sábado, 5 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Laura

Llegó con lo puesto – que era muy poco – y las manos abiertas. En una mano, la generosidad; en la otra, la entrega total a los que carecían de casi todo. Llegó a finales de los años cuarenta. España – el pueblo, también – en blanco y negro, vestida de luto, procuraban restañar heridas profundas, muy profundas.

Solo había abundancia de carestía. Menores - en este caso, niñas - a las que los padres no podían ni atender. Laura llega a Álora después de dejar una vida que se prometía con unos horizontes muy diferentes al que tenían las demás jóvenes de su tiempo.

Padre diplomático. Educación esmerada. Economía saneada. Todo lo aparca una chica espigada y enjuta. Seria de rostro, voz dulce y palabras las precisas; decidida e imparable en darse a los demás. Tiene dos confianzas que no le fallan: Dios, en su fe; los hombres de buena voluntad, en su esperanza, que corresponden en las medidas de sus posibilidades.

Pasó por el Colegio de las Esclavas en Málaga, donde estudió Bachillerato y Magisterio. Realizó estudios de piano, enfermería y pintura, licenciándose en Bella Artes en Madrid. Desde su juventud ayuda a los más necesitados del Pozo del Tío Raimundo, a través de las Misioneras del padre Soto que realizan una gran labor social entre los residentes en el barrio.

Cuando llega a Álora hay un peregrinar por diferentes casas del pueblo. Son los primeros hogares de acogidas para niñas que empiezan a conocer ‘otro’ hogar. En la España de hoy eso cuesta encuadrarlo. Es así. Viven de la caridad. La Providencia, en palabras de Laura, nunca falla. A veces tienen pruebas evidentes…

Viven, sucesivamente, en las calles de La Parra, de Atrás, Convento de Flores, Plaza Baja de la Despedía, y Avenida Pablo Ruiz Picasso. En 1969 consiguen terminar la residencia en la barriada de Poca Agua. Vivieron años de mucha estrechez económica, pero de gran riqueza espiritual, trasladando a cuantos la conocieron, un espíritu cristiano de resignación, dulzura, trabajo y sacrificio, siempre en bien de los demás.


Al final de su vida vinieron los reconocimientos… El pueblo la sitúa en ese lugar que dicen que ocupan los santos. Laura  - Laura Aguirre Hilla, que es su nombre – nace en Málaga  en 1901; muere en Álora en 1986

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