Se han vestido los rosales con una floración de
otoño. Oigan, de ensueño, estas rosas tardías. Me acerco a la casa de mi amiga
Carmen, que no es de Ronda pero vive en Virote. Tiene los rosales ahítos de
flores: amarillas, rosas, fucsias, rojas. Tienen bendición de Dios y mano y
cuido y mimo…
Marilina se ha dejado caer esta mañana colgando una
rosa, una rosa de color… ¿de qué color
es la rosa que nos ha regalado Marilina?, ¿champán? – lo de cava lo dejamos
para otras cosas -, ¿ámbar?, ¿asalmonada? No; no. Es del color de la amistad de
quien siempre desea lo mejor para las personas a las que quiere…
Charo colgó hace unas noches una rosa roja de
misterio y ensueño, roja de embrujo… roja, con un envés plateado de luna que
riela en la noche. Charo, vive en la sierra. Debe ser que Charo tiene unas
rosas diferentes a las rosas que tenemos por otros lugares.
“Todas
las rosas blancas de la luna caían…” escribió Juan Ramón.
La luna de octubre está en cuarto creciente. Cruza los cielos de nubes y
brumas, se asoma a los olivares, “se bebe los charcos de los caminos” y ve cómo
se van río abajo, entre choperas vestidas de oros de otoño, las aguas camino de
la mar.
¿”Cómo
vive la rosa que has prendido junto a tu corazón”?
Bécquer se lo preguntaba en su sus rimas. Bécquer siempre se preguntaba cosas
de muy difícil respuesta. Yo no sé si la obtuvo. A lo peor se quedó con la duda
de no saberlo nunca.
Leonardo Fabio, aquel poeta argentino que cantaba
versos, tomó otro camino y pregonaba a
en voz alta: “cuando llegue mi amor / le diré tantas cosas, / o quizá simplemente
/ le regale una rosa”. Si lo hizo, acertó…
Están los rosales vestidos de rosas de otoño. Están los rosales gritos de belleza; el campo se ha
echado por los hombros un mantoncillo de yerba nueva nacida con las últimas
lluvias en las lomas, en cunetas, en los bordes de los caminos…
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