Es pequeño, diminuto y nervioso. Tiene la pechera
anaranjada y el dorso de sus alas de color marrón oscuro, como si usase un
impermeable de plumas para cruzar otros cielos... Ligero de carnes – vamos,
‘menos carnes que un pichi’ – y patitas largas y finas con uñas afiladas.
Viven casi todo el año por aquí. En otoño se aumenta
la población. Vienen de tierras lejanas. Dicen que llegan hasta las orillas
calientes del Mediterráneo desde lugares tan distantes como Escandinavia y
Rusia. Buscan un sitio con menos frío para pasar el invierno.
¿De dónde vendrá este artista cantor que ha captado
Felipe Aranda sobre una ramita seca? ¿Trae mensajes de otras tierras para los
hombres de éstas? Seguro que en su canto transmite que la fronteras las
ponemos, estúpidamente, los humanos y que para él no existen.
Los petirrojos se alimentan de lombrices, insectos,
alúas, pequeños bichillos que complementan el ciclo maravilloso de la vida.
Todos dependemos de otros y para sobrevivir, además, nos necesitamos.
Está rodeado de leyendas preciosas. En tierras
británicas cuentan que se posaron junto a la cruz de Cristo agonizante y para
hacerle más llevadero su dolor enorme y el tormento le cantaban al oído.
Salpicó la sangre divina y, entonces, su pechera se tornó anaranjada.
Otras leyendas los asocian con las postales de Navidad. Traen buenas
nuevas en esas fechas en que entre los humanos – aunque luego, al cabo de muy
poco no se acuerden – entre ellos se desean paz y felicidad y esas cosas tan
bonitas que gustan tanto y usamos tan poco.
Como el amor, cuánto más ocultos más misteriosos;
cuánto más deseados, más maravillosos. Se asoman, se dejan ver. Amagan…y, de
pronto, desaparecen. Y dejan una estela de deseo como un hálito perdido que se
lleva el viento.
Los petirrojos viven en los vallados, en los setos,
entre la maleza de los ríos y de los bosques. Son confiados y cuando ven que el
hombre no les va a hacer daño llegan hasta sus cercanías. Luego hay hombres que
no saben o no quieren corresponderles; esa es otra historia.
Compite este petirrojo que ha captado Felipe con la
naranja, la fruta que viene de la mano del otoño, que ya toma su color, y se recorta en el cielo
azul para dar realce a su plumaje bellísimo, especial y…
No hay comentarios:
Publicar un comentario