Nos
vamos hoy por donde dicen que Andalucía se acaba junto a Portugal. Por el
Parque Natural de Aracena y Picos de Aroche. Un puñado grande de hectáreas de
monte, dehesas y pastizales. Poca gente; pueblos, de encanto.
Hasta aquí llegan
los vientos del Atlántico. Su retraso daña el pasto, a la castaña y a la encina
y por tanto a la montanera. Inciden directamente en el cerdo ibérico (que dicen que tiene bonito
hasta los andares ).
Te explico.
Eso de la montanera no es más que dejan al cochino moverse, suelto, por el
monte, desde comienzos de otoño en que se inicia la maduración de la bellota
hasta enero o febrero. Para entonces casi ha duplicado el peso. Y luego, la
matanza, y el jamón que precisa su tiempo de curación, y...
Aracena además
de capitalidad, a la Sierra ,
al viajero le ofrece un “milagro de agua
y tiempo”. Estalactitas y estalagmitas
en la Gruta
de las Maravillas. Crean caprichos de formas y ensueños.
Estás en
ciudad vieja. Casi nada - aunque es probables su existencia en tiempos
protohistóricos - de aquel pasado. De su origen se han barajado hipótesis.
Que si Plinio,
que si Tholomeo, musulmanes…Sea como fuere, en el XIII la toman los Caballeros
del Hospital que van en auxilio de la
Corona portuguesa en la conquista del Algarbe. Después
castellana; con Alfonso X, templaria, y en 1312, cuando se disuelve el Temple,
“pasó a depender de la jurisdicción
eclesiástica de Sevilla, constituyéndose un Real Priorato con dependencia de la Corona.
Si subes al
castillo, la ciudad se desparrama - blanca de cal y parda de tejas - a tus
pies. Veneran a la Virgen del Mayor Dolor. Del Renacimiento quedó Nuestra
Señora de la Asunción. Si
tienes tiempo, aún, llégate a la ermita de San Pedro, a San Roque y a Santa
Lucía, y a la antigua sinagoga –que por nombre ya sabes de qué se trata– y
ahora se llama Santa Catalina.
Y si no
dispones de tiempo –tienes que hacerlo– y te das un paseo por la calle de San
Pedro y no te vengas sin probar el vino que bebe el tabernero. Es decir, los
productos de chacinas: todos caros y buenos. ¡Qué menos podría esperarse!
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