jueves, 31 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora

 


Permitidme que la rosa de hoy se la dediquemos a los que han perdido la vida en la catástrofe de estos días. 

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ustedes son formidables

 

        

31 de octubre, jueves. En los años sesenta del siglo pasado, Alberto Oliveras – ya hace años que se nos fue – presentaba un programa, importado de Francia, en Radio Madrid, de la Cadena Ser: “Ustedes son formidables”. Era un espacio solidario. Recaudaba ayuda económica para los más necesitados en aquellos momentos. Como sintonía tenía de fondo la Sinfonía del Nuevo Mundo de Anton Dvorak.

De lo que estamos viviendo en parte de España estos días no hace falta hablar. Sobran imágenes, comentarios y desinformación (he querido poner desinformación ¿se me entiende verdad?).  De la gente que se está dejando la vida por ayudar, sí. Se les puede decir, sin que nos equivoquemos: “Ustedes son formidables”.

Enumerar a todos los colectivos o a la gente anónima es imposible. No vamos a conocer nunca sus nombres. Tampoco, a lo mejor, ellos lo piden. Se han tirado a la calle con un solo objetivo: ayudar a gente que lo necesita. En todos los campos. En el humano, en el económico, en la soledad, en la angustia, en la desesperación. Pongámosle como queramos. Es gente que se ha dado así misma a los demás. Ustedes son formidables.

Hay quien sin tener nada que dar está dando lo mejor que tienen: su riqueza interior de un alma grande, muy grande. Esa es la gente que hace que uno se sienta orgulloso de formar parte de un grandísimo país. Por cierto, ese país se llama España.

De otros lugares – es, también, gente formidable – han ofrecido ayuda. Nunca agradeceremos bastante a ellos, a sus autoridades o a sus medios que de manera generosa se nos han ofrecido. Ustedes también son formidables.

No quiero, no debo personalizar a nadie. Sería injusto. Me dejaría a alguien fuera. Sé que mucha gente lo está haciendo simplemente porque su grandeza de alma le empuja a ello. Cuando haya ocasión a ver, si de una puñetera vez, los que tienen que hacerlo se sientan, y entre todos, arbitran las posibles soluciones que puedan intentar paliar y si es resolver, mejor, los grandes problemas y entonces, uno en su modestia, pueda decirles que, también “ustedes son formidables.

Post Data: Un Nuevo Mundo es posible. Ayudemos un poquito...


 

miércoles, 30 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Gracias, hermanos


                        


30 de octubre, miércoles. Satanás es un hijo de mala madre. Se levantó de madrugada – que es cuando se las anda la gente de su calaña que tiene malas ideas – se quitó la capa y se puso a torear por revoleras. Que sí, que sí, que es de esa manera cuando la capa da vueltas por un lado y el toro va por el otro.

Dicen que había una Dana (antes se llamaban tormentas de verano, luego gotas frías y, ahora, danas) en el Golfo de Cádiz. Mandaba aires de poniente a voleo. El agua del mar con más temperatura de la que debe tener ya en estos meses y los vientos fríos venían del Polo. ¿Entiende ahora el porqué de la capa por un lado y por el otro, el toro?

Dicen, también, que en el mar de Alborán – ese cementerio azul más grande del Planeta que está entre África y Europa – se había formado una ‘perturbación’; otra, en las Baleares; sobre la Comunidad de Valenciana, la tercera. Juntas y revueltas. La capa giraba al viento y el toro entraba por donde quería… Andalucía – en mi pueblo Álora, anduvimos sin miseria - en Almería, en otros lugares... El hijo de mala madre, o sea Satanás, no dijo que ahí lleváis eso. Solo lo vimos crecer y crecer un agua maloliente y turbia. Nadie fijaba el toro…. Sonaban clarines y timbales, o sea, truenos y luminarias que llaman rayos y relámpagos.

De lo que ha venido después estamos más que enterados. He recibido correos y mensajes desde Portugal a Cornellá de Llobregat; desde Miami a Mallorca; desde pueblos perdidos y desde ciudades importantes. No es posible la transcripción. Solo para muestra dejo constancia de una:

- “Estoy contigo”.

A unos les contesté; a otros, también, con un silencio entendible, a mi manera. Todos sabían que, a veces, la mejor palabra es la que se queda dentro. Ayer no escribí ese artículo diario que alguien espera. Hoy, como que casi tampoco, pero tenía que ser honesto con quienes me ayudáis a llevar el mal sorbo-  y conmigo mismo:

- Gracias, hermanos.


lunes, 28 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 


Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La otra orilla de Tartesos

 

 

28 de octubre, lunes. Debo decirte que, si te vas ahora, a Fuenteheridos y a Castaño del Robledo el paisaje se ha vestido de oro viejo, de ocres, naranjas, rojos, de enigma y de ensueño. Eso ocurre porque el otoño tiene cosas así. Tanto tienen de pequeños como de tesoros de naturaleza viva. Vente cuando quieras y como puedas, yo la última vez fue hace unos meses. Era principios de verano; iba camino de Encinasola, el pueblo hermano; hacía calor. Seguro que te sorprenderán y lamentarás no haber andado antes por estos lugares de la Sierra. 

