Y, fue Dios y, entonces, dijo: “Hágase la luz” y la
luz se hizo y a la luz, dice el Génesis que la llamó día, y a las sombras que
son muy oscuras las llamó noche. Y el día tenía luz, y la noche, no. Y como vio
que todo estaba así como muy raro fue y se sacó de la manga unos puntitos
luminoso y se los regaló y los llamó luceros.
Y, entonces, Dios pintó de azul el cielo y, el azul
del cielo no tenía siempre la misma
intensidad de color sino que desde el lubricán pasaba a añil y a celeste – y
ese color le gustó mucho a Dios, y dijo, la Madre de
mi Hijo llevará el manto de ese tono -
y , a azul intento, y azul desleído… Bueno, el orden no es, exactamente, así… Y Dios le dio al hombre libertad para
ordenarlos como más les gustasen…
Y fue y roció las nubes. Y dijo: unas serán blancas,
como es blanca la sonrisa de los niños y la Paz y la alegría; otras, tendrán forma de lana de
corderitos para que no tengan frío cuando jueguen en el recreo del firmamento;
otras, serán algodonosas como bolas gigantes de azúcar para que se paseen por
las tardes de verano…
Otras, vendrán cargadas de agua y como el agua es
vida cuando los hombres las vean me
darán las gracias porque yo regaré sus campos y sus cerros; sus trigos y sus
cumbres a donde no llega nadie y la conservaré, allí, por un tiempo, y la llamarán nieve y…; y
llenaré sus arroyos y sus ríos y sus pozos y sus veneros.
Y, como Dios sabe que los hombres tenemos tan mala
memoria, una mañana fue y le dijo a Felipe Aranda: échate la máquina de fotos y
sal a la plaza, ponte en la esquina de la calle Ancha…
Mira cómo está el campanario de mi iglesia dándole
medias verónicas a un puñado de nubecillas, como si quisiera imitar a Morante
en una tarde de gloria, y al pueblo que se asoma al ruedo y enséñalo a todos
los que quieran verlo… Y, Felipe, que es buena gente fue y le hizo caso y sacó
la foto y nos la regaló a todos.
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