El autillo marcaba su territorio desde las ramas de
las casuarinas que orillaban la vía del tren. Su sonido intermitente y agudo
denotaba su presencia. El autillo
buscaba los topillos de la huerta, los ratones del campo y, sin él saberlo,
asustar a los niños…
El autillo es pariente de las lechuzas, de los
búhos, de otras rapaces de la noche. Otras rapaces, que no tienen nada que ver
con estas aves, aunque son pájaros de cuentas, ponen bombas y asaltan hoteles
en un lugar donde es difícil hasta de encontrar en el mapa.
Hay otras noches. Verán. Salvatore Adamo, aquel
chaval belga, acaramelado, de origen italiano, siempre preferido de las niñas
de entonces, cantaba: “Tu amor de
noche me llegó / y un claro día se me fue / maldigo
el sol que se llevó…”
Raphael partía
corazones. Daba una oportunidad al optimismo “Hoy para mí es un día especial /
hoy saldré por la noche / podré vivir lo que el mundo nos da / cuando el sol ya
se esconde”.
El mundo nos daba para
un guateques con un ‘picú’ comprado a
plazos en Comercial Rebollo, un puñado de discos manoseados, una coca-cola (el presupuesto
no llegaba para más) y la niña con los codos por delante…
The Moody Blues
cantaban en ingles. Ninguno sabíamos inglés. Hablaban de “noches tan blancas /
como blanco satén” y de desencantos y de cartas abiertas y rotas después, y y… “que te quiero / sí te quiero / cuánto te
quiero…”
Supimos que había una
ciudad con muchas luces, (Frank Sinatra cantaba “Extraños en la noche”), que se llamaba New York. Un día iremos - le
dije, a la niña aquella - a Nueva York. La niña, que yo sepa, fue una vez; yo,
cuatro. Cada uno, por su lado, claro. ¡Puñetera vida!
Atahualpa Yupanqui -
que era zurdo - es un seudónimo. Nació en Argentina. Lo tomó del
quechua: “el que viene de
lejanas tierras para decir algo”. Escribió - y cantó - muchas cosas bellas. A mí,
siempre, me gustó mucho aquello de “a la noche la hizo Dios para que el hombre
la gane”. Pues, eso.
Aún tengo Pepe, una enorme estantería, llena de discos de vinilo. Me ha costado mucho encontrar agujas para mi viejo tocadiscos, porque “eso ya no se fabrica”, pero como uno es tozudo, tras patear muchas calles y visitar muchas tiendas “de antiguo”, encontré dos, que guardo como oro en paño. Luego, una tarde me senté frente al viejo artilugio y empecé a oír las canciones de las que has hablado y muchas otras... No es cierto amigo, eso de que “recordar sea volver a vivir”, porque oír esto - en mi caso - casi fue ponerme a llorar..
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