Si te vas como para la fuente de los Doce Caño, estás en el nacimiento del Múrtiga. Más de dos millones de litros diarios. Al menos eso decían los papeles que leí bajo una sombra de los castaños porque lo pedía el tiempo y si te das en pasear por el pueblo - no llega a los ochocientos habitantes - te darás cuenta que el color de las tejas confiere identidad de pueblo serrano. 

Créeme si te digo que por aquí hay constancia de la presencia del hombre desde el 1300 a. C., y que no hay noticias de Roma y sí, del tiempo de cuando los musulmanes en el siglo XIII, allá por 1250. Fue repoblada la zona por castellanos-leoneses, que quizá por esa fecha nació la aldea, pues ya, menos que más, sabes algo de su carné de identidad. 

Debes conocer, también, que los caleros llevaban la cal a Sevilla, en competencia con los de Morón, pero eso era en el XIX, que por cierto es cuando construyen su plaza de toros. La inauguró nada menos que Mazzantini. 

El paisaje de castaños, alisos, fresnos, álamos y chopos, olmos... te acompañan hasta cuando llegues a Castaño del Robledo. Como ocurre cuando la vegetación es exuberante y tupida, te gustará el lugar y difícilmente puedes señalar o inclinarte por un rincón determinado. Sólo - y no es poco - te gustará y llevarás en la retina el color verde con todas las tonalidades que ofrece el verde. 

Castaño del Robledo es exuberante, pródigo, fértil, frondoso, ubérrimo, generoso y cuantos sinónimos quieras ponerle a la naturaleza. Según los papeles, y cuando lo veas convendrás conmigo en su certeza, es uno de los pueblos más bellos - los otros Galaroza, Alájar, Fuenteheridos… en la misma sierra y a diferentes vientos - de Andalucía. 

Es preciso y precioso ejemplo de arquitectura popular rodeado de hermosos paisajes, pero, ¡ay! el último censo le daba poco más de doscientos habitantes.

O lo que es lo mismo: la lenta agonía de los pueblos de la Sierra.

 

domingo, 27 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 


Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El último tren


                         


27 de octubre, domingo. Era una tarde avanzada de otoño. Llamaba a la puerta con los nudillos de un invierno deshuesado. El paisaje, solitario y abandonado. Siempre está ahí por este tiempo, de esta manera y en espera. No sabemos qué aguarda porque no va a venir nadie.

La niebla adueñada del bosque; las ramas de los árboles evocan una primavera que fue en algún tiempo, pero ya había dejado de serlo y ahora esperaba la noche, el frío que iba a llegar, la soledad que hablaba a quien quería pararse a escucharla.

El viejo edificio de la estación llevaba muchos años abandonado. Las paredes, desvencijadas; no abrían las puertas ni las ventanas. Estaba parado el reloj.  No había nadie a quien preguntarle cuándo fue la última vez que dio la hora o cuando alguien miró por esas ventanas por si ya se vislumbraba, en la lejanía, el humo de la máquina del tren que se acercaba, que venía y que, luego, como otros trenes, seguiría su camino…

No daba las horas el viejo reloj; la veleta… ¿desde cuándo no giraba la veleta y decía de dónde soplaba el viento? La torre sobresalía por encima del tejado – el viejo tejado de pizarra de la estación – tenía su originalidad y ponía un punto de belleza única en un paisaje que entre dejaba ver los sueños sobrepuestos al misterio de la realidad.

La estación, ubicada en un lugar lluvioso; las tejas inclinadas facilitaban que el agua que debía caer con frecuencia nunca se parase y seguiría su camino hasta formar canales, chorros de agua con una música monocorde y sincronizada. Alguien, cuando ideó el punto de parada, pensó en los viajeros que debían subir y bajar del tren. No debían mojarse y diseñó un pequeño zaguán que los resguardaría…

Estaban limpias de yerba las vías. Quizá la única vía de la estación donde el tren recogería o dejaría las ilusiones – como el negro que viajaba en el tren de Ítaca (California) y le gritó a Ulises Macauley, mientras agitaba la mano al viento, “vuelvo a casa, chico, vuelvo a casa”. Ulises le devolvió el saludo. Ahora no había nadie esperando el tren ni aguardando el mensaje del hombre que volvía al hogar donde quizá ardería algún tronco en la chimenea….

