lunes, 31 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. París, siempre París


                                

Dicen que ha sido una de las frases más tergiversadas de las que ha acuñado la historia del cine. Donde decíamos: “siempre nos quedará Paris”, lo que realmente dice es: “siempre tendremos Paris”. Da lo mismo. Rick Blaine e Isla Lund se despiden en el aeropuerto de Casablanca.

La niebla lo envuelve todo. Rugen motores de un avión que va a despegar. No hemos olvidado al hombre de gabardina, sombrero y cigarrillo, medio caído, en la boca, encarnado en Humphrey Bogart ni a la mujer, bellísima, que se llamó Ingrid Bergman…

Muchos años después una mujer acaba de conquistar Paris. La mujer se llama Ana (Anne) e Hidalgo de apellido. Hijas de un electricista y una costurera. Nacida en San Fernando (Cádiz) ¡Vaya cambio! Ni bombas ni fanfarrones ni tirabuzones…

En la mediación del siglo XIX España ‘mandó’ a otra mujer. Granadina por más señas: Eugenia de Montijo. Luis Mariano la inmortalizó con aquello de ‘violetas imperiales’ y esas cosas que endulzaban corazones hace sesenta años. Ahora el cante es otro.

Andalucía, cada cierto tiempo da un pintor universal, un genio en el toreo, un premio Nobel y un puñado de emigrantes. ¡Y, miren por dónde!, faltaba una alcaldesa para Paris y acaba de regalarle una y, además, (quizá no sea políticamente correcto decirlo, ¿o sí?) es hasta guapa.

Las notas del acordeón son cuentas de un rosario de melancolía por cualquiera de los rincones de Montmartre, por las escalinatas que suben hasta el Sacré Coeur, bajo un cielo plomizo o por abajo, muy abajo, sobre cualquiera de los puentes  del Sena que corre hacia El Havre…

Pero, anoche, cuando los escrutinios de la papeletas dijeron que una mujer había ganado por primera vez la alcaldía de Paris, todo el mundo supo que ya estaban bañadas por la “claridad salada” que venía de Cádiz, donde la mar si se hace grande de verdad y llega hasta otros mundos.

domingo, 30 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Niños


Lee uno cosas y tiene que volver atrás. Es decir: relee. España va casi en cabeza de los niños que están viviendo en pobreza. Cuesta creerlo. No puede y lo que es más. No tiene que ser así. A los niños, por Dios, ¡ti tocadlos!

Era aquella una España de posguerra. Colas interminables, jarrillos de lata, niños vestidos con harapos y adultos con un listón negro en la solapa de una chaqueta ‘heredada’. Colchón de sayo y mujeres de luto por fuera, y por dentro…

Vinieron después los años cincuenta. Ni maquis desengañados en los montes ni plan Marsall en los bancos. España levantaba cabeza contra los demás y contra sí misma. Había pobreza. Hambre y penicilina de estraperlo. Trigo en los cortijos a precio de oro y funcionarios corruptos que miraban…

‘Cebaero’ –apodo puesto a uno que fiscalizaba por las casas del campo y que antes de dar el saludo de educación preguntaba: ¿dónde está el cebaero? – hurgaba en la posible economía del que tenía algo para la despensa. Por cierto, alguien de su estirpe sigue en línea. Eso, para otro día.

Vino el queso americano y la leche en polvo. Eran escuelas con tinteros de porcelana y mapas de hule. Las islas Canarias estaban en un ‘rincón enmarcado’ del mediterráneo y aparecían, también, unos  nombres muy raros, tan raros como Fernando Poo, y esas cosas… Pupitres bipersonales y la Enciclopedia Álvarez en sus tres grados.

Dejamos de  ser niños. “Desperté de ser niño / nunca despiertes / triste llevo la boca / ríete siempre (…)” Lo dijo Miguel Hernández. Era para su hijo. ¿Cuántos niños de la España del dispendio tendrán un poeta que les cante una nana así? Por ahora, sólo engrosan lista de la miseria. ¡Esta España nuestra!

sábado, 29 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Paisaje


                                                          

Llovía. Llovía suave, mansamente, hasta el medio día. Dicen que es por culpa de una borrasca que ha entrado por el Golfo de Cádiz. Cruza la península y deja caer el agua sobre el campo. Estas lluvias primaverales no son como las de otoño. Menos intensas, pasajeras, como de prestado y, aunque, las catalogan como ‘mil’ su montante es pobre. Paupérrimo.

Por aquí ya apunta a primavera. Como este año –  en otoño y en invierno - ha llovido muy poco la yerba está rala; el paisaje, en cambio precioso. Se visten los granados del camino con hojas tiernas. Florecen el espliego y el romero, gayumbas y mimosas; reverdece el tomillo y embriaga el azahar de la huerta…

El campo está ahí, siempre ahí, y nos espera... Deja que pase todo lo que tiene que pasar. Los urbanitas le vuelven la espalda y no se enteran que están las encinas encendidas que, en los olivos, apunta ya la trama, que se visten las parras y las higueras, y los ciruelos han cambiado la flor por hoja nueva…

Una banda de palomas, posadas en los cables de luz, se refrescaba esta mañana con la lluvia tenue. Ajenas al paso de  las horas –esa que por no sé qué explicación poco entendida cambian, de madrugada y que según Quevedo “todas hieren; la última, mata” – sentían como las gotas de agua resbalaban por sus plumas grises, blancas, negras…

Quien anda más revuelto - ¿y cuando no es Pascua?- es el paisanaje. El juez Ruz empeñado en saber más sobre el dinero de la mujer de Bárcenas; Mayor Zaragoza apoya la expropiación de la mezquita cordobesa; violencia en las calles de Madrid. Rusos en Ucrania…Mas – don Arturo-  a lo suyo; Rajoy, también.

Están en flor las aulagas. Muchos pinchos, demasiado, pero están exuberantes. Ahora quieren sacar y no saben qué, algún chismorreo sobre la familia de Suárez. Asco de prensa sensacionalista…Liban las abejas. Es primavera y, en esto, aunque lo intenta, no manda el Corte Inglés.

viernes, 28 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pensamientos


                                              
Antequera se viste de gris y plata; se entolda la tarde. Amenaza lluvia; chispea con mucho tiento, casi como sin querer lo que hace. Es más invierno que primavera. La gente va abrigada. Abren sus puertas los comercios. Reclaman desde los escaparates a los posibles compradores.

Está la ciudad de dulce. Flores en las jardineras; macetas en algunos balcones. Han sembrado de pensamientos – amarillos, lilas, nazarenos, blancos - los parterres de la Puerta de Estepa.

“Pensamientos míos vete a buscarla / si se niega a venirse, pensamientos…” Así pregonaba la letra de la sevillana. Era el boom. La gente con gomina en el pelo las aprendía en las academias… Son, éstos, otros pensamientos.

Antequera  en esta tarde que apunta a invierno es un pensamiento recóndito; profundo, bello, íntimo… Al Callejón de la Gloria se asoma la torre de San Zoilo y, por las esquinas sopla, con fuerza, el viento. Arañan las torres de las iglesias nubes bajas, casi nubes urbanas…

“Si acaso te pregunta / que  quién te manda / dile tú…” Adecentan la fachada de San Agustín; en la plaza de Castilla juegan unos niños. Vociferan. Corren detrás de un balón rojo y blanco; las madres echan el rato bajo la lona de una terraza. Pasa un hombre con un perro sujeto por una cadena. Habla, con voz en alto; el hombre habla solo. ¿Con el perro? No. Simplemente, habla.

Estatuas, en bronce, de los próceres de Antequera: el capitán Moreno, el Infante don Fernando, el labrador que ventea semillas en la glorieta de la circunvalación…, cumplen doble función. La gente los reconoce y ellos aguantan el paso del tiempo y embellecen la ciudad.

Antequera, una vez más, es un pensamiento; de gris y plata, de belleza escondida que subió de la vega, arrancado por la reja del arado a modo de Efebo; de Venus; de piezas de un mosaico romano. O, encumbrado por la mano del hombre, en el silencio barroco de Los Remedios… “Pensamientos míos… ciegos de amores”.

jueves, 27 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El tabarro


                                              

Entró, a eso de media mañana por la ventanilla del coche. Iba abierta; hacía calor. Unas nubes altas entoldaban el sol y, a pesar de la luz tamizada, los rayos daban el calor propio de los días de primavera cuando ya gustan más las sombras que la recacha.

Con cuidado me eché al andén. Paré. No se movía. ¿Iría mareado? ¿Se estaría pensando qué destino se le avecinaba? Tampoco sé si estos bichos, en su mundo, piensan. Probablemente, como los humanos que hoy arrasan Madrid, tampoco utilicen mucho el razocinio.

De pronto, levantó el vuelo. Ascendente, como esos cohetes que suben en las ferias y los que no somos amantes del ruido deseamos que se alejen lo más lejos posible… Si tienen que explotar que lo hagan, pero en la altura.

No soy, en absoluto, amantes de estos bichos. Los que saben de naturaleza  dicen que son muy necesarios. Polinizan las flores y hacen que la vida siga. Puede. Los misterios de la vida desde luego son insondables, pero si se pudiese dar un arreglillo sin tabarros…

Cada año, en la puerta metálica del corral (aprovechan el calor de la chapa recalentada con el sol del verano) hacen una tabarrera. Zumban, revolotean y uno, desde la media distancia se ve en la precisión de rociarla con gas-oíl. Los ahuyenta. Harán la nueva tabarrera bajo una teja del chivitín, en alguna biga o donde les venga en gana.

A diferencia de las abejas (que también pican) pero son unos insectos excepcionales, éstos tienen pinta de zánganos. Dicen que el día que se acabe la última abeja, se habrá acabado el mundo. Hace unos días leía un artículo sobre las plagas - además de los insectívoros con palma de honor para el abejaruco - que merman las colmenas. Interesante. Autor el profesor Weistilifenbach.

En las horas de las siesta, el pilar del pozo se llena de tabarros, cuando maduran las uvas -  los mirlos hacen lo que pueden - se emplean en los racimos y, éste, de esta mañana camino de Málaga ha sido el aviso: ellos, también, ya están por aquí.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viento


                                           

Viento. Mucho viento. Sopla, hoy,  como con coraje y huracanado. Viene de no se sabe dónde y va a donde le da la gana. Ulula en la chimenea. Crujen las contraventanas. Eso que dicen, por ahí, que es mala suerte…

Desde la ventana las miro y las veo. Están reverdeciendo las higueras. Tienen mala literatura las higueras. “A la sombra de la higuera ni te sientes ni te duermas”. Es de los pocos árboles donde la cosecha aparece antes que la hoja. No anidan los pájaros en las higueras. ¿Por qué será?

 “La leña de higuera que la corte mi hijo y la queme mi nuera”. Mala para arder. Nacen las higueras en los secanos, en el brocal del pozo, en la linde de la huerta. Sus ramas llegan al suelo y a los pimpollos más altos se encaraman las mejores brevas.

La breva viene por San Juana; el higo por agosto y el arrope (que no lo da la higuera pero que se saca de ella) cuando el sol dorado de septiembre, avisa que se acerca un cambio de tiempo. Nubes altas, cielos azules y tormentas…

Esta tarde (va de refranes), “marzo sacó a su padre al sol y lo apedreó”, sopla el viento Está rara la tarde. No apetece ya la chimenea pero en la calle no viene mal un poco de abrigo, aunque sea ligero, pero algo sobre el cuerpo.

En España acabamos de enterrar – en las penumbras de un claustro gótico -  a uno de los artífices de la Transición. En este país que somos tan dados a negar el pan y la sal a los vivos, nos “desvivimos” por los muertos.  Nos gustan demasiado los entierros.

Alguien escribió que la primavera sólo es placentera en la mente de los poetas. Debe ser así.  En no sé qué ayuntamientos no han puesto la bandera como hay que ponerla en estos casos. Vientos. Malos vientos. Soplan demasiados malos vientos esta tarde…

martes, 25 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Almogía

 
Los viajeros llegan a Almogía cuando el sol ya había cruzado el cenit del medio día. Van a tiro fijo. Llevan dirección premeditada. Se la recomendó, Ildefonso Mayorga: La Taberna del Coco. Los viajeros han cruzado tierra de Lagares. No han visto a nadie a quien preguntar pero han seguido el camino por intuición.

Fotos, naturaleza que eclosiona con la primavera, alcornoques pasado el Sancti Petri y, en el Cerrado, un almendral nuevo: alineado, arado y limpio. Tiene aún flores: suspiros de niña recién hecha mujer. Debe ser una variedad tardía. Están de dulce los almendros con las últimas flores y las hojas tiernas.

Caen a la carretera que viene de Villanuena, frente a Cherino. Buscan la venta. No la ven y pasan de largo. Casi en la medición del pueblo preguntan. Le indican. Vuelven sobre sus pasos. Junto a un abrevadero, aparcamos. Una señal avisa: prohibición. Un hombre del pueblo nos dice que sí se puede. “el disco lo han puesto para proteger el pilar para cuando vienen a beber las bestias”.

Bajo una chapa metalizada (el tiempo está bueno) tomamos aceitunas aliñadas; un plato de aceite del terreno – que dice el tabernero que está fuerte, pero no lo está…);  pan casero; mejor el queso, que el chorizo…

En la mesa de al lado unos hombres no hablan; se gritan. El ‘tambor’ - por si falta música -  lo pone un viejo que estampa, sobre la mesa metálica, el ‘liso’ que lleva en la mano… Es un golpe seco, desagradable, prologando y agudo.  Todo lo que hablan es insustancial. Pedimos  -nos dicen que sí -  pasarnos dentro.

Sobre el ventanuco de la cocina, una portada del AS dice que la Selección es el Coco. Se lo comento al tabernero (un muchacho joven y con barba de varios días) que eso es para enmarcarlo. Dice que sí…

Levantamos – es ya media tarde - el hato. Antes de llegar a Cherino un perrillo, abandonado, se la juega en la carretera. Paramos. Antes lo ha hecho otro coche. El hombre es extranjero. Barbeito – que es el otro viajero – lo recoge. Decide que debemos llevarlo con nosotros. El perrillo está lleno de garrapatas. Es una imprudencia meterlo, en esas condiciones en el coche. Lo dejamos, junto a una casa, dentro de la malla metálica…Seguimos camino.

lunes, 24 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Concordia


                                               


Una foto. Suben, por la escalinata un féretro cubierto por la Bandera de España. Al fondo el Palacio del Congreso. O sea, la Casa donde se asienta la soberanía del Pueblo. Madrid ventoso y gris;  gente en la calle, agolpada, como la noche aquella, entre el Hotel Palace y el Palacio; por en medio sube o baja, cuestión de apreciación, la Carrera de San Jerónimo.

Lo apuñalaron desde dentro y,  - desde enfrente,  también, que en todas partes los hubo, ¿verdad, usted? -  Ahora, los judas de ayer, han hecho declaraciones prudentes y ensalzadoras. Le han salido amigos como salen setas en otoño.

 Entonces no le perdonaron ni las virtudes. Lo que son las cosas. Se ponen una corbata negra y hablan que son un modelo de prudencia, de moderación, de concordia. ¿Habrá sido,  el último servicio del Duque?

Hay un sentir generalizado: a Suárez le hemos pagado mal. No estoy totalmente de acuerdo. No es que se le haya pagada mal. Hemos sido fieles a nosotros mismo. Es la continuidad de nuestra historia. Es nuestro estilo.  

Recuerdo la anécdota atribuida a Napoleón. Se lavaba los pies. Le informan de la derrota de Bailén. No reacciona. El ‘mensajero’, cree que, distraído, no lo ha escuchado. Le repite la noticia. Dicen que se incorporó de un brinco y lanzó: “¿Cómo es posible que un pueblo de envidiosos y piojosos nos haya derrotado?”

Probablemente estén controlados los piojos; la envidia y el cainismo desde luego que no. Sólo hay que tener los oídos abiertos. ¿Cuántas veces henos oído la misma expresión? ¿Ese? Ese, no puede ser, si ese vive en mi calle…

En el féretro iban los restos mortales de Adolfo Suárez. Dicen que lo van a enterrar, como en los tiempos de Medievo, en las umbrías soledades de la catedral de su tierra. Ojalá no vayan dentro del féretro, también, su enseñanza: concordia.

No habrá que esperar mucho tiempo. Los historiadores – no los políticos – dirán quién fue ese hombre grande  - “el nieto de la tía Josefa” -  al que hoy se llora, mientras doblan, a muerto, las campanas de su pueblo.

domingo, 23 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Dios nos libre del día...


                 

Dios nos libre del día de las alabanzas. Ha sido hoy. Pasado el medio día salta la noticia. Televisiones, radios, periódicos, e-mail… Todos lo dicen: Suárez ha muerto. Fue, en una clínica, al oeste de Madrid y la enfermedad – cruel donde las haya – esa de las ‘z’ y las ‘h’ que no sabemos dónde ponerlas se lo ha llevado.

Soplan vientos de alabanzas. Tantos que hasta he dudado de escribir estas líneas: podemos caer en el empacho y entonces… Pero lo he hecho. Naturalmente no voy a repetir todo lo que ya conocerán hasta la saciedad. No.

Me rondaba por la cabeza una idea. Debe ser duro que a uno le muerda un perro callejero; debe ser traumático que lo haga el perro del vecino al que se le da todos los días el saludo mañanero cuando lo saca a pasear. Debe ser trágico que a uno le muerda su propio perro y en el salón de su casa.

Me explico. Todos coinciden en la traición de los suyos. ¿Suyos? Desde luego, ‘suyos’, no. En los comentarios que han salido, todos, lo querían horrores, pero lo dejaron solo, completamente, solo y lo abandonaron. Buscaron los brazos de otra amante. Ninguno  - es natural – lo ha reconocido, hoy, públicamente. Pero es cierto: le volvieron la espalda.

Han surgido alabanzas como nacen espárragos tras un temporal de lluvia. A  puñados. Ha habido, también, un cenutrio… Bueno, si cada campana da el son que tiene, tampoco hay que extrañarse muchos. Lo que sí es extraño es que no le hayan olido el pan en seno –al cenutrio, claro - y siga, aún, ahí.

Ha muerto Suárez. “Todo pasa y todo queda” que escribió don Antonio Machado… y lo que viene después. En la plaza de su pueblo, mientras una periodista desplazada arrancaba palabras a los vecinos, un grupo de niños jugaba con un balón. Ajenos a todo. Desentendidos. Ya se sabe. “… lo nuestro es pasar”.

sábado, 22 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Lágrimas de Dios


                                       
Ya están aquí... Embriagan con su olor. Por nuestras huertas se pasea la primavera; ya están aquí y, de no ser por ellas, las noches serían otra cosa; nos falta algo de nosotros mismos. Son flores únicas: azahar.

Según la estadística el Ayuntamiento de Sevilla es el primer productor de naranja amarga – a mí me gusta más ‘naranja agria’ – de Andalucía. Las noches andaluzas, de cualquier pueblo, de cualquier ciudad, baten todos los récords de perfume…No hay ciudad que se le compare.

Porque las ciudades huelen. Tiene olor propio. Según qué sitio y según qué tiempo. Y así huelen a brea; a rastrojos segados cuando las estrellas se asoman en las noches de estío; a aceite en los tiempos de molienda; a mosto en vendimia; a canela, anís y matalauva cuando llega Navidad; a pan caliente en las tahonas de pueblo…

La floración viene cada año, con días de diferencia. Como viene la flor del almendro y son gritos en medio del invierno;  o al  Jerte llega la flor del cerezo; o la flor de manzanos y ciruelos; la flor del naranjo, o sea el azahar, viene como las golondrinas, como la cigüeña, como las tórtolas. En su tiempo.

Diminutas. Pequeñitas. Casi piden disculpas por aparecer entre el verdor de la hojas. “María cuando te asomas / a la puerta del corral / pareces un naranjo chino / cargaito de azahar”. Así lo pregonaba el verdial. Son poesía hecha flor.

Las noches de primavera – desde la mar azul hasta el Chorro- huelen a esencia. Están las huertas en flor. Según qué variedad tienen un olor distinto. Azahares de limón, de  mandarinas, de granos de oro; cajeles – ‘cajelillas de las güeñas’ -  o de agrias…Todas diferentes a otras flores. Tienen en común: su belleza. Lo dijo Barbeito: “son lágrimas de Dios”.

viernes, 21 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tierras que para pan no son


                                              

A medida que se sube por Viso Alto, Álora queda enfrente, a la otra orilla del río, como cal blanca derramada por la ladera; como si a un cabrero se le volcase el cubo de ordeño; abajo el verdor de las huertas. A media ladera, la vía del AVE que rompe montes y rocas y va lejos. Muy lejos. Tanto, que llega… hasta Madrid, por lo menos.

Arañan con yunta los almendrales. Está cuajada ya la almendra. No hay esparragueras y las pocas que orillan el camino están rebuscadas, escudriñadas. Son alimento medio pueblo y parte del otro. Se bifurcan los caminos. En un rancho hay florecido un ciruelo.

Algarrobos centenarios y olivos de troncos retorcidos. ‘¿Cómo llamáis aquí a la flor del olivo’? Trama, Antonio - respondo. ‘En mi pueblo – me dice – también’. Y recita versos y habla y cuenta y me enriquece y escucho y subimos… Nos encontramos a otro Antonio. Saludos. No preguntamos. Informa: ‘Por los alreores de Serpeta hay un puñado de esparraguera, pero están muy jondas’.

Serpeta está en ruinas. Se cae de abandono y viejo. No bajamos. Ya no se labra el olivar que lo rodea ni hay bichos careando en las laderas. Nos cruzamos con una furgoneta de reparto. El camino, estrecho. Por Majaluna se baja a la cañada de Garnica. Seguimos camino.

Desde la ermita de la Cruces… Se abre el horizonte. Málaga y los Montes y El Torcal y la Sierra del Valle y ¿aquello? Alcaparaín y Sierra Blanquilla. La bruma no deja ver el mar. El mar los días claros, desde aquí, es un espejo de plata. Hoy, sólo una intuición, un deseo porque se sabe que está allí.

Como están allí: el partido de Jévar y Villanueva y La Joya, y el caserío blanco, disperso, esparcido… Esta labrada la tierra. Comemos en Almogía. Un grupo de hombres no se hablan. Se gritan entre ellos. Por Cherino, desde el borde de la carretera, escuchamos que canta un reclamo… Está verde el campo. Subimos al Torcal… ¡Dios, estando  Tú tan cerca…!

jueves, 20 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Primavera


                                              

El día no fue como el de ayer. Ni soleado, ni limpio ni esplendoroso. De mañana sopló el Levante;  luego, viró a poniente, y el cielo se puso de gris sucio, de nubes altas y pasajeras y de neblina que lo entoldaba todo.

Pronto el carbonerillo – ‘el pajarito del agua’ – arrancó con su melodía repetitiva y que contesta en función de lo que quiere oír el pregunta. ¿Pajarito va a llover? Sí; señor. Sí; Señor… Y así una y otra vez. O, por el contrario, que no, y que no, y que no…

Los telediarios repiten que hoy a no sé qué hora de la tarde, oficialmente, entró la primavera. ¡Hay que ver lo que sabe la gente que sabe! Los servicios informativos de meteorología ahora son autenticas clases de facultad. Falta que cualquier día manden: ¡cojan papel y lápiz que la  cabezadilla siestera se ha terminado.

Anoche le pregunté a Paco, si ha visto ya alguna polluela por el río. Me dijo que no pero  que en su casa ya hay golondrinas anidando. Esa sí que es noticia de que ha entrado la primavera. Es la eclosión de la vida.

Al caer la tarde pasé por la biblioteca. Recogí unos libros de Antonio Nadal. Luego, a  por agua a la fuente del parque. No es la Fuente del Avellano. No. No da el agua tan fresca como la nieve que pregonaba para su venta, por Granada, Antonio Molina pero es la que tenemos.

Con Tomás Salas y con Andrés – me los encuentro por la calle- intercambiamos opiniones. Hablamos de las cosas del día a día. De los retos que se pone uno. De lo que ‘ya’ manda facebook. Coinciden que se ha impuesto sobre otras costumbres y modos.

Cuando me siento a pergeñar estas líneas pienso que alguien escribió que la primavera es sólo placentera – “el amor que nace libre / no se puede encadenar” - en la mente de los poetas. Es verdad. Golondrinas que anidan, el río sin  la fauna que ya tenía que estar por aquí… El tiempo revuelo. Sin duda ha entrado la primavera.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El pastor


 

                                              

Llega, como todos los días, cuando cae la tarde. Es el pastor. Entran careando las ovejas. Sinfonía de cencerros.Va camino del corral. Hay verde. Mucho verde.  El ganado parece que presiente la cercana puesta de sol;  triscan con  avidez. No pierden bocado.

Un perrillo turco, lanudo, de pelo muy ensortijado y sucio acompaña al pastor. El hombre lleva un morral colgado, a modo de bandolera, sobre la espalda; un cayado largo, rematado con un nudo en la punta – “es de acebuche, ¿sabe usted?” – y una honda de siete ramales.

Se echa la mano al bolsillo. Me da tabaco. Le digo que no fumo. El pastor es un hombre de mediana edad. Tiene la barba de varios días y huele a sudor de quien lleva mucho andado. Va nombrando a las ovejas. El perrillo turco mira fijamente al amo como quien espera una orden y desea complacerle.

Me dice que abrevaron en el arroyo. Ahora, el arroyo, lleva agua, pero cuando da de corto, llevarlas al agua me cuesta ir hasta el río. Los guardas no dejan que el ganado se acerque al río. “Ya he pagado varias esnuncias”.  “Cuando toda la vida de Dios siempre hemos andado por el río, pero ahora con tantas leyes…”

Le digo que lleva razón. El pastor sabe de Medio Ambiente más, bastante más, que los que están detrás de las mesas de los despachos. Nadie está más interesado en conservar y en regenerar a la naturaleza. A él le va la vida; a los otros… ¿quién sabe qué les va a los otros?

Me dice que antes la lana valía dinero. “¿Hogaño?; cuesta” Las ovejas se esquilan en mayo. Viene un hombre del Pueblecillo, pero la lana no la quieren; el borrego, sí. El borrego lechal lo buscan algo los días que se arriman a la Pascua.

Me cuenta que las lengüetas de las cencerras se las hace él – con palillos de encina, o higuera – porque le gusta más el soniquete. No sabe de hombres - ha escuchado algo en la televisión - que saltan alambradas, ni que los catalanes quieren irse. No tiene ni idea, ni falta que  le hace, donde está Crimea. El pastor, es un hombre de mediad edad; se llama, Pedro.

martes, 18 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Guadalhorce


 

                                     
El Guadalhorce –dicen – nace en un lugar como sin importancia, donde las Sierras de Gibalto, Camarolo o de las Cabras juegan a prestarse, unas a otras, las sombras de la tarde, las umbrías de invierno, o los cielos azules coronados por alguna nube pasajera.

En la Fuente de los Cien caños. Caño más o caño menos, que tampoco es cuestión de cuentas, en los años buenos, el agua rompe por encima de los propios muretes. No cabe por los caños y es un tropel de espuma que baja al encuentro, eso sí, con el río de verdad.

Por las calizas nacen higueras bravías, espinos, escaramujos, rosales silvestres: vegetación  que aprovecha cualquier rendija por donde buscar el frescor interno de la piedra. Olivos frondosos, copudos, salpican la tierra de labor.

Aguas abajo, por Villanueva - al que han puesto un apellido horroroso: del Trabuco - hiende el pueblo como quien va por donde quiere y a donde quiere… Uno tiene amigos en el Trabuco y piensa en ellos cuando escribe estas líneas y recuerda que de niños - le contaban - alargaban el chorro, a orillas de río, en los recreos, para ver quien llegaba más lejos.

Quien sí se va de lejos es el río. En Archidona es recuerdo de amores imposibles; en Antequera un pastel de vega fértil, un acopio de tierras donde todo es rico. ¿Todo? Por algo, por aquí, ya andaba el hombre cuando se vestía con pieles; luego, cuando hablaban una lengua rara – ¡hasta sabían latín!- y, después, poesía de moros y cristianos.

Corta el tajo calizo. Es el Desfiladero de los Gaitanes. Es embrujo y misterio. “No, no fue el río – nos contaba una noche Pedro Cantalejo, a Barbeito y al que suscribe – quien rompió la roca sino la tierra que se elevó” Y, uno, en su ignorancia, se pregunta ¿por qué pretende siempre, la tierra llegar a los cielos?

Álora se asoma de puntillas. Lo ve venir y, después,  irse, camino de la mar. Limoneros, naranjos y un sarpullido de casitas blancas. Como a capricho, como puestas donde sí y porque sí, como pespuntes de hilvanes en un encaje de lujo que se pierde en las crestas azules de allí, donde dicen que es el morir.

lunes, 17 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Tío Moya


                                              

Era un personaje estrafalario y esperpéntico. Nadie sabía ni de dónde venía ni a dónde iba. Caía por las casas del campo al trasponer el sol. Si le daban de comer, comía; si no, proseguía. Era un filósofo que asombraba por cuanto sabía, por cuántos los otros creían que sabía y por lo que predecía.

“Donde unos ven estrellas; otros, ven polvo cósmico en suspensión…” Y usted, tío Moya, usted qué ve?  - María, respondió, a la mujer que le interpelaba, “eso quisiera saber lo que veo yo porque llevo mucho tiempo preguntándomelo”.

Les dijo que serían temibles los “de las cinco muelas”, y que vendría un guerra, la más grande de todas la guerras… Les metía el susto en el cuerpo. Contaba cosas a la luz del candil, dormía en el pajar y, a la mañana siguiente, desaparecía…

Yo nunca lo vi. Cada  vez que aparecía un mendigo, por el camino, me preguntaba, en mi curiosidad infantil, si aquel hombre sería el tío Moya. Pero, por cómo lo trataban los demás, no debía  serlo. El Tío Moya era - en su especie -  una autoridad: respetada, admiraba y, en cierto modo temida.

Personaje de leyenda. La noche era su aliada. Trasmitía, como Galdós en Fortunata y Jacinta,  presentimientos que sin saber  porqué se hacían efectivos y cumplían, siempre, lo anunciado. Era aquella una sociedad dominada por la incomunicación, el analfabetismo y la curiosidad por todo lo que venía de otro sitio, aunque fuesen mensajes, algunos indescifrables…

Avanzaba, una tarde de la recién estrenada primavera, el tren por los montes ondulados de Galicia camino de Monforte de Lemos. Yo miraba cómo pasaban los palos del telégrafo, y el campo verde, y los riachuelos con agua, y  las ovejas que pastaban en las laderas.

Subió, al tren, un mendigo. Para los castellanos viejos tenía acento gallego… No sé qué acento le darían, desde el otro lado, los gallegos. ¿Sería una reencarnación? Otras veces me pregunto: ¿llegó a existir, realmente, aquel personaje extraño, desconocido y  esperpéntico, al que llamaban,  el Tío Moya?

domingo, 16 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Malajes


                                              


Hay una cosecha esplendida. No ha llovido mucho; tampoco importa. Nacen - o vienen- por generación espontanea. Como a las esporas, los trae el aire y los deja donde le parece. Uno aquí, otro allí… Ya se sabe, una siembra a voleo. Al que le toca, le toca.

El diccionario dice del malaje que es una persona con poca gracia (es generoso, le reconoce, aunque no en demasía, ‘alguna’, cuando dice lo de ‘poca’), desagradable y con mala sombra. Es tan inoportuno como una carta certificada de Hacienda: siempre viene mal.

En Granada lo llaman malafollá, en Málaga gilipollas y, en otros sitios, malapipa. Ninguna de las tres acepciones las recoge la Academia de la Lengua. Son tan ‘desgraciados’ que ni el diccionario los quiere. ¿Por qué será?

