En la botánica lo han bautizado con diferentes
nombres: palo borracho, árbol de la lana, árbol botella, palo rosado, samohou, o el que
he utilizado para titular el artículo de hoy: taborochi. Es oriundo de las
tierras que están por encima o por debajo del trópico, depende del hemisferio.
Es decir, tierras cálidas. Ni mucho frío ni mucho calor.
Viene América. Nordeste de Brasil, Paraguay y
Argentina. Se extendió por el sur de Europa. Alcanza hasta los doce metros de
altura y es pariente lejano del baobab africano De su pulpa se saca una bebida
utilizada por las poblaciones indígenas de algunos lugares de Perú, Ecuador y
Bolivia.
El ejemplar que Marilina nos aporta está al comienzo
de la Avenida Picasso, - ¿será una paleta olvidada por genio?- en Álora,
conforme se baja hacia el Centro de
Salud, y a tiro de vista de la Fuente de la Manía, en el arranque de la
avenida conforme se va hacia El Chorro.
Dicen los que saben que tiene un troco abultado por
su mediación, lleno de púas, que es un árbol de hoja caduca y que tiene flores
de dos colores o blancas o rosáceas. Imitan un poco a la flor del ibiscus y su
corteza, muy verde, le ayuda a realizar la función clorofílica en su tiempo de
reposo sin hojas.
En algún lugar he leído que en Málaga es el único
lugar de España donde obsequia, al igual que la Jacarandá, con dos floraciones al año: primavera y otoño.
Ésta, de otoño es preciosa. Se ha tocado con la sutileza propia de las cosas
muy sencillas y muy bellas.
En sus ramas hay un punteo de violines como escapados
de una obra de Grieg; un silbo de viento acurrucado entre sus pétalos; una
llamada a la sensilidad; un saludo con pañuelos de colores a los pájaros que
pasan, en vuelo alto, camino de sus migraciones…
Lo veo cada mañana, ahora, en plena floración: Me
pregunto si sus flores son mariposas de colores que cansadas de deambular por
el aire decidieron pasar la noche en sus ramas y, al amanecer, en una asamblea
de silencio, decidieron que ésta era su estación término y que aquí ponían fin
a su andar por los caminos de las fantasías… para gozo y delicia de otros
caminantes.
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