lunes, 18 de enero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Mirador

Al  “Mirador” se llega por un camino angosto; en cuesta; por un camino peligroso y con asfalto áspero y rasposo. Está orillado por una fila de cipreses. Les han puesto un riego por goteo para propiciar su crecimiento rápido. Estos cipreses apuntan a lo más alto. A un lado, el monte de laja pizarrosa; al otro, una cañada profunda y seca: la cañada del Chamizo.

La cañada baja desde el Cerro de Taivilla. Viene entre olivos de acebuches y almendros, y va y se entrega al río.  Junto al cauce seco albergó una fuente,  y antes….¡ay, antes! Mucho antes, en estos cerros existió un asentamiento púnico.

Cercana a la Fuente del Chamizo hubo un pequeño recinto con torres - Torres de Aníbal -. Se encontraron algunas monedas, una de ellas, cartaginesa, de la ceca de Malaca cuyos hallazgos son escasísimos en la provincia malagueña”.

Desde el Mirador la vista es excelente, de las que no se olvidan. El día estaba espléndido; la compañía… ¡Ay, si yo les contase de la compañía…! Nos hemos sentado al otro lado de la cristalera. Nos ha servido Irina Pavlova. Irina vino a España…, buscaba trabajo.

Me dice que es de Sofia, que los búlgaros se llevan mal con los turcos.

- Y, ¿con Grecia? Le pregunto:

- “La Grecia lo quiere todo”.

-¿Macedonia es griega?, insisto.

-  “No, no, búlgara”.

- Y, entonces, ¿Alejandro Magno?

- “Era búlgaro, búlgaro…”

 Ya ven. Según del color del cristal con que se mira…

Enfrente, en el horizonte, El Hacho recortado en el cielo azul y limpio; impoluto; a media ladera, Álora; abajo, el Guadalhorce caracolea y busca la mar…

El pueblo se asoma de puntillas. Se empina sobre sí mismo. A la izquierda el arte y la Historia de la mano: el castillo de las Torres; en el centro, deslizado en un movimiento sutil e imperceptible, el caserío blanco. Blanco de la nieve que no viene nunca - o casi nunca – por estos andurriales.


El Calvario y el Cerro de las Viñas, de parapeto. A algún ángel - cuando han salido al recreo -  se le ha volcado el cubo de la cal. Un chorreo de cal, de cal blanca, muy blanca, se baja hasta las laderas del río. Quiere subirse al tren, y va, y se arrepiente y se vuelve y se acurruca… 

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