martes, 30 de julio de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Poco arreglo

 

                     


                   Mingote

 

30 de julio 2024. El tiempo no mejora. Bajo a Málaga, temprano. Hace un rato que pusieron las calles. Bordeo por el cinturón de ronda, ese que deja a la ciudad a un lado y se ve un apechugamiento de casas unas junto a otras. Quiero evitar el atasco del centro. Dicen – y es verdad, que en Málaga no se cabe – porque a la gente le ha dado este año por venir a comer espetos. Me han dicho que hay lugares en los que por una ‘manolita’ te cobran un euro o sea 166 pesetas de las de antes y algo más…

A lo que iba. Un mensaje de un amigo en el teléfono móvil me dice que en Benalmádena truena y está diluviando. No lo creo a primer golpe, pero es un hombre serio y no va a mentirme. Me acuerdo de aquel chiste del genial Mingote de cuando Noé hacía el acopio de bichos para meterlos en el arca y se presentó un nota con dos peces en una pecera.

Me acuerdo, también, de lo que nos contó el maestro Alcántara. Nos decía que reunió dentro del arca a todo el personal, puso a todos los animales en su sitio (jaulas, establos, pesebreras…) y le dijo a uno de sus hijos que echase las trancas en las puertas, por dentro, y las dejase bien cerradas no fuese que un golpe de aire alocado pudiese liarla.

Entonces, Noé, que era un hombre tranquilo vio cómo habían ido llegando las jirafas, los camellos (los del desierto, los otros, no. Cuando hablo de los otros me refiero a los que recogen la mercancía que viene por el mar y la distribuyen por tierra y burