jueves, 22 de octubre de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿La chica de la ventana?

Tu calle es una calle de ida y vuelta. Tu calle no es una calle cualquiera. Tu calle es una calle larga y blanca con casas de ventanas y fachadas donde reverbera la cal que muere a pie de acera. Tu calle es… embrujo y misterio, enigma y ensueño; asombro, quejío roto y preguntas sin respuestas.

“En Sevilla había un casa y en la casa una ventana…” decía Rafael de León un día de luz;  la cantó doña Concha  – la Piquer, sí que era grande – y hablada de río y de rosas y de luna y de verano, de tragedia y de…, pero no, eso no.

Alejandro Casona hablaba de otra casa: “La casa de los siete balcones” y recordaba aquella palabra que venía de América. La arrastraba el viento por las noches y resonaba en las esquinas: ombú, ombú… Tampoco es eso.

¿Estás tú detrás de la ventana? Tu casa – ¿de la Ronda de Carmen?, por cierto tú no te llamarás Carmen, ¿verdad? -  tiene cinco ventanas; mejor cuatro, y una balconada señorial con rejas de arte y filigranas en el hierro hechas por una alma sensible que las modeló en fragua a donde venía la luna ‘con su polisón de nardos’. Tú miras. Y lo ves todo… sin ser vista.

Y yo paso y te busco… Y como en la copla pregono en silencio que tengo un corazón que no se quiere enterar. ¿Qué se esconderá detrás de esas ventanas? ¿Te escondes tú…? Y, por encima se escapa un cielo de suspiros y deseos,  un cielo de estrellas palpitantes, lejanas.

Tú, de pelo negro y lacio, de ojos verdes - ¿‘verdes, como el trigo verde’? No;  verdes como las esmeraldas de la Macarena, como la esperanza de verte algún día – te intuyo pero no te veo – detrás de los visillos… Tú, de talle de espiga de trigo que bambolea el viento.


“A solas soy alguien”, escribió Gabriel Celaya. En esta calle, o sea, en tu calle hay dos soledades juntas. Una, detrás de la ventana; otra camina y pasa y vuelve y deja que se den la mano la anochecida y el alba.

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