martes, 13 de octubre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Bendito

Bendito gañán de plumas y tintas que has hecho muchas sementera en otras tierras; bendito buscador de lo blanco que no es más que un aventar en la era de la vida lo mucho que se lleva dentro; bendito depositario de las calderillas que dejamos, cada día, como un regusto en tu pozo de aguas cristalinas y limpias.

Bendito pedigüeño en los extramuros de la imprenta, en la página diaria del periódico, en los libros que hablan de amores y de pueblos y de vivencias y del Río Grande, y del Az-zait. Bendito ángel de la palabra con ese timbre  tan especial, tan tuyo, ‘tan blanco’.

De niño quería romper moldes; de niño jugaba en la calle con borriquillos de barro y serones de esparto y respiraba aires y esencias de pinares. Sabía del vuelo de los pájaros, del tirar lento de los bueyes en las carretas, de nubes que pasan y cruzan los cielos…

De niño jugaba con la luz de la marisma que venía y  se envolvía en la brisa y dejaba en la vega un no sé qué que se quedaba flotando y  eso que aún no había conocido ni a San Juan de la Cruz, ni a Lorca ni a Montesinos porque este niño ya era un niño raro. Tan raro que un día le pidió a su padre, como regalo, un Diccionario.

Supo de olivos – más que nadie – y de varetones que crecen alimentados por los aires del Aljarafe y de mañanas de frío y escarchas en tiempos de moliendas y de capachos y trojes, alpenchines y orujos,  y de aceitunas que se convierten en sangre viva, o sea, aceite, en el sacrificio del molino…


Bendito maestro de la media verónica del amor, de la palabra y del verso; del adjetivo preciso y del verbo; del sustantivo y del adverbio; bendito tú, precisamente tú, que eres ‘bondad, ternura, serena alegría…”¡Por los clavos de Cristo, no dejes de escribir, Antonio! Bendito, seas, Antonio García Barbeito.

3 comentarios:

  1. Infinitas gracias, querido Pepe, pero... que Dios te perdone por esto que dices de mí.
    Ten mi abrazo entrañable y agradecido.
    Antonio

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  2. Infinitas gracias, querido Pepe, pero... que Dios te perdone por esto que dices de mí.
    Ten mi abrazo entrañable y agradecido.
    Antonio

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