Tarde de otoño. Hace un rato llovía. Donde yo vivo no hay una estación envuelta en la niebla ni árboles que han perdido las hojas. ¿Está por llegar el último tren? A lo mejor, el último tren pasó hace mucho tiempo…


sábado, 26 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 


Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Grazalema, un pueblo de la Sierra


                      


26 de octubre, sábado. Grazalema es una pincelada blanca entre las calizas de la sierra; Grazalema es la primorosidad de lo bien hecho o el buen gusto que juega al escondite por las esquinas. Sus calles - algunas - al igual se llaman del Agua, Laguneta, Colorada, Jerez o calle de la Teja o le ponen el nombre de algún hijo ilustre, y deleitan –blancura de cal - al viajero. Son calles para perderse, para soñar despierto, o como hoy, al mediodía, dejarse empapar por la lluvia que caía suave y mansa.

 

Se asoman, a la plaza, los picos calizos de la sierra, San Cristóbal o El Torreón y, el pueblo desde la balconada ve irse el Guadalete y la Serranía y a las tierras lejanas, pajizas y agostadas por el verano que se ha ido, que se entrecortan en el horizonte por la carretera que lleva a Ronda o a Ubrique o a Zahara, bordeando el pantano.

 

Mal come donde puede. Lo intenta en cuatro sitios diferentes. No hay manera. El pueblo está lleno de turistas. Coches y más coches. Él que sabe algo de eso lo dejó, a la salida en la carretera que lleva a Benamahoma, en uno de los aparcamientos que han habilitado conforme se sube al puerto de El Boyar - donde nace el Guadalete - y se echó a andar, como el quien no va  a ninguna parte pero que no es el caso.

 

Han tenido –ya lo hicieron hace mucho- el buen gusto de colocar mosaicos que explican el qué, el porqué, el cuándo de muchas cosas. Casi nadie se para a leerlos. Sabe que aquí nació el padre de Sor Ángela –Santa Ángela de la Cruz, se llama ahora- que en la Encarnación enterraron a la mujer de José María Hinojosa “El Tempranillo” o que en la plaza pública bautizaron, solemnemente, a su hijo.

 

Hace mucho tiempo que el viajero - porque se lo facilitó su amigo el profesor Rodríguez Becerra- tuvo acceso a The People of the Sierra de Julián Pitt-Rivers. “El rubio, espigado que preguntaba y escuchaba…” desveló lo que de verdad tiene el Folk-lore, es decir, el saber del pueblo. Una joya de la antropología.

 

Se le agolpan los recuerdos. Sabe de visitas, en otra ocasión, a las iglesias ( hoy todas cerradas), de aquel día de nevada, de una mañana, después de una noche de lluvia… y de aquel día de finales de mayo cuando, con otros amigos, dejaron a un amigo entre los muros encalados del Camposanto… El viajero, entonces, y ahora, tuvo que seguir camino.

 

 

 

viernes, 25 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra hoja de cada día

 


Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. No hay más en menos


                        


                        Calle Pastora. Málaga

 

25 de octubre, viernes. La calle Pastora está en el Centro. Va desde la Alameda Principal a Atarazanas. La cruz del eje la forma calle Panaderos: de Puerta del Mar al Guadalmedina.

Es media mañana. Hervidero de gente. Van y vienen. A ambos lados, dos puntos emblemáticos: a la izquierda, conforme se entra desde la Alameda, bajo la Delegación del Gobierno de la Junta de Andalucía, la Antigua Casa de Guardia, fundada en 1840. Centenaria y con sabor a rancio.

¿Recuerdan: “Málaga, ciudad bravía / que tiene más de cien tabernas / y una sola librería”? Algo de eso. Es la taberna más antigua de la ciudad; las librerías han proliferado; algunas buenas; otras, mejores.

Tiene tres puertas: una, abre a la Alameda Principal; la del centro, a Calle Pastora; en el otro extremo del mostrador, la que comunica con calle Panaderos. Pajaretes, Lágrimas, Pedros, Vermut… Y más, y más buenos. Todos los que a usted se le vengan a la cabeza y pueda con ellos.

De tapas, banderillas y mariscos. Se piden aparte; las consumiciones se anotan con tiza sobre la barra de madera del mostrador. Entre, empápese y si encuentra algo mejor… Pues eso.

Más adelante; en la acera de enfrente, Roto. No es tan viejo como la taberna, pero compite en saber y en otro sabor. Anillos con letras de una máquina de escribir, barajas de cartas, figuritas de militares, libros y revistas, carteles, discos de vinilo…

Las niñas – me he enterado – que encuentran aquellos cromos que, sentadas en los escalones de la puerta, se palmeaban y si se les daba la vuelta, se ganaba; recortables, figurines… Los niños a Kubala, Ramallets, Arza, Campanal, Rial, Di Stefano, Lesmes… Aquellas estampitas se pegaban en álbumes con gachuela… ¡Cómo estaría el álbum, Dios mío!

