sábado, 30 de enero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¡Chapeau!

La calle del Arenal está el Madrid de los Austrias. Une la Puerta del Sol con la Plaza de Isabel II. Desde el Teatro Real se escuchan las campanadas del reloj más famoso de España en las horas de silencio de la madrugada.

A la calle le dio nombre el arroyo que pasaba por su suelo. En ella están la Iglesia de San Ginés, el palacio de Gaviria, la confitería Prast – donde el padre Coloma dijo que se las andaba el ‘Ratoncito Pérez’ -, el teatro Eslava, la casa donde murió Frascuelo... 

Era como a media mañana. Había quedado con un amigo y con su hijo en la chocolatería de San Ginés, en el pasadizo que circunvala la iglesia. Dejo el autobús en Jacometrezo. Me bajo por Santo Domingo, Plaza de Santa Catalina, Costanilla de los Ángeles…Hasta aquí un día cualquiera

En la puerta de San Ginés pide limosnas una mujer. Algunos lugares de Madrid está plagado de indigentes, pedigüeños, mendigos, personas tiradas en las esquinas. ¡Parten el alma! La gente – yo entre ellos – pasamos de largo. Esa mujer de la puerta de  San Ginés está siempre ahí. Harapienta, envuelta en mantas. La mujer está rodeada de bolsas. Todo es suciedad.

Al pasar veo a un grupo de muchachos jóvenes – ocho – se acercan a ella. Uno, saluda:

-          “Buenas…”

Los demás asienten. Los muchachos rondan los diecisiete o dieciocho años.  Visten correctamente; no llevan ningún signo externo que llame la atención…Le preguntan si quiere tomar algo.

Le ofrecen – lo sacan de un termo – un café y un bocadillo. El gusanillo me sale. Los abordo. Me intereso por si pertenecen a alguna asociación. Me contestan que no. “Somos amigos, me dicen, esto lo financiamos nosotros. Compramos las cosas con nuestro dinero y las ofrecemos a los que están tirados en la calle.

-          ¿Por qué lo hacéis?

-          Por solidaridad, me contestan


Me dejan sin resuello. Les muestro mi asombro, les digo que de ellos sí que es España. Que están dando una lección que no sabrá nadie; que ellos sí que son el exponente claro de que España es mucho, pero mucho más grande de lo que pensamos. Me dan las gracias; me esbozan una sonrisa. Me alejo. ¡Chapeau, muchachos, chapeau!

1 comentario:

  1. No pongo en duda que pueda ser cierto, lo que dices que hacen los jóvenes. Yo, añado: Estos son hechos y no lo que hacen la mayoría de los políticos, por no decir todos cuantos tienen ocasión de poderlo hacer ¡¡MANGAR!!

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