Tienen, también, una ‘punzá’ de memos, de tontos, de simples. De hecho son sinónimos. El malaje, por supuesto, sabe lo que eso es;  nunca se lo aplica así mismo. Es para los demás. Está por encima. Es el más ‘listo’ de la partida.

Hay, también, días ‘malaje’. Hoy por ejemplo. No hay nada más que ver la televisión. Malajes son el Arturito Mas –perdón don Artur- y la sombra estrábica que le sigue; malaje es el nota que le asestó, anoche, tres puñaladas, a un colega en la puerta de una discoteca por unas copas mal bebidas; malajes, los políticos ‘borrachos de sombra negra’ que no escuchan el clamor de su pueblo.

Todo pueblo que se precie, tiene por lo menos, - oficial – uno; arrimadillos al querer, algunos. Suelen estar siempre en el sitio más visible. En el bar de la Cristalera, una mañana había colección.

-          Parece que, hoy, estáis ‘completitos’, le dice Juan Fernández, veterinario de profesión, al camarero cuando contempla el panorama.

-          Ya, sabe usted, don Juan, - le replica - cuando una cabra se pierde ¿a dónde va? donde hay otra  piara…

 El malaje, - personaje sombrío - “al ver que otro se alegra, él se apena”, se entristece con el posible gozo de los demás, es especialista en reventarla y sufre, con la complacencia ajena.  Calladito está más guapo, si no habla, pasa desapercibido pero siempre, aparece… ¡Digo si aparece! y, si está ‘perdido’, entonces, en piara.

Y hay días, como hoy, que son malajes y, uno, no sabe de qué puñetas va escribir y, entonces, salen estas cosas.

sábado, 15 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Raquel

                                               

Tiene dos docenas de amapolas entre sus días; tiene dos ramilletes de azahar de las que florecen en primavera; tiene, entre sus manitas, dos ramilletes de romero del que se cría en las sierras que su abuelo correteó de niño; tiene el perfume que da dos años de vida.

Raquel nació con todas las papeletas, todas, para no sobrevivir. Y sobrevivió. Hay que pensar que los milagros y la ciencia, a veces, no van muy lejanos entre sí. Raquel es la respuesta a las preguntas que se quedan en los porqués. Raquel es una eclosión de eso que llamamos vida.

Acaba, su abuelo, de publicar un artículo precioso. Da la noticia y lo comunica para deleite de todos.  Las pesadillas terminan en sonrisa cuando se despierta del mal sueño. Les ha ocurrido a toda su familia; los amigos, nos hemos acercado, pero siempre desde la orilla. Los que cruzaban el río eran ellos.

Raquel, en opinión de su abuelo, es una guindilla. Ya saben. La guindilla pequeñita, preciosa e imprescindible para todo a lo hay que darle un punto que diferencie. O sea, que le dé pique a la vida. Estoy seguro: se lo va a dar. Y con creces.

Corren tiempos de confusión, de gente que de un contravalor hace un estandarte. Esta ‘noia’ – no sé si se dice y se escribe así- acaba, sin proponérselo, de dar una lección: sobrevivir contra el pronóstico más hostil. Viene a un mundo inhóspito. No importa. Ésta se reirá de los peces de colores.


Raquel es la brisa fresca en una calurosa tarde de verano; Raquel es la espuma que corona las olas en un día soleado y azul; Raquel es la espiga que mece el viento en un trigal abrileño. Raquel es la esencia de la vida misma. Gracias, Raquel por ser ¡ya! como eres.

viernes, 14 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El campo

                                              



Está el campo ahíto de flores. Sube la yerba por la lindes, reverdecen los sembrados; se abre el azahar en los naranjos… Todo es perfume, sensualidad, belleza. Proclama como fray Luis de León: “Vino, nos marcó nuestra tarea/ y se fue”.

No sabemos por donde se las andará. Vienen hoy los periódicos…; habla, y no acaba la radio. A uno le entra por pensar que, efectivamente vino, vio y, cuando supo lo que daba de sí el personal, se fue. Estaría harto de tanta hipocresía, de tanto tonto suelto, de tanta maldad agazapada.

Esta mañana, al rato de apuntar el sol el campo se tornó de pinceladas de colores. Y mira que las nubes de Levante entelerañaron el cielo, pero las flores - ¿por qué  las llamamos silvestres? -  se lavaron la cara, se vistieron con la ropilla del día y dieron en abrir con toda la belleza que llevan dentro y, entonces…Todo fue  una sinfonía de color.

Pepe Díaz colgó en facebook, las otras noches, un ramillete de almendras - terciopelo verde - ya cuajadas. Sorprende que ya estén así; Juana Sánchez echa mano al refranero y habla de un marzo con lluvias de noche y días sol; y Marilina, cuelga - como el pan diario - su sorprendente flor de cada día.


El arroyo ya corre claro. El agua busca su ir natural, o sea el río y…el río, ya se sabe. Se ha abierto la primavera con todas las ganas contenidas de un invierno largo y gris. Dicen que por ahí  lluvioso y, a uno, sólo le queda refugiarse y firmar - si lo dejan - junto a San Juan de la Cruz: “Mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con presura, / y yéndolos mirando, / con sola su figura/ vestidos los dejó de su hermosura…” 

jueves, 13 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. 'Ad limina'

                                               ‘AD LIMINA’

Parece que, en la penumbra de los templos, las Vírgenes, vestidas de hebrea, le dan otro matiz a la Cuaresma. Huele a cera. El ‘Tarni Shield’ o el bicarbonato de toda la vida, o ¡qué sé yo!… cualquier cosa es buena para sacar brillo a la alpaca plateada.

Dentro de unas noches, con toda la candelería encendida, si la brisa no dice lo contrario, llenarán las calles, serán el asombro al revolver de cualquier esquina y se escapará más de un suspiro de muchas gargantas. Estará abril en esplendor y el fervor cofradiero mecido a flor de tambor.

Acaban de volver de la visita ‘ad limina’ los obispos de Roma. Dicen que el Papa les ha pedido que cuiden a las cofradías. Excelente recomendación, Papa Francisco. Al igual, nadie le ha informado a Su Santidad que, no pocas veces, el primer anticofrade era el propio cura… Cosas que pasan.

Me contaban. En una anterior visita a Roma el obispo de una determinada diócesis  presentó al Papa de entonces un cartapacio preparado por el ad latere de turno. El Papa ni lo miró. “Esto, dicen que dijo, es un folleto que prepara cualquiera estudiante de una facultad, dígame, cuantas hora dedican sus seminaristas al estudio y a la oración”. El obispo se metió en la habitación del hotel y no salió en tres días.

La misma pregunta habría que hacer en algunas cofradías. No sé quienes tendrían que meterse en alguna habitación… Al igual, un tiempo en la penumbra de los templos que huelen a cera y a incienso… Ustedes me entienden. Puede que toda la culpa no la tenga el cura.


Una procesión, según que ciudad –Sevilla, por ejemplo-, puede ser el Barroco pleno en la calle; en otras sacan lo mejor de su imaginería. El arte de la gubia. Cristos y Vírgenes y todo lo que el pueblo le echa encima cuando por medio se las anda algo sublime: la fe. “No me tienes que dar porque te quiera / pues aunque lo que espero no esperara / lo mismo que te quiero, te quisiera”.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Almoraduj

                                               

¡Qué bonito, Antonio, qué bonito! Cuando subíamos, esta mañana, a las Mesas de Villaverde, además del tomillo - que rebrota al abrigo de la primavera - ya estaba el romero en flor y el almoraduj apuntando y la mano de Dios que siembra a voleo y capricho...

De lejos, el río, se iba escondido entre las huertas. Buscaba la mar, soñada, anhelada, deseada, como se desea a la amante la noche de luna que rompe abril. Como se desea que se cumplan… Ya se sabe. “El Dorado siempre está un poco más allá de donde podemos llegar”.

Detrás de los montes aquellos que dicen de Málaga y,  entre la bruma, está la mar. No sé ve. Sabemos que está, que es azul y de olas plateadas. Llegan, dejan besos de amor en el rebalaje y se van. Esa mar, Antonio, también, es mar de silencio y tumba. Hombres que huyen del hambre y la miseria y creen, otra vez… El dorado...¡Ya sabes!

