Dicen que en Sudáfrica se encuentra en las minas de
Johannesburgo. Dicen que en los ríos de América del Norte aparecía en forma de
pepitas. Los buscadores se iban a sus orillas y con una criba cernían y
cernían… Dicen que en Rodalquilar y en las Médulas estaba en minas. Los
esclavos lo extraían; lo llevaban a Roma. Naturalmente hablamos del oro.
Han pasado nubes y más nubes. Lo traían dentro y desde
ayer otro oro – oro líquido – se ha venido desde los cielos al campo. Es la Gracia
de Dios derramada sobre los olivares, sobre los barbechos, sobre las lomas
sedientas y achicharradas por un verano de fuego, sobre veneros y pozos, sobre
arroyos.
“El agua del cielo tiene bendición”. Lo dicen los
viejos. Es verdad. Hay una explicación física que lo atestigua. El nitrógeno
del aire, disuelto, baja con la lluvia. Es un abonado foliar sin que medie la
mano del hombre. Media otra Mano, la Mano que lo dirige todo, lo ordena todo, lo puede todo.
La Gracia de Dios se ha venido con abundancia, con
generosidad. Ha vivificado el ambiente. En otros sitios, al igual a Dios – se
ve que Dios, a veces, tampoco puede estar en todo – se le ha ido un poco la mano y ha caído con
tanta abundancia que… bueno, ustedes de me entienden.
Ha escrito el maestro Barbeito en su artículo que;
“ayer, cuando la tarde se empeñó en aprender la música de la lluvia…” Es
esa música tan especial tan única. A uno
le empuja y lo lleva y lo trae y lo hace entornar los ojos y soñar y dejar que
pase el tiempo…
Este año la mano de Dios ha tardado un poco en darse
su vuelta otoñal por el campo. Se ve que Dios se ha acordado de otros lugares
antes. “Nunca es tarde si la dicha es buena”. Ya le ha mandado a la borrasca
que entre por donde tiene que entrar, o sea, por el Golfo de Cádiz y riegue con
generosidad…
Siento un repiqueteo de tambores tocados por ángeles;
juegan en el alféizar de la ventana. Es
la sinfonía de la lluvia. En la lejanía, a manera de oro líquido, cae sobre el campo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario