lunes, 11 de enero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ombú

Aquella mujer vivía del recuerdo. Aquella mujer releía unas cartas imposibles; hablaban del más allá. Aquella mujer recordaba un amor que la había olvidado a ella; en ella seguía vivo. Es la protagonista  de la obra de teatro, estrenada, en Buenos Aires en abril hace muchos años. Su autor Alejandro Casona.

Ponía, Casona, en su boca, la evocación del árbol mítico: el ombú. Resonaba entre las paredes de la mansión solariega del norte de España y ella lo repetía sin cesar: ombú, ombú…La mujer, sin saberlo, hacía un canto al amor, a la esperanza, a la inocencia.

Juan Gaitán, en su artículo de hace unos días en la Opinión de Málaga, se hacía eco de un petición Javier López. Piden un bosque en el solar del antiguo depósito de Repsol. Piden un imposible. Quieren sustituir bloques de hormigón por árboles.

Aquella mujer escuchaba el eco largo del viento que llevaba la palabra mágica: ombúuu, ombúuuu. Se perdía su eco en los valles, entre las quebradas de las sierras, en las ramas de otros árboles que crecían en las laderas.

¿Se imaginan que una noche la voz del viento llevase por las calles de Málaga las palabras entrecruzas de los árboles? Ombúuu, ombúuuu… Hay unos cuantos ejemplares de ombú – puede que por coincidencia- en la subida al puente de las Américas.

 No lo había dicho: el ombú es un árbol originario de Argentina y Paraguay. Dicen, los que saben, que no es propiamente un árbol, sino un arbusto, o sea una hierba gigante (como la estulticia de muchos que nos dan lecciones a diario) de madera blanda y esponjosa… Da lo mismo.


Me quedo con el sueño imposible. ¿Se lo imaginan? Una noche por las esquinas de Huelín, por los recovecos percheleros y trinitarios, por los rebalajes de El Palo…, un concierto de voces. Traen, también, sutiles pinceladas de esencias de jazmines. Vienen del bosque que mi pide mi amigo Juan Gaitán. Son las voces de muchos ombúes juntos…

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