Era verano. El
tren llegó a la estación con las primeras luces del día. Un taxi me
llevó al hotel, céntrico. No estaba
lejos de la catedral - el objeto del viaje – ni de la estación. Dejo las cosas;
deambulo por las calles. El sol calentaba lo suficiente para ir ligero de ropa.
Geranios en los balcones; calles con medianas
sembradas de setos y árboles; semáforos, tranvías - trolebuses - y coches y más coches. Los edificios antiguos
tienen las fachadas cruzadas por vigas enormes de madera; los tejados inclinados;
ladrillos, rojizos. A pie de calle escaparates; cristaleras limpias, impolutas.
Colonia es una expresión de Alemania. Combina
industrias y modernidad. Edificios acristalados ocupan zonas que tuvieron otros
en otro tiempo. La guerra primero, la deriva de los tiempos, la renovación
necesaria ha hecho que sea una ciudad preciosa, encantadora. Uno siente pena
cuando tiene que abandonarla.
Paris es el glamour; Roma, el arte tirado a la
calle; Londres la llovizna y el chubasquero; Lisboa, el misterio del
fado…Colonia es una máquina de hacer trabajo Colonia está cruzada por el Rin. Es
la principal arteria de la ciudad. Suben y bajan barcos. Llevan áridos,
contenedores, cargas de difícil identificación. El agua llega justo a hasta la
línea de flotación.
Al mediodía entro en la catedral. Sobrecoge - cinco
naves - tanta magnitud; una mole, con el humo del tiempo incrustado en la
piedra. Los rayos de sol atraviesan las vidrieras; ascuas de luz y color.
Las bóvedas nerviadas se pierden en la altura. La
penumbra invita a la oración, al recogimiento. Suena música de órgano. Todo
parece magia; se flota. En una capilla, en la girola, enseñan un sarcófago
dorado con los restos de los Reyes Magos. La Virgen de las Joyas, San Esteban,
Santa Clara…
Cae la tarde. Me siento en una terraza junto al río.
Estoy frente a la catedral. Me sirven un codillo, guarnición de col fermentada,
pan de centeno; la cerveza, soberbia. Veo recortadas las agujas de las torres.
La ciudad se llena de luces…
Escribo estos recuerdos en una tarde otoñal. El Rey
ofrece una recepción en el Palacio Real. Angus Deaton, Nobel de Economía por su
análisis sobre el consumo, pobreza y bienestar. Unas excresencias empañan con sus
declaraciones el día de la Fiesta Nacional. Por favor, - para ellos y ellas
- el ostracismo griego. ¡Ya está bien!
No hay comentarios:
Publicar un comentario