Paco era un hombre de mediana estatura; de poca
conversación y muy trabajador. Moreno de tez, de boca y orejas grandes. Cuando
la vista flaqueó usó unas gafas de pasta negra que con el sudor se le resbalaban
por la nariz. Paco era un hombre de buen trato…
Paco Cortés tenía una fragua pasado el Tajo de la
Quera conforme se bajaba a la estación en la última curva, frente a la
panadería de Brenes y antes de llegar a la casa de la Parra. La fragua estaba a
pie de monte del Calvario y casi donde arranca el camino de los pinos.
Desde la puerta de la fragua se abría una visión
amplia. Al otro lado del arroyo de la Tenería el Pecho de las Torres y las
Piedras Blancas; más allá, el Tajo de las Palomas; un poco más abajo, el Coto Minero y el túnel y la vía del tren y el río que se remansaba
en ‘la playita’. En la otra orilla, la Isla…
La fragua era pequeña. Un espacio reducido donde
Paco mostraba maestría y saber el oficio como nadie. En el fondo el infierno de
la fragua que echaba fuego impulsado por el fuelle. Cuando Paco acercaba un
hierro para moldearlo, lo cubría con la corbilla; con el espetón apartaba la
escoria.
La fragua tenía las paredes llenas de estampas de
santos, vírgenes, trozos de almanaques y hasta una foto del Papa. La pared de
la fragua era un pulso constante entre el santoral y el hollín que había puesto
una capa negra sobre la cal.
Paco trabajaba el hierro duro. Recalzaba rejas de
arados, calzaba chapulinas, escardillos y azadas y hacía herraduras que
arqueaba en el yunque – en la punta del yunque – asidas con unas tenazas
grandes, enormes. Trébedes, sopladores de candelas…
Paco ponía el hierro dentro del fuego y cuando
estaba al rojo vivo, sobre el yunque lo agujereaba para que, luego, en la
herrería los clavos tuviesen su sitio. Los hierros incandescentes terminaban en
un recipiente con agua para enfriarlos y, entonces subía un humo súbito a modo
de vapor.
Cuando se modernizó la agricultura se ‘aplicó’ a la
artesanía. De su mano salían candiles de aceite, faroles, maceteros de pie y de
pared, argollas. Felipe Aranda lo ‘eternizó’
un día en plena faena. Ahora, su hijo continúa…
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