Por aquellos montes, de enfrente,  en caliza pura, se quiebran los vientos fríos. Vienen del norte. Abajo, en el valle, se asienta, antes que en otros sitios la primavera. Están de rosa los almendros ardaleños; de blanco, los ciruelos. Orgía de abejas en tropel ¿Quién llegará primero? ¿Has visto? Ya huele el aire a azahar.

Por los cerros de Bombichar trepan olivos centenarios. Retorcidos. Apuntan a trama  nueva. Dentro  de unos meses serán aceitunas y por San Juan…, no, aún no estarán llenas de aceite que es vida, que es ungüento y bálsamo; perfume y sueño de molino y, compañía a la hogaza de pan…Bendita aceituna nueva.


Por allí… Teba y la campiña y Campillos y la laguna y Los Mapaganes y las  sierras del Sur de Sevilla. Ahí, entre los pinos, ruinas en piedra. Matagallos, sabinas y mastrantos; salivitas del Señor, piñas en las ramas y en suelo. Espárragos, muchos espárragos. Mil años de historia. Sueños de hombres a los que les vino chico su tiempo y, nosotros, en la cumbre, veroniqueando con el viento; tú, desgranabas versos. ¡Qué suerte, Antonio, qué suerte!

martes, 11 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El niño aquel

                                   

Aquel hombre era alto, enjuto y con bigote. Vivía en el campo en una casa grande. Por delante de la casa había un rancho y por delante del rancho, formando trinchera,  pasaba - y pasa - el tren. El tren venía de abajo, o sea, de Málaga o iba a muy lejos, o sea a Madrid. Probablemente, ni lo uno ni lo otro, pero a mí, entonces,  me lo parecía.

En la pared de la casa que daba al rancho había clavadas varias estacas. Aquel hombre amarraba las bestias para aparejarlas. La faena llevaba su liturgia: el albardón, los ropones, la jalma, una cincha que daba la vuelta y apretaba y apretaba para que no se moviese el aparejo…, por la baticola se le sacaba la cola larga - con la que aventaba las moscas - el animal. En la boca un bozal.

 Los mulos de aquel hombre tenían nombres. Se llamaban ‘Romero’, ‘Canito’, ‘Chaparro’, ‘Peregrina’… Romero era un mulo entrado en años. Araba en yunta con ‘Canito’ que era más nuevo y brioso; a ‘Chaparro’ lacionato y patilargo lo uncían con ‘Peregrina’ que era una mula muy noble.

Cuando Paco Reyes – un hombre muy bueno a quien yo quería mucho – iba por agua a la Fuente de la Zorra aparejaba a ‘Canito’; le echaba las agüeras con cuatro cántaros. A mí, que me gustaba irme con él, me aparejaba a ‘Romero’….

Paco me contaba cosas y una vez me dijo que la fuente se llamaba así porque por encima había una zorrera y la zorra vieja cuando no estaba de cacería por los gallineros de Flores, por Los Llanos o por el Sabinal, se asomaba al brocal de la fuente. La zorra vieja era muy pillina y, cuando veía venir a la gente se escondía…


Yo se lo dije a aquel hombre y me dijo que era así y que, porque era tan astuta, se llamaba ‘zorra’. Y le pregunté, ¿una zorra astuta qué es? Un día, cuando seas mayor, me respondió, sabrás lo que es eso. Aquel hombre era mi abuelo.

lunes, 10 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Predilección

                                               

Lo ha publicado SUR. Hace un rato. Diputación – Excelentísima Diputación – ha tenido a bien conceder la Medalla de Oro de la Provincia a Manuel Alcántara. Por muy poco… Esperar a que haya cumplido ochenta y seis años (con letra para que no haya malos entendidos)  me parece que es esperar demasiado.

Ya ves, Maestro, en otros sitios – no es que a ti no te lo hayan dado, que sí te han dado otros premios, muchos premios – cuando tienen una gloria viva como lo eres tú, no es que le den reconocimientos, es que, si es preciso, se los inventan y los crean, especialmente, para ellos.

Aquí somos así. Cuando tú trasponías, en el viejo Gordini, por la Cuesta de la Reina y escribías, rememorando aquello del fandango de Paco Isidro: “aunque me voy / no me voy / aunque me no voy, no me ausento / y aunque me voy de presencia / me queo de pensamiento”. La brisa nacarada de la mar salada subía contigo.

Ya, entonces, cuando escribías desde Madrid…siempre, al tercer o cuarto artículo, aparecía Málaga. No importaba si era desde el Paseo de Rosales o si compartías tertulia con Ignacio o con Josefina Aldecoa, o si era con el maestro Campmany, o con Cesar González-Ruano. Daba lo mismo.

Siempre, en el fondo, estaba Málaga. Ahora, porque decidiste volver – que suerte, que lo hiciste – y porque cambian los tiempos somos otros los que te seguimos. Cientos de lectura, a diario y, otros que son leyendas vivas, como tú: Barbeito, otro Ignacio –Camacho – y un muchacho de Málaga que no promete; es una realidad. Apunta muy alto. Al tiempo. Se llama Juan Gaitán. Escribe en la Opinión.

Tu Málaga, la del paseo del parque donde te siguen saludando, las palmeras, por tu nombre, la del puerto de aguas oscuras, la que mandó a vivir, a un barco, a la paloma de Picasso, te da un reconocimiento.


Tú sabes, Maestro, que ya no hay carreras de  sirenas y delfines en los Baños del Carmen y que, en la calle del Agua, sigue, la Virgen de Gracia, tu vecina de enfrente…y que, algunos, que ya no tenemos quien nos lleve de la mano, nosotros, te seguimos queriendo.

domingo, 9 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Justicia para Mónica

                                   

A media mañana la gente se echó a la carretera. Una marcha de manifestación. Casi cinco kilómetros de distancia - desde su casa a la puerta del Ayuntamiento - y una distancia sideral entre el dolor y  el porqué a una pregunta sin respuesta.

Mónica era una amapola que abría en la incipiente primavera. Una obra mal conservada, una imprudencia y un ¡vaya usted a saber qué¡, le hizo emprender el viaje definitivo para ella y, la sepultura, en vida para todos los suyos.

Un canal mal embovedado, una malla que debería servir para lo que se hacen esas cosas y que sin embargo, no servía, un cemento pasado de fecha… todo lo que se aporta cuando ocurren estas cosas. Lo cierto que una vida que empezaba a abrir al sol de la primavera  se truncó para siempre.
Y, viene, lo que viene. ¿Qué más cosas tienen que ocurrir para poner remedio? ¿Cuántos muertos hay que poner sobre la mesa para que quien tenga que tomar las medidas las ponga?

Estará el medrador de turno sentado tras la mesa de la delegación rizando el rizo para no crear problemas al que tiene por encima. ¡Ay, silloncito de mis entretelas y coche oficial y suelto seguro¡ ¡Ay, de la poca - ¿poca?, no ninguna- vergüenza de quien tras el puesto de responsabilidad la elude. Una vez más, paños y más paños calientes. Todo para nada. Todo un palabrerío hueco.

En una mañana de marzo, vecinos, amigos, conocidos, con su alcalde –que se representa a sí mismo y, a los que queriendo, no pudieron ir-  a la cabeza han pedido justicia. Bien por ese alcalde y, por otros políticos, a quienes no ha importado jugarse el puesto y ponerse del lado de quien sufre y pide justicia: Han recorrido un camino largo en la distancia; insalvable en la pena.


Está a punto de reventar la primavera. Sólo que este año faltará una flor, la flor más bella, la de  la vida de una niña que se abría pero que la desidia de los hombres la truncaron como quien siega, sin mirar, ni cómo ni donde, en la más hermosa de las praderas. ¡Justicia para Mónica!

sábado, 8 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Castillo de las Torres resiste al tiempo y a los hombres



Corona el cerro al que da nombre. Es emblema, santo y seña, referencia… Desde la lejanía se divisa; de cerca, se admira. Los pináculos que sobresalen le dan nombre. Fue castillo frontero durante la Edad Media y antes, bastión cercano a Bobastro y antes…

Los iberos (en el arroyo Hondo, el investigador José María Lopera ha situado varios hornos de alfarería) se asentaron en él; según el profesor Arribas Palau, lugar de fenicios que subían por el río.