 Roto vende libros, pero no es una librería; sombreros pero no es una sombrerería – flota el recuerdo de don Ricardo del Cid –; obras de arte, pero no es un estudio.

Me recuerda aquellos puestos callejeros que orlan las orillas del Sena. Se puede encontrar de todo, pero supera en calidad a los mercadillos callejeros de las mañanas de domingo.

Todo, un jolgorio; los que no caben en la Antigua Casa de Guardia paladean un vino en la calle; los transeúntes se abren paso. A duras penas entra el sol… La ciudad marca su vida y su ritmo. Tiene su música propia, como ayer, como hoy, como mañana.  

 

 

 

jueves, 24 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 


Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Casi todo está inventado

 

 

                           


 
             Hita. (Guadalajara)

 

24, octubre, jueves. Ha andado revuelta estos días la prensa del corazón. Casi todo está inventado. Lo de hoy, ya era de ayer: y vendrá, mañana... Un ayer lejano, pero con una actualidad que asombra. Vamos, que han habido muy pocos cambios.

Juan Ruiz, Arcipreste de Hita escribió, entre 1330-1343 una de las obras cumbres de la literatura española: El libro del buen amor. Estudiado y escudriñado. Su autor ni por un asomo pensó en que le sacarían tanto partido. El hombre lo bordó.

Hay dudas con su vida. Unos dicen que nació en Alcalá de Henares, o sea muy cerca de la tierra alcarreña de Hita; otros, en Alcalá la Real, en tierras de Jaén. Da lo mismo. Fue un hombre culto, conocedor del mundo y de su tiempo y del arciprestazgo en el pequeño pueblo al pie de la colina y muy ligada al primer marqués de Santillana, un hito más en su vida.

Hay cosas muy claras en la obra. Una, la mujer en la convivencia, es quien manda. Dueña de buen linaje e de mucha nobleza,/ todo saber de dueña sabe con sotileza,/cuerda e de buen seso, non sabe de vilAleza, / muchas dueñas e otras, de buen saber las veza”.

Le agrega el clérigo cualidades congénitas: “De talla muy apuesta e de gesto amorosa,/ loçana, doñeguil, plazentera, fermosa,/cortés e mesurada, falaguera, donosa,/ graçiosa e donable, amor en toda cosa”.

 

El hombre, aunque crea lo contrario, baila siempre al son que ella - la mujer - marca: “Por amor d'esta dueña fiz trobas e cantares, / senbré avena loca ribera de Henares;/ verdat es lo que dizen los antiguos retráheres:¡Quien en el arenal sienbra non trilla pegujares!”

Y termina reconociendo que es el perdedor: E yo, como só omne como otro, pecador, / ove de las mugeres a las vezes grand amor; /provar omne las cosas non es por ende peor, /e saber bien e mal, e usar lo mejor”.

Hay otro móvil. Todos saben de su importancia, el dinero:En suma te lo digo, tómalo tú mejor: /el dinero, del mundo es grand rrebolvedor, / señor faze del syervo e del siervo señor, /toda cosa del siglo se faze por su amor.

Intem, más. Agrega el Arcipreste: “Como dize Aristótiles, cosa es verdadera, /el mundo por dos cosas trabaja: la primera, / por aver mantenençia; la otra cosa era/por aver juntamiento con fenbra placentera”.

Casi todo está inventado…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 23 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 


Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Palacio, buen amigo

 

 


          Campos sorianos en primavera.                  


23 de octubre, miércoles. Llegó don Antonio Machado a Soria como profesor de francés en su Instituto. Allí vivió, conoció el amor, supo de las flechas que le asigno Cupido “y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario”, supo del dolor de la muerte, y de la marcha de lo que se va para siempre.

De Soria don Antonio se fue a Baeza. En Baeza, supo de la lechuza que venía todas las noches a beber  en el velón de aceite de Santa María, en la Catedral – por cierto, muy cerca, al otro lado de la plaza, el maestro ‘Sifón’ tenía un muestrario de su arte, pero esa es otra historia – a la que San Cristobalón quería espantar. Vio, también, en la lejanía, entre la bruma, Sierra Mágina y entre los olivos  “campo, campo, campo” – los cortijos blancos.

No le fue bien a don Antonio en Baeza. La crueldad de la incomprensión entre alumnos y una parte del profesorado le hizo daño por dentro. Ya se sabe. A veces, hay quien se ensaña con la debilidad y el dolor de la gente. Pero, esa, también, es otra historia aunque ahora hay quien quiera resarcir aquella injusticia del mote y otras lindezas.

En abril de 1913, don Antonio escribió a modo de poema una carta a su ‘buen amigo’. José María Palacio, que además estaba emparentado, en cierta manera, con él (su esposa era prima de Leonor). Compartían, la tendencia ‘regeneracionista’ de una España que pedía un cambio en muchas cosas y sobre todas, en la cultura y en la tolerancia.

José María Palacio, aragonés de Huesca, murió, en 1936, en Valladolid; don Antonio, en 1939, en Colliure, junto al mar donde va también a morir la Tramontana cuando baja del interior a la costa. Palacio era funcionario de Montes y luego profesor en la Escuela de Magisterio. Fundaron una revista en la que colaboró Juan Ramón Jiménez y quisieron sembrar semillas de progreso e ilusión en una ciudad provinciana y casi perdida en el mapa

Llena de ternura don Antonio sus versos. Describe los campos sorianos que se abren a la primavera, se pregunta por los chopos y por los olmos, por los trigales que deben verdeguear entre Numancia y la subida a Oncala, por el Duero que, aún alto, ya camina hacia la mar por…. y le pide: “Con los primeros lirios / y las primeras rosas de las huertas, / en una tarde azul, sube al Espino, /al alto Espino donde está su tierra…” Leonor, siempre Leonor.

martes, 22 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitacora. Nuestra rosa de cada día

 


Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Larios


                           


                          Calle Larios. Málaga.


22 de octubre, martes. Para avenida le falta distancia, anchura, cielo…; para calle, le sobra belleza, primor y embelesamiento. Larios, su nombre calle del Marqués de Larios, el II para más señas; en la República, calle 14 de abril. Ya se sabe, no hay nada que perdure menos que cuando se le cambia el nombre a una calle.

La cosa, de viejo. Málaga era un dédalo de callejuelas inmundas, infestas y llenas de mugre. Las epidemias, a la orden del día. El puerto al alcance de la mano. Por las calles el viento se volvía en las esquinas y el agua ni corría ni tenía pensamiento de hacerlo. Las infecciones estaban servidas.

Entre los facultativos que tenían que ver con la sanidad determinaron que había que limpiar a fondo. Tenía que venir el aire del mar o de la sierra. En las calles pico, pala, espiocha y derribo. Tenían que imponerse.

José de Sancha, el encargado de trazar las nuevas líneas de la ciudad. Un eje, una calle debía cruzar la ciudad y a sus lados vendría todo el desarrollo soñado.

Strachan se inspiró en la Escuela de Chicago. Una arquitectura simétrica. Edificios de alturas similares y chaflanes redondeados donde ya no tendría que volverse en el aire. El eje debería llegar del mar a a Capuchinos… Pero, ¡ay! en Málaga somos así. La torre de la catedral se quedó a medias; los muros del río no se subieron lo suficiente y cada vez que al Guadalmedina le venía en ganas llenaba de barro y muerte la Trinidad, el Perchel y la orilla de este lado de río… y, la calle, claro, la calle no pasó de la Plaza de la Constitución.

Se buscó dinero. Alarcón Lujan, el alcalde, crea una sociedad con un capital de un millón de pesetas, acciones a veinticinco mil… No se cubre. Unos no quieren; otros no pueden y quien ni lo uno, ni lo otro. Los Larios acuden y se hacen con el grueso. El pueblo eso no lo ve con buenos ojos. Tan es así que en la inauguración de la calle no acude nadie de la familia: todos están en el exilio.

No llega al medio kilómetro, dicen que los alquileres están entre los tres más caros de España y entre los cincuenta de Europa. Coqueta, armoniosa y preciosa. El maestro Alcántara decía que cuando el Cristo de la Buena Muerte dio las tres voces lo escucharon en Santo Domingo, en las tinieblas y en la legión y que en los atardeceres del Jueves Santo es el broche de la calle…

 

lunes, 21 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 




Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Entre Sevilla y Colliure

 

                         


 Tumba de don Antonio Machado. Colliure (Francia)


­21 de octubre, lunes. Dicen los papeles que era febrero, 22 por más señas, y hacía frío, y que usted murió de soledad y tristeza. No era viejo en el cuerpo -64 años- pero sí por dentro. Palos y más palos. De los que van al alma que son los que más duelen y achancan.

Usted había dejado escrito: “Y, cuando llegué el último viaje / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar / me encontraréis a bordo ligero de equipaje / casi desnudo, como los hijos de la mar”. Y sólo.

Ahora, hoy, por más señas, el Rey de España, don Felipe VI (ya ve, don Antonio, usted Republicano y S.M. inaugurando una magna sobre: “Los Machado. Retrato de Familia, en la Fábrica de Artillería de Sevilla).

Recoge fondos de la Fundación Unicaja, la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y la Real Academia Burgense de Historia y Bellas Artes, fondos del Museo del Prado, Universidad y Ayuntamiento de Sevilla… La exposición va estar abierta hasta el 22 de diciembre. Luego, pasará por Madrid y Burgos.

