Es un paisaje mediterráneo. Vegetación frondosa;
tupida. El otoño ha aparecido. Entre el verdor de los arbustos - más en las
retamas que en los tarajes - un árbol anuncia que le ha llegado la hora de
cumplir ciclo. Es la vida; son las cosas de la vida.
Al fondo el roquedo es calizo y áspero. Sobresale en
el paisaje. No desentona. Son rocas de las nuestras, de esas rocas que nos
encontramos en los paseos por el campo. ¿Habrá, ahí, debajo, algún encerraero de conejos?
Son unas rocas propias para albergar nidos de
torcaces, de palomas bravías, de algún cernícalo… En sus oquedades puede haber
alguna zorrera. No se ve fóllega de zorritos curiosos que abandonen la
madriguera…
En el calvero pueden celebrarse algunas noches aquelarres
de machos de liebre – matacanes – que suban de los infiernos buscando peleas
para morder y marcar las orejas de otros menos fuertes que ellos. Avelino
Hernández escribía que el matacán era el mismísimo diablo. Y, si él lo decía…
La miro y la remiro. Le doy vueltas y más vueltas. No la entiendo; no la veo. ¿qué
se encierra aquí? ¿Dónde está la clave? Le pongo un mensaje a Pedro – a Pedro
J. Macías – que es el autor. Se lo digo. Pedro…No sé. Estoy despistado.
Pedro me contesta. Me dice que fue tomada desde lo
alto. Es un chopo solitario. Tiene casi todas las hojas caídas; las demás, por
su color, al transformarlas las luz parece como un árbol que arde. Me dice que
está en el río Turón que pasa por debajo. Y, va y agrega que no sabe si lo ha
explicado bien… Es lo que quise captar.
Se lo digo. Lo has captado perfectamente; ahora sí,
ahora lo veo. Los artistas veis lo que el común de los mortales no somos
capaces de captar. Te confieso, yo buscaba una animal agazapado; algún pájaro
escondido; un juego de las sombras; un claroscuro imposible… Y tú has visto
toda la maravilla de la naturaleza y vas y nos la muestras…
El periódico habla de intolerancia y brutalidades
por esos mundos. Escribo en una tarde gris de domingo. Una tarde de lluvia en
otros sitios; de vientos que despeinan las palmeras; una tarde de frío
interior.
El frio interior no se combate con calor . Te entiendo muy bien amigo, porque no tiene remedio externo... El otoño, la Navidad, estas fiestas... son propicias para que ese frio se apodere de uno y lo encierre en un mutismo nada bueno para la salud del alma.. La foto, de otoño no ayuda mucho a eliminarlo y mas aún los vientos, que en todas partes corren. Vientos cargados de borrascas, y no por desgracia, de las que este seco otoño necesitan...
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