El descubrimiento de un gran aljibe, junto a su muralla oriental, con posible prolongación hacia el interior es admitido, casi por unanimidad, por los investigadores como la ubicación de la Iluro romana.

Los árabes lo reedifican en los tres períodos: emirato, califal y talifa. En este último se recrece más. Materiales endebles: adobes y morteros. Su conservación, muy deteriorada. Casi no queda nada de las torres albarranas ni de la muralla. Lienzos sueltos. Alguno, incluso  - como el ‘mojón’ del barranco – incrustado en la población.

En 1434, Diego de Ribera, Adelantado de Andalucía pone cerco. Es primavera. “Por encima del adarve / quedado se había un morico / con una ballesta armada / y, en ella puesto un cuadrillo…” Lo cuenta: “Álora, la bien cercada”. Es uno de los romances más bellos de la épica castellana. Lo decía Menéndez Pidal, y si lo dice don Ramón…

También por primavera –  junio, por más señas y 1484 – lo toman (desde el siglo XII habían fracasado todos los intentos – las tropas de los Reyes Católicos. Viene al mando el Rey Fernando. Sobre el suelo de la mezquita principal se construye la primitiva parroquia de la Encarnación. En 1755 las secuelas largas del terremoto de Lisboa la echó por tierra.


Varias veces –con alternancia de tiempos - cementerio. Hasta finales del siglo XX. Ha vivido ‘gracias’ a la muerte. Ahora, con más dificultades de  las deseadas llevan a cabo obras de conservación. ¿Más datos? Otro día podemos volver. Hoy, sólo pinceladas sueltas.

viernes, 7 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. María de Burgos

                                              


Hurgo en los papeles viejos. Escribanía de Espinosa. Segunda mitad del XVIII. Testamento de María de Burgos. Los testamentos son fuentes excepcionales de información. Nos dicen cómo eran de pobres los que se tenían por ricos: un candil, dos orzas, un jubón, dos juegos de palanganas…

Es el siglo “de las Luces”. Fragua la revolución más grande de la historia y la hace…la burguesía. Arde Francia; hasta aquí, llegan, sólo, los rescoldos de la candela. Otra vez, España, llegaba tarde al tren.

¿De la Álora de entonces?  A primeros de diciembre de 1741 se habían producido copiosas lluvias. Hace frío. El temporal frena la epidemia de vómito negro. ¿Serían medidas de higiene y nada más?

¿Su riqueza? En la seda. El dos de abril de 1738 se hace una relación de criadores. Dicen que poseen morales en la Vega de Santa María, en Pedro Latorre, Anorias del Jaral, Molino Alto… Conocemos las zonas productivas del alimento básico para el gusano.

Grandes cambios en la Historia de España. Cuando casi alboreaba el siglo, llegan los Borbones. Por el tránsito de este tiempo - sólo medio siglo - pasan: Felipe V, Luis I, otra vez Felipe V y Fernando VI.  Es el Rey que reina cuanto le dicta sus últimas voluntades al notario de entonces, o sea, al escribano.

Y dice: “estando como estoy enferma de cuerpo y sana de voluntad y en mi libre juicio y memoria (…). “Mando se dé al convento de Nuestra Señora de Flores extramuros de esta Villa 50 rs. de vellón, en una sola vez, y pido del padre Guardián y religiosos de la comunidad asistan a mi entierro como comunidad y me en Comienden (sic) a Dios”.


¿Se cumplieron sus deseos? ¿Cumplieron los frailes? ¿Quién fue esta María de Burgos? Todo esto quedó dispuesto: “a diez de julio de mil setecientos cincuenta y dos años” Y, a mí ahora, en estos días que homenajeamos a la Mujer, me ha dado por contárselo a ustedes. Aberruntos que tiene uno.

jueves, 6 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Perotes


                                               

A los de Álora - a poco más de 38 kilómetros de la capital - barrunteros a la sombra de El Hacho nos llaman, los de los pueblos vecinos, y otros, que no los son, perotes. A nosotros no nos molesta. Nos sentimos orgullosos de ser perotes. ¿A que suena hasta bien? Perote… Pruebe. Silabee: Pe-ro-te.

A los de otros sitios los llaman con nombres muy raros: calagurritanos, bilbilitanos, vallisoletanos…A mí ¿qué quieren que les diga?  me parece más bonito eso de que nos llamen ‘perotes’… Carpetovetano puede ser cualquiera, pero ¿perote? Perote, sólo, puede ser uno que remanezca del Lugar.

El perote – la abuela bien, gracias – como la media verónica, incompleto pero genial; buena gente: “brutos, pero nobles”. Dele la mano Majestad, cuentan que terció el marqués de Sotomayor, al Rey Alfonso XIII, cuando al abrir la portezuela del tren correo, que paraba en la estación, de sopetón uno “adelantadillo”, le ofreció la mano y le dijo: “Alfonso, chócala ahí, por ser la primer vez que nos vemos”. El Rey se quedó como un poco cortado y, fue entonces, cuando lo del marqués.

Sorprendentes.

Pedro, - llega, con un apósito que le abarca media cara al mostrador del entonces Banco Central - ¿qué te ha pasado?

-“ Na, que me han sacao un ojo”…

Agudos.

Vivía del cuento; la mujer partera, y van le ponen de mote: “pan de higo”.

Pragmáticos.

“¿La política en el pueblo? Un cebadero con cinco comederos y siete ‘comensales’ No es exactamente así, pero…eso era antes de la guerra, no sea mal pensado, hombre.

Como es normal nos llevamos mal con los del pueblo vecino - aunque los de aquí van a casarse allí, y los de allí vienen…- pues ya se sabe. Podemos pedirle a un perote, cualquier cosa, la proeza más grande. Se desvive por hacerla. Como el vuelo de la perdiz muy intenso, pero muy breve. Un perote no faltará nunca, la mañana del Viernes Santo, a la Despedía (que no es despedía sino reencuentro).


Si usted, por un casual, se entera de donde viene el gentilicio, todos se lo vamos a agradecer que nos lo diga. Lo del tal don Pero y los Reyes Católicos, y esas cosas, como que no… Ah, no le haga caso – y que no sirva de precedente – por esta vez al diccionario. La palabra, por aquí, nada de despectiva, sino que a mucha honra...

miércoles, 5 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Diego Mamely y II

De: El camino desandado (Inédita)


                                         DIEGO MAMELY y II


6 de marzo.- Sobre las seis y veinte, Diego Mamely, a hombros de los suyos, ha salido de la iglesia por la puerta de la calle Bermejo. La puerta de tu calle, -de tu calle de cuando éramos niños y jugábamos a ser felices- y del almacén de tu Virgen de los Dolores, y del panteón donde  veíamos como Martín, “el de la Baratera” se las ingeniaba, en la Semana Santa, con los pocos lirios blancos que tenía para sacar lo más decente posible el trono a la calle en aquellos años de carestía. Te he visto ir. ¿Recuerdas, Diego, aquellas tardes de mayo, cuando don José Oropesa nos hacía escribir al dictado aquel texto que ya sabíamos de memoria: “resonaba en el fondo de la galería un piano destemplado que parecía balbucear de mala gana…?” Tú, eras siempre el primero, en Matemáticas. Y cantábamos aquello de “Machichaco en Vizcaya, para tomar respiración en Traflagar y Tarifa en Cádiz, y concluíamos con el de Creus, que debía estar lejísimo, por lo que nos costaba llegar. La clase olía a sudor de niños y a agua de varios días en tarros de cristal con azucenas para el Mes de María. Tampoco queda nada del viejo caserón que daba a tu calle y a la plaza donde jugábamos en el recreo. Ahora siento una profunda melancolía. Me invade. Me posee. Se apodera de mí y, a veces, me vienen pensamientos que hay que desterrar con la velocidad del rayo. Te has ido, Diego, y hay cosas que  no se le hacen a los amigos porque ya ves, pasan los días y eso que llamamos tiempo, pero, tú, no pasas. 