Dice, Alfonso Guerra, uno de los dos comisarios que esta Exposición va a desmontar bulos. Va a quedar claro que no había dos poetas, un Machado bueno, usted, don Antonio; y otro, malo, su hermano Manuel; va a quedar palmario que entre ustedes dos la poesía alcanzó unas cotas muy elevadas y que nunca, a pesar de las discrepancias política, existió la discrepancia y separación. Su familia (sus abuelos, su padre Demófilo y ustedes aportaron mucho a la cultura de este país nuestro llamado España).

Es de justicia recordar los versos de su hermano Manuel: Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron /-soy de la raza mora, vieja amiga del Sol,/ que todo lo ganaron y todo lo perdieron. /Tengo el alma de nardo del árabe español.”

Escribo estas líneas, una mañana soleada de otoño. Aquí en el Sur del Sur tan lejos en la distancia de donde usted reposa, pienso que aún existe una España que bosteza y que es amante de Frascuelo y de María y que anda buscando escaleras. No sopla todavía la tramontana fría en Colliure, pero tienen toda la vigencia aquello que usted dejó escrito:Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, / y un huerto claro donde madura el limonero;/ mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; / mi historia, algunos casos que recordar no quiero.”.

Otro día hablaremos de Leonor, de Soria, de Baeza, de Guiomar…Sus versos - de los dos - esperan en hojas ajadas por el paso del tiempo en los libros; su poesía – de los dos – aguardan volver a ser bálsamo de almas…

 

 

domingo, 20 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 


Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El color soñado


                           


20 de octubre, domingo. Esta mañana, al leer la editorial del Grupo Iluro, me he encontrado con la sorpresa de una cita de Matisse: “El color debe ser pensado, soñado e imaginado”. Como cada día me planteaba sobre qué escribir. Estamos en otoño. Aparecen los oros viejos, los ocres, los cobres, los... Pero no. Aunque es el tiempo, no.

Me refugio en un pintor que siempre me fascinó: Monet. Sus colores eran otros. Los azules. Los azules del cielo de mi pueblo, de Álora - aunque Monet nunca estuvo por aquí y él sí pintó los azules de su jardín o de su estanque - donde ahora ya no vuelan palomas por las mañanas. ¿Por qué?

Monet había salido del estudio del fotógrafo Nadar donde acudía con otros artistas. Se abrían paso sin ser conscientes de lo que estaban gestando. Nacía el Impresionismo.

Pintaban al aire libre. Los sueños también nacen al aire libre. En un paseo por el campo; en aquel lugar recóndito donde nuestras almas recrean lo que a ellas les da la felicidad, aunque sean conocedoras de que esa felicidad no se va a alcanzar nunca. Saben que está, que existe y que es esquiva. Nunca podrá asirse para poseerla plenamente.

Los colores de los impresionistas eras vivos, brillantes, impactantes. No cabía ante ellos la indiferencia. Se aceptan o se rechazan. Otras veces, se ahogan ante la imposibilidad de su alcance.

En aquel grupo de pintores – Courbert, Pissaro, Renoir, Degas, Cézanne…- hay uno que va ser fiel, de principio a fin, con la nueva corriente: Monet.  

Monet idealiza el objeto, el agua y el reflejo en el agua. ¿Cuál de los tres se impone a los otros? Según su amigo Cézanne “Monet es solo un ojo, pero ¡qué ojo”! y según Eugène Boudin “una obstinación extrema por no salirse de la impresión primera, que es la buena”.

Ahora, esta mañana, por puro azar descubro que muchos años después alguien desconocido convaleciente de una operación de apendicitis, Matisse, dice que acaba de descubrir «una especie de paraíso». Es su pintura donde va a afirmar que  "El color debe ser pensado, soñado e imaginado".

El color es intangible; el color se mete dentro. Cada uno lo ve, lo acepta y lo asimila como solo puede interiorizarlo y ahora pienso en el color de las rosas ajadas de mi amigo Leonardo, en los balandros de Rittwagen que salvan bañistas en los Baños del Carmen “cuando ya no estábamos en guerra aquel verano”; en los caserones desvencijados de Jacques Laulheret; en los bosques que soñamos y en los que no penetraremos nunca… Mastisse, llevaba razón.

 

 

 

sábado, 19 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora: Nuestra rosa de cada dia

 


Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Valera, una gran olvidado

 

                   


 Fuente del Río, Cabra (Córdoba)


19 de octubre, sábado. Acaban de cumplirse doscientos años del nacimiento de Juan Valera (Cabra 18 de octubre de 1824- Madrid, 18 de abril de 1905). La efeméride ha pasado sin pena ni gloria. España entierra muy bien a sus muertos, pero no hace lo mismo con los nacimientos.

Hombre culto, viajero, erudito y gran conocedor de su tiempo. Vivió a tope una vida no exenta de aventuras literarias, amorosas y profesionales que lo llevó por medio mundo.

