miércoles, 30 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Peer Gynt

De Noruega sabemos muy pocas cosas. Noruega está al norte de Europa. La Geografía dice que forma parte de la Península Escandinava, esa que tiene una forma muy rara que parece como un animal, con cabeza y cola, y que mira hacia no sabemos dónde…

 La bañan mares de aguas muy frías, tan frías que a uno le pusieron por nombre Océano Glacial Ártico que ya su nombre dice bastante. En el Cabo Norte se acaba el continente y un paso al frente significa que se ha terminado la tierra firme…

Noruega es un país precioso. Ciudades de ensueño; paisajes, únicos. Nebulosas de auroras boreales y salmones. Sol de medianoche y oscuridades. Fiordos, valles invadidos  por el mar… Nieves en demasía; bosques, lagos, arces y renos que, en verano, pastan a orillas de la carretera.

Oslo, la capital es una ciudad fea; Bergen, la entrada a los fiordos; en Tromson, dentro del Círculo Polar Ártico, ven el primer rayo de sol el dieciséis de enero. De allí partieron las expediciones de Amundsen y Nobile al Polo Norte; Trondheim alberga a la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología; Narvik vivió una batalla naval en la Segunda Guerra Mundial…

En Noruega nacieron Henrik Ibsen y Edvard Grieg. Uno, dramaturgo; el otro, músico. De Ibsen se dijo que era el autor de la obra bien hecha; casi perfecta. Sus personajes, casi tan reales que se hacían creíbles. Grieg recogió la música popular de su país.

Peer Gynt es una de las obras de Ibsen; Grieg le puso música. Conjunción bellísima del romanticismo noruego. Juego de literatura y música. En “La mañana”,  la flauta y el oboe llevan a entornar los ojos y soñar con el sol que sale y se abre paso entre el ramaje de los árboles…


Es la música necesaria para algunos momentos,  y ¿entonces?… Entonces, se agradece que existan los hados, que los sueños pulsen a la realidad, y que siempre ganen los sueños… 
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