martes, 4 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Diego Mamely (I)


De: El camino desandado (inédita)


5 de marzo.- Me llama Emilio Carmona: ¿lo sabes ya? Se nos ha ido Diego Mamely. Se lo ha llevado el sol a ese sitio a donde sólo van los buenos de verdad. No por esperado, me ha dejado sin resuello. Me he llegado hasta su casa. He subido. No he podido entrar en la habitación. Diego, me frenabas tú; pero no tu muerte, me frenaba tu hombría de bien que se acaba; tu palabra aguda, inteligente, veraz y certera; nuestra amistad desde la niñez. Me he vuelto desde la puerta. He abrazado a los tuyos y, abajo he llorado con  tu cuñado Manolo, con tus amigos que hemos ido llegando. Ya conoces cómo corre esto y la escasez de palabras que, en ocasiones, faltan a la fuente. He vuelto por la noche. Ha llegado Pepe, el del Potro, ¡cómo te quería Diego!, Y Parrita, Sebastián, “el Coco”, y Juani González, y todos, Diego, porque no faltaba nadie. De madrugada se levantó frío. Mucho frío. No sabíamos si el frío venía de fuera o salía de dentro. Y, al frío, se unía el silencio. ¿Sabes? como don Antonio Machado, ando - y esta noche más- “siempre buscando a Dios entre la niebla”.

lunes, 3 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El sabor del tren

                                               

A José María González, ferroviario.

Acuñó la copla aquello del “chacachá del tren” y hablaba de un expreso que iba a Lisboa. ‘Mocedades’ lo volvió a grabar. En los trenes expresos – que hacían largos recorridos – viajaban los ricos; los pobres usaban el correo, el ‘mixto’, el ‘rápido”…

Andrés Dobarro, tuvo un éxito grande con “O tren”. Cantaba al tren que lo acercaba a Galicia, y cruzaba los campos de su verde tierra y el río Sil – “El Miño lleva la fama y el Sil el agua”-  cargado con la ilusión del que vuelve…

Tenía el tren olor y sabor propio. La máquina de vapor disparaba miles de chispas ardiendo de carbón mineral. El fogonero alimentaba la caldera para que el agua hirviese y, vapor,  y presión y  luego…, el tren surcara los campos con un pitido largo y agudo.

España estaba cruzada (no sé quién lo escribió, pero ¡qué acierto!) por esas cremalleras largas, sin término y con pocos remaches. Los pueblos estaban más cerca, y los trenes iban o venían –todo es cuestión de hacia dónde se mira- por las noches, al amanecer, a esas horas del día donde parece que se para el tiempo.

Cuando de madrugada, llegaban los trenes, a la estación de Alcázar –Alcázar de San Juan – se partían. Los que iban para Madrid o los que enfilaban a Levante. Subía un hombre con un canasto grande; recorría los pasillos y despertaba a los viajeros, entreabriendo la portezuelas de los departamentos, con una voz pregonera: “tortas de Alcázar”… Fuera hacía frío.

Resuena, el recuerdo, el cuchillero de Albacete. La estepa manchega blanca por la escarcha mañanera y el hombre que transita, junto a las ventanillas, por el andén, con un blusón largo, con el primer botón abrochado – como la gente de Alhaurín cuando vendían ajos por los pueblos-  y caído, de bolsillos grandes: “navajas de Albacete”.


En Astorga, también, subía un vendedor. Tenía otro timbre de voz. Como más cantarina, más duce y más melodiosa. Como escapado de una obra de Valle-Inclán: lastimero y agudo. Cambiaba la mercancía. Ofrecían “mantecadas de Astorga”. Ahora los trenes ni saben ni huelen. ¿Dónde estará el sabor del tren de entonces?

domingo, 2 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Soria de Leonor

                                               SORIA DE LEONOR

Una mañana fría y gris. En la autovía un cartel anuncia: ‘Soria Sur’. Giro. Entre el arco grande de piedra, a la derecha, a modo de acueducto, sobre el río y la estación, al otro lado, se abre paso la carretera.

La ciudad tiene poca densidad de tráfico. Aparco junto al “olmo viejo, hendido por el rayo”. Rodea el olmo una pequeña verja de hierro forjado. Desde una placa donde se exhibe el poema - escrito durante la enfermedad de Leonor - una cadena lleva al tronco seco. Una mano lo acaricia. Detrás de la tapia de piedra y ocre, cipreses. El Espino: “donde está su tierra”.

Me echo a andar. No hay gente por la calle. Por San Juan de Rabanera bajo al Collado. Unas mujeres me dicen que como se han cumplido 75 años de la muerte del poeta han colocado una estatua de bronce, en la plaza Mayor, frente al Ayuntamiento, junto a la iglesia de Santa María la Mayor.

Voy. Conforme se llega a la puerta de la iglesia - las señoras se han vuelto para acompañarme - me dicen que está como se llevaba entonces: la mujer de pie y el hombre sentado. Leonor apoya sus manos sobre la silla vacía. Bueno, vacía no, acoge el recuerdo. En frente, las colinas peladas por el frío del invierno cantadas por don Antonio.

Por la calle de la Aduana Vieja llego donde el Instituto. Pido permiso. Entro. “A la derecha, al fondo del pasillo”, me indican. Les digo que conozco el camino. Sigue allí, como la primera vez que llegué a ella. ¿Te acuerdas, hermano? No quisimos, entonces, -ahora tampoco -, sentarnos en el sillón del Maestro.


Uno sabe que todo  es postizo. Reconstrucción de algo que fue y no es. Flota en el aire algo especial. Silencio. Mucho silencio. En la planta superior, colegiales de hoy. No sé si estudian. ¿“Monotonía de lluvia tras los cristales”? No llueve pero hace frío. En Ibercosas Clase me compro unos libros: de José María Valverde, Antonio Machado, 2ª edición; de Avelino Hernández, Una vez había un pueblo… Y, uno sigue viaje.

sábado, 1 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Idus de Marzo

                                    

Entre el mundo romano era algo buenos salvo cuando se les torcía el ‘jopillo’. A César se lo llevan por delante los Idus de Marzo. Tenían el poder oculto que podían cambiarlo todo. En la naturaleza, cuando se desataban, eran incontrolables. Temibles. Contradecirles no tenía nombre.

Han colocado a Quintiliano, mejor una representación en piedra del que llevó el nombre de su ciudad natal por todo el Imperio, en un enclave de caminos. Por la derecha, a la Catedral y al Cidacos antes que entregue sus aguas al Ebro; por la izquierda hacia las tierras de Navarra. Al frente, al casco antiguo.
Calahorra recoge parte de su pasado – ciudad bimilenaria – con bustos  y tégulas funerarias puestas estratégicamente, en medio del paseo. Indómitos “contra Cartago et  Roma” por si, a alguien, le quedaba alguna duda de cómo se las gastaban aquellos celtíberos de entonces…

Cercano a la iglesia de Santiago - en el casco monumental -  un museo coqueto, bien diseñado, ordenado y pulcro ofrece parte de toda esta herencia. La romanización de Hispania: derecho, lengua, costumbre, caminos…

Por cierto hablando de caminos, calle de Santiago adelante, la primera a la derecha,- un palmo antes de llegar a la calle de la Estrella -, en “La Taberna de la cuarta esquina”, parada por obligación. La devoción de la amistad de Barbeito me llevó hasta allí. Si le digo que es de los sitio donde uno debe ir, al menos, una vez en la vida…

Los  idus de marzo han desatado todas sus fuerzas por la Ibérica. Están blancas las Sierras de la Demanda, Urbión, Montes  Claros… Oncala tiene mucha nieve y más frío. Arrecia el viento y la ventisca azota la cara, tanto que… Anoche debieron pasarlo mal, por aquí, hasta los lobos.


 El Moncayo, entre nubes, no se ve. No hace falta. Uno sabe, que está blanco; por Noviercas quedan muchos recuerdos de Bécquer; por Veruela, también. Los Idus de Marzo han venido como compañeros de viaje un largo trecho del camino a modo de lluvia constante; la radio dice que el ejército ruso ocupa Crimea. Que los dioses te libren – y, a mí, también - de los Idus de Marzo.