Entró en la carrera diplomática y eso le hizo conocer lugares tan dispares como Nápoles, Portugal, Brasil, Alemania o Rusia, en concreto, San Petersburgo. La carrera diplomática, además, de fomentar los amores – como aquello del marino que en cada puerto tenía una mujer – también lo dotó de una formación enriquecedora por su afán de viajar y conocer idiomas. Habló y escribió, incluso, en lenguas clásicas como latín y el griego con total corrección.

Su padre venía del mundo de la mar. Vivió un tiempo en Calcuta, pero sus ideales liberales lo condenaron a hacerse cargo de las tierras de su mujer en Cabra y Doña Mencía, donde por un tiempo fue agricultor, hasta que vuelto el liberalismo fue rehabilitado y volvió a sus labores marinas.

En Cabra nació su hijo Juan. Luego, vivió – unos años en Málaga, pasó por su seminario - Granada y Madrid. Él, Juan Valera, volvió por Andalucía en ocasiones y aquí se gestan las dos novelas suyas más conocidas Pepita Jiménez y Juanita, la Larga. Obras encuadradas, quizá con cierto raquitismo dentro de la novela costumbrista, cuando en realidad encierran estudios profundos de sicología entre el amor terreno y el divino y la de ese otro amor que surge, a veces, frenado por la diferencias de edad entre los protagonistas.

Juan Valera dejó una definición muy acertada de la Andalucía que él vivió: “Este es un país pobre, ruin, infecto, desgraciado, donde reina la pillería y la mala fe más insigne. Yo tengo bastante de poeta, aunque no lo parezca, y me finjo otra Andalucía muy poética, cuando estoy lejos de aquí”.

Algunas de las aseveraciones de entonces se han superado; otras, desgraciadamente, aún perduran. Juan Valera era un hombre muy culto. En su casa de Madrid, en la calle de Santo Domingo, celebraba tertulias literarias hasta altas horas de la madrugada y a las que acudían, entre otros, Menéndez Pelayo, y un sobrino suyo, escultor, que hizo el monumento que Madrid erigió en su memoria a la entrada del Paseo de Recoletos, frente a la Biblioteca Nacional. Cabra, su pueblo, también levantó otro, pero de menor envergadura y calidad que el madrileño. Cosas que pasan.

 

 

 

viernes, 18 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 


Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. No, no es Suiza

 

                                    


18 de octubre, viernes.  Ahora, al Chorro puedes llegar con el cercanías. El tren que te lleva viene desde Málaga y asomará a la estación de Álora despacio por la boca del túnel, al pie del Tajo de las Palomas, entre el Cerro de las Torres y el río.

Cuando salgas de la estación, a la izquierda, todas las faldas de El Hacho parecen al alcance de la mano. Primero, más próximas; después más lejanas. Campiñas y lomas, tierras de secano; campos amarillos, verdes, pardos… según la época, si miras por la otra ventanilla.

Cuando dejes atrás la estación de Las Mellizas cruzas un puente de hierro. Salva el río Guadalhorce. Ahí, debajo, es enormemente bello. Vas camino de la sierra, la Sierra de Abdalajís, que es lo mismo. Depende de con quién hables. Por la Cuesta del Cajero, antes -cuando las máquinas eran de vapor y transportaban mercancías – le ponían la doble y patinaban y hacían fon, fon, fon, fon… y el tren subía lento, lento, muy lento.

Te permitía ver cómo pasaban despacio, los árboles, los cerros, las casas de la Loma de las Garcías, con su iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, que antes estaba de blanco y ahora la han puesto de amarillo y la barriada Bermejo que surgió con la bonanza económica surgida por las obras de los pantanos, y el arroyo de la Dehesilla, y el Churrete y el cortijo de los Muertos y Bombíchar (la Bobaxter romana de Simonet)…

Recréate cuanto puedas porque de pronto se hace noche cerrada. Has entrado en el túnel de la Canasta, y luego el de la Pinta y al poco el de los Romerales - los Romerales Bajos porque hay otros, los Altos, pero esos no los ves desde el tren – y así, noche-día-noche-día,  en una sucesión hasta que emboques en la estación…

No, no estás en Suiza. Aunque lo parezca. Acabas de llegar a uno de los parajes más bellos de la provincia de Málaga y de muchos otros sitios. No es cuestión de que me creas. Apéate y comprueba…

 

jueves, 17 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Gredos y Arenas de San Pedro



17 de octubre, jueves. Anoche, por puro azar, descubrí un programa en televisión que hablaba de Gredos; mejor, estaba rodado en Gredos y daba una visión de su gente, de su manera de enfocar los avatares de cada día, de ese modo que uno, en ocasiones, tiene de ver cómo se va o cómo se viene la vida.

