto ¿cómo apareció el pollo si el
arroz todavía no estaba en la cazuela?
Luego que si un campo nuevo
para tropecientos mil espectadores, la Bajadilla de Marbella, sueldos que no se
pagan, fichajes raros, traspasos más raros aún. Una deuda que da pánico y que
jamás se rebaja; al contrario, sube y sube y sube.
Llega la realidad. El pobre
apaleado y desahuciado va camino, por
ahora, de la segunda división; dentro de nada puede que aún a categorías más
inferiores. Me temo otra desaparición
y que
volvamos, otra vez, como equipo visitante… a la Estación de Cártama.
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