La gente echa chispas. Salta por nimiedades. Hay demasiada
agresividad. Alguien dice que con las cosas de comer no se juega. Pueden perder plato, tajada y cuchara. Hay miedo a la pérdida del sillón…
Aparecen situaciones incomprensibles. Ocurre entre gente que
debe tener una formación; no la tiene. ¿En qué calle se perdió el sello de eso
llamado señorio? A lo mejor, no servía de mucho; facilitaba la convivencía.
De las tertulias de chismorreo, mejor no se habla. Se
despellejan. A cambio corre el dinero. Ganan opíparos y suculentos sueldos.
Cualquiera de ellos se embolsa más que un puñado de gente de las que se
levanta, cada mañana antes de la salida del sol.
El otro día leí: España encabeza el desastre escolar y el
índice de audiencia de programas basuras. Al igual es que los extremos se tocan
y no están lejanos como podría parecer.
En Alemania la noche de Fin de Año fue tremenda. En algunas
ciudades, terrorífica: Colonia, Hamburgo, Dusseldorf… Es increíble. Algunas
situaciones contadas por los medios son alucinantes. ¿Esto va a alguna parte?
¿Tan vieja y tan enferma está la sociedad europea?
No quiero añadir más problemas. Cada uno tiene para dar y
regalar. No intento que tengan un mal sabor de boca por lo que leen. Tiro del
anecdotario perote. Verán, aquí se cumple, lo del dicho castizo: “hay gente pá
tó”.
El Juez, en la
ceremonia civil, lee con parsimonia y dándole todo lo suyo, los artículos del
Código Civil referentes al matrimonio. El hombre, - el contrayente - está nervioso, inquieto, como agitado. El
Juez piensa que es por la trascendencia del acto, le dice:
-
Calma hombre, calma, que este acto es algo muy
importante y no se realiza todos los días.
-
No, no, si yo no estoy ‘altereao’ es que es la hora del bocadillo, y el encargado me ha
dado permiso para venir y si me retraso me lo descuenta luego…
Si he logrado el esbozo de una sonrisa…¡objetivo,
conseguido!
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