Mares del Sur; Océano Pacífico; Islas Marquesas; Tahíti.
Deja París y busca en ese otro mundo tan lejano en lo físico y tan rico en su
policromía dar salida a su interior. Paul Gaugin llegó cuando huía de sí
mismo. Sin saberlo es el precursor de
una nueva corriente en la pintura: el expresionismo.
Hibiscos, buganvillas, flores de loto, vainillas,
orquídeas… guirnaldas de flores, coronas o flores en el pelo: colorido en toda
su exuberancia. Inicia una nueva pintura; una expresión constante en esa manera de superar, con la creación, lo
anterior. Aporta una visión diferente de la mano de un mundo hasta entonces
desconocido.
Paul Gauguin nació en la mediación del siglo XIX en
París. Hasta los seis años vivió en Perú donde se había trasladado su madre,
viuda, al amparo de la familia. El mundo inca, la escultura precolombina y el arte egipcio
entran como pilares en la base de su formación. Se sabía artista y se sabía que
era diferente a todos: “Soy un gran artista y lo sé”, escribió a su mujer desde
los Mares del Sur.
Se inició a la sombra de Pissarro. Pronto voló solo.
Hombre de carácter difícil; arrogante, egoísta. La relación con él no fue
fácil. Su pintura quiere reflejar los fenómenos sobrenaturales porque se sabe
que existe y porque se tiene sensación de ellos.
Quiere conocer mundo. Se enrola como piloto de buque
mercante. Vivió en Martinica; agente de cambio y bolsa en París; pintor de la
gente dura de la Bretaña. Campesinos, gente a la mar que gana el pan en la
orilla o en un mar de oleaje bravo…
Vicent Van Gogh sintió entusiasmo – luego
distanciado – por su obra; su hermano, Theo se convirtió en su representante. Durante un
tiempo le dio la ansiada estabilidad económica. Fueron tiempos de una cierta
prosperidad después de afincarse en Pont- Aven.
Vendió – subastó su colección de arte – para hacer
dinero en su viaje a Tahíti. El éxito, moderado. No obtuvo todo lo que su colección
podía valer.
Degas adquiere una de sus obras. Hace aparición el
simbolismo. Mallarmé lo consagra como el líder pictórico del movimiento.
Recluido en Tahíti y en las Islas Marquesas, solo acude a París entre 1893 y
1895. Está empeñado en encontrar el equivalente plástico al misterio de
aquellas islas.
Allí, lo encuentra la muerte, a principios del siglo
XX… En El Prado – colas, aparte – algunas obras suyas esperan y esperan, bajo
el sol dorado del otoño madrileño...
No hay comentarios:
Publicar un comentario