El T2
sube por Carrer de Sant Joan Despí; va paralelo al parque de la Infanta y cruza la calle a la que pusieron el nombre de Ernest Lluch después
de que muriese asesinado; luego, en una
rotonda, gira hacia la Avenida de Barcelona… El T2 hace el recorrido Francesc
Maciá-Llevant- Les Planes.
En la
Fontsanta/ Fatjó ha subido una pareja mayor. Tienen caminar torpe e inseguro.
Ella se ayuda de un andador; él, lleva en la mano diestra un bastón de palo de
avellano anudado. El puño está forrado de cuero negro y carcomido por el uso.
Ella
viste una rebeca larga y un vestido negro; él, una casaca con muchos bolsillos.
Acceden al tranvía. Se busca entre los bolsillos, hasta que al final encuentra,
el billete. Pica dos veces en el artilugio que hay en el centro del vagón. El
tren se echa a andar. Ella está sentada en el primer asiento, junto a la puerta,
en el lado izquierdo. Él se ha quedado de pie.
Los
cabellos son blancos, las manos temblorosas y con muchas arrugas. Van aseados y
usan el medio público porque apuntan a
ser parte de ese ejército que ha llegado, después de una vida de dar mucho y, ahora, reciben poco.
No
hablan. Van en silencio. Parece que en la vida ya vienen de vuelta de todo y el
equipaje de eso que llamamos tiempo les pesa demasiado sobre unas espaldas que
empiezan a doblarse porque no pueden con la carga…
En
Miquel Martí i Pol ha subido un grupo de colegiales. Por la edad deben andar en
segundo de ESO, poco más o menos. Van a alguna visita. Van de excursión.
Vociferan. Se gritan entre ellos. Rompen el silencio del vagón y el encanto que
flotaba en el aire…
En
Llevant-Le Planes la megafonía anuncia que es final de trayecto. El viento de
otoño avienta un remolino de hojas. Los chicos jóvenes bajan en tropel; lentamente,
los viejos. Se van por la calle. Me acuerdo de Serrat: “No tienen miedo, no tienen prisa./ Y por las calles se han perdido los
amantes, / con una flor y su ternura…”
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