martes, 27 de octubre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El lío.

Y, por si faltaba algo en el patio viene ahora la Organización Mundial de la Salud y nos mete las cabras en el corral. Ni bocatas, ni chuletones de Ávila, ni corderitos de norit, ni salchichas, ni chorizos de Cantimpalo, ni barbacoas, ni jamón de…

El escándalo, servido. Unas veces porque detectan un problema, que puede ser verdad, que existe. Otras, por enriquecimiento: intereses comerciales. La alarma, en el plato. 

Durará poco. Mañana, habrá otro tema. Hace unos años el lío se formó en Alemania por no sé qué tratamientos a los pepinos de Almería. Algo parecido, con naranjas de Israel o por lo ciclamatos en la bebida que ‘endulza’ la vida.

No hace mucho lo primero que quitaba el médico en el diagnóstico tras la visita  era el pescado azul, o sea ni sardinas, ni jureles, ni arenques, ni boquerones; luego, la emprendieron con el aceite de oliva. Era ¡malísimo¡ Después…

Mi amigo Juan Rivas (donde estés un abrazo grande, Juan) era un bebedor, a diario, de vino tinto. Pilló unas calenturas. Diagnóstico: fiebres de malta ocasionadas por la leche contaminada con brucelosis en las cabras. Él niega haber bebido leche, el médico que sí, y él que no. Discusión bizantina. Juan corta por el camino más corto.

-          Mire usted, como no sea que la cabra se mease en la cepa…

Las plañideras eran unas mujeres a sueldo. Lloraban en los duelos. Cuanto mayor berraqueo, más masa dineraria en sus bolsas y más realce social para la familia del muerto; a él, ya le repercutía poco. Esta mañana prensa escrita, radios y televisiones son un dechado de expertos.


Cuánta gente en España tan preparada, tan docta, tan conocedora y tan documentada de estas cosas. ¡Y yo, sin saberlo! Me pregunto, ingenuamente, y si lo conocían desde hace tanto tiempo ¿por qué puñetas no nos habían avisado ? ¡Plañideras que comen en las aguas de río revuelto!

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