Alguien escribió un día, y dijo de él, que era ‘luz
del Sur’. También se ha dicho que lleva al lienzo el quehacer de cada día.
Barbeito, - Antonio García Barbeito - fue más allá; no se quedó corto y lo
definió como el pintor que pinta ‘el agua en movimiento’.
Nació en el barrio de la Plaza de la Merced. En la
calle Tomás de Cózar, estrecha y enigmática, llena de embrujo y misterio por la
que el sol pide permiso, sin conseguirlo a veces, para entrar por ella y
entonces se dedica a juguetear con las sombras. Allí empapó su alma sensible de
artista de ese devenir diario que
llamamos vida.
Supo del agua que cae en un chorro continuo y claro
sobre la orza de barro, y chorrea, y deja que corra como corre la vida que
infundió Aquel primer alfarero; del grifo que gotea porque el paso del tiempo
determinó que ya no cerraban las zapatas.
Dejó el aroma de las frutas maduras y el embrujo de
las rosas rojas, amarillas, blancas, ajadas porque cumplen ciclo y derraman
belleza como derrama gracia y luz, - ‘la sagrada luz del sur’- la bendita tierra a la que pedimos tanto y
damos tan poco.
Hay un hálito de humo de castañas por las esquinas.
Se asoma el otoño a las plaza y los castañeros ponen esa nota que dice que se
acabó el verano, que estamos al revolver de un puñado de días, de que beban y
vuelvan a beber los peces en ese río que viene de las montañas en papel de
plata, y que hay tres Reyes perdidos por no se sabe que desierto y vienen
guiados por una estrella…
Leonardo, Leonardo Fernández, que es de quien se
trata, se ha ido a la Plaza, bueno, a su Plaza de la Merced, y ha decidido que
en este otoño seco corran gotas de agua, la Gracia de Dios, sobre el plástico
que protege a la castañera y todo recobre el encanto de quien ve y asiste al
milagro de eso que llamamos vida…
Gracias amigo Pepe por tu artículo pero tus palabras son poesía. Un fuerte abrazo.
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