lunes, 30 de abril de 2018

Una hojas suelta del cuaderno de bitácora. Peregrino




El peregrino llegó a Saint Jean Pied de Port pasada la media tarde. Fue al lugar de hospedaje. Solucionó los trámites y, luego, se dedicó como quien consume horas porque no va a ninguna parte,  a deambular por el pueblo. Anduvo por la calle larga llena de artesanos, tiendas de recuerdos para turistas y de otras que ofrecían viandas, bollería, pastelillos rellenos de crema. Estuvo en la orilla del río Errobi y se apoyó en una de las barandillas del puente…

El peregrino se había retirado temprano. No concilió el sueño hasta bien entrada la noche. Bullían pensamientos. Iban y venían. Todo en su interior era una caldera. Casi aún con oscuridad se levantó. Tomó los enseres, algo de comida, se echó a la calle y se puso en camino.

Dormitaba la ciudad. Otros peregrinos comenzaban también la etapa. Cruzó el puente. El agua corría lenta. Un leve rumor delataba su presencia. Tuvo un momento de paz interior y pensó qué podía significar aquel cruce del puente sobre un río a esas horas en que las tiniebla de fuera son más intensas que las que están por dentro.

Casi a las afuera de la ciudad una señal anuncia el comienzo del camino: ‘Chemin de Saint Jacque de Compostelle’. Miles de ojos habrán visualizado esa señal. Miles de personas desde la Edad Media han pisado la misma tierra que ahora pisa el peregrino. Todas las elucubraciones posibles se albergan en los momentos iniciales.

Un poco más adelante un cartel, otro cartel,  indica una vía alternativa. Va por Arnègy y Valcarlos. El desvío está a la derecha. Por ahí fue por donde había bajado la tarde antes cuando vino desde el otro lado de la cordillera. Ahora iniciaba el sentido contrario. O sea, ahora era el comienzo de adentrarse en todo lo extraño que se abría y a dónde había llegado impulsado por algo interior.

Con las luces del día se veían las colinas coronadas de niebla. Todo a su alrededor era verde. Los árboles tenía un verde más intenso, los prados un verde más delicado, más sutil. Pastaban ovejas y caballos en las laderas. Repechos, rampas, curvas de herradura… Una fuente, un respiro. Abajo, Saint Jean Pied de Port, enfrente, la suave orografía de Aquitania…







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