El peregrino llegó a Saint Jean
Pied de Port pasada la media tarde. Fue al lugar de hospedaje. Solucionó los
trámites y, luego, se dedicó como quien consume horas porque no va a ninguna
parte, a deambular por el pueblo. Anduvo
por la calle larga llena de artesanos, tiendas de recuerdos para turistas y de
otras que ofrecían viandas, bollería, pastelillos rellenos de crema. Estuvo en
la orilla del río Errobi y se apoyó en una de las barandillas del puente…
El peregrino se había retirado
temprano. No concilió el sueño hasta bien entrada la noche. Bullían
pensamientos. Iban y venían. Todo en su interior era una caldera. Casi aún con
oscuridad se levantó. Tomó los enseres, algo de comida, se echó a la calle y se
puso en camino.
Dormitaba la ciudad. Otros
peregrinos comenzaban también la etapa. Cruzó el puente. El agua corría lenta.
Un leve rumor delataba su presencia. Tuvo un momento de paz interior y pensó
qué podía significar aquel cruce del puente sobre un río a esas horas en que
las tiniebla de fuera son más intensas que las que están por dentro.
Casi a las afuera de la ciudad
una señal anuncia el comienzo del camino: ‘Chemin
de Saint Jacque de Compostelle’. Miles de ojos habrán visualizado esa
señal. Miles de personas desde la Edad Media han pisado la misma tierra que
ahora pisa el peregrino. Todas las elucubraciones posibles se albergan en los
momentos iniciales.
Un poco más adelante un cartel,
otro cartel, indica una vía alternativa.
Va por Arnègy y Valcarlos. El desvío está a la derecha. Por ahí fue por donde
había bajado la tarde antes cuando vino desde el otro lado de la cordillera.
Ahora iniciaba el sentido contrario. O sea, ahora era el comienzo de adentrarse
en todo lo extraño que se abría y a dónde había llegado impulsado por algo
interior.
Con las luces del día se veían
las colinas coronadas de niebla. Todo a su alrededor era verde. Los árboles
tenía un verde más intenso, los prados un verde más delicado, más sutil.
Pastaban ovejas y caballos en las laderas. Repechos, rampas, curvas de
herradura… Una fuente, un respiro. Abajo, Saint Jean Pied de Port, enfrente, la
suave orografía de Aquitania…
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