Al mediodía nevaba. Caía, mansamente, como suele
hacerlo en los lugares donde la nieve es algo normal en este tiempo. Las imágenes
de la televisión mostraba la bajada de los copos. La gente bebía en la calle;
la gente estaba muy contenta; al menos, exteriormente.
El pueblo está en la montaña palentina. El río
Carrión, el que nace en las Fuentes Carrionas, arriba en la Cantábrica, lo
cruza de norte a sur. El río forma parte del paisaje, como lo forma el pueblo
en medio de un todo que está lejos de casi todas partes.
Han pasado las penurias de una crisis dura, muy dura
en el carbón. La entrada de España en la Comunidad trajo cosas buenas; muchas;
otras, pues ya se sabe, cada uno cuenta en la feria cómo le va y, a la gente
que vivía del carbón, le fue de malo a peor.
Un tren de vía estrecha cruzaba su tierra. Llevaba
el carbón hasta los puertos de Santander y Bilbao. Allí, había más riqueza;
aquí mucho sudor y demasiado sufrimiento. El tren - el ferrocarril hullero - como
otras cosas forma parte de un pasado que ya no es.
Durante la Edad Media – me documento, porque no
tenía ni idea de su existencia – fue importante. Perteneció a la nobleza. Ya se
sabe. Unos que se acercan a la riqueza de los otros y esas cosas. Dicen que
tuvo un castillo pero ya solo quedan recuerdos.
En su suelo crece el bosque de robles más importante
de Europa… Tiene un ‘pequeño’ problema originado por la extracción de la
antracita a cielo abierto: deja imposible la tierra para el enraizamiento de
los robles.
Canta el urogallo y, en ocasiones, por esos parajes
baja el oso pardo. Crece el acebo, ese de las bolitas rojas para los centros de
Navidad y que tiene las hojas de un verde intenso y con unos pinchos muy duros….
Ese, ese.
Mucha gente no sabía que existía el pueblo. Lo ha
dado a conocer la televisión. La fortuna de un sorteo, el sorteo del Niño, ha
dejado un puñado – grande – de euros. Hoy, toda España sabe que existe Guardo.
Está en la provincia de Palencia, al sur de la Cantábrica. Ayer, al mediodía,
nevaba…
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