He estado muchas veces por aquellas tierras. Sé que se encuentran – Arenas de San Pedro – al pie del Puerto del Pico rodeada de pinares frondosos, prietos, ahítos de verdor, al sur de la ladera de Gredos, en la confluencia del río Cuevas con el Arenal.

Desde Ávila se llega a través de una carretera serpenteante que, a veces, coincide con restos de una vía romana; desde Extremadura, por el Tiétar y desde Talavera surcando encinares centenarios y dehesas salpicadas de retamas.

Gredos y Arenas son consustanciales. No pueden entenderse por separado. La Sierra – como le llaman a Gredos - es un bastión que la protege y su servicio meteorológico que le avisa del tiempo que va a hacer, le resguarda de los vientos fríos del norte o le genera las brisas que le refrescan los calores veraniegos. Algunas veces se cubre de nubes y se torna oscura y gris: está lloviendo en la Sierra; otras, los cirros son deshilachados y largos, y si perviven hasta el crepúsculo que dora de arreboles su cielo, el día siguiente será ventoso.



Arenas aporta el campamento base para excursionistas – hay que subir a y Guisando y ver el monumento a la Cabra Hispánica - y andariegos de las cumbres; su arquitectura de tejados pizarrosos y torres cuadrangulares. Su paisaje, lleno de historia de los que son testigos el castillo del malhadado don Álvaro de Luna, el palacio de don Luis de Borbón – desterrado por su hermano Carlos III – y la calle larga de la Triste Condesa.

Cuenta Josefina Carabias – que era de allí – que, en cierta ocasión, discutían unos contertulios sobre las murallas de Ávila y el murallón de Gredos, a lo que uno respondió: “Sí, pero aquellas la hicieron los hombres, y ésta nos la hizo Dios”.

Las noches de luna clara el Circo de Gredos, la Mira, los Galayos, el Almanzor, el Cuchillar como casi al alcance de la mano. Si un día coincidimos te enseñaré como está de henchida el alma cuando se adentra en esos bosques únicos que se esconden en las quebradas de la Sierra... 



                                                      

miércoles, 16 de octubre de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nuestra rosa de cada día

 


Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Málaga, ciudad distinta




Málaga, Estación de Andaluces, años cincuenta, siglo XX

 

16 de octubre, miércoles. No sé si fue Altolaguirre o Emilio Prados quien dijo que Málaga sin palmeras en el parque, moros en el puerto y gatos en el Guadalmedina, no era Málaga. Sería otra ciudad, pero no Málaga.

Dicho así, de esa manera, en los tiempos que corren puede sonar raro, como si chirriase. Me explico. Lo de las palmeras en el parque es algo nuestro. Ese jardín botánico al que llamamos ‘parque’ es una joya se mire desde el lugar que se mire. ¿De acuerdo?

Lo de ‘moros en el puerto’ hoy se les llama transeúntes, viajeros, o gente que va o viene desde una a otra orilla. Enfrente, Melilla; en este lado, Málaga. Los que venían en tiempos en que el poeta decía eso vestían con chilabas – su prenda habitual – que los identificaba desde la lejanía. Hoy, la mayoría viste a la europea y pasan, entremezclados con la ciudadanía de aquí, casi desapercibos. Es más, acudimos a sus comercios o los conocemos por sus nombres. Son unos vecinos de tantos como ya viven en el cosmopolitismo de Málaga.

Hace unos días, mi amigo Fulgencio puso una foto de un atardecer donde, al otro lado, se veían recortadas en el horizonte las montañas del Atlas y en medio, la mar tranquila y sosegada esa que pierde su carácter de lago quieto las tardes de temporales de levante, esa… Cuando uno, en ocasiones lo ve, hace suya aquella letra de Aute: “imagínate una tierra donde África es hermana…”

Lo de los gatos en el Guadalmedina es otro cantar. ¿Se han dado cuenta que ya no hay gatos en las calles de Málaga? Recuerdo aquellas mañanas cuando el ‘mixto’ nos dejaba en la Estación de los Andaluces – porque Málaga tenía dos estaciones, la de Andaluces para los trenes de verdad y la de los Suburbanos, para los de ‘juguetes’ – y subíamos por calle Cuarteles camino del centro.

En los escalones, los gatos se lavaban la cara y nos miraban a los catetos de los pueblos con cara de gatos enterados y sabiondos. Por cierto, en la puerta del Cuartel de Gurripatos algún soldado montaba la guardia vigilante de la seguridad de lo que había dentro.  Todavía no vendían cartuchos de pescado frito -era muy temprano – en Casa de Catalina …

El Guadalmedina estaba lleno de gatos - también - de otras cosas. Ahora luchan por borrar esa cicatriz que rompe en dos la ciudad. ¿Lo conseguirán algún día? A mí me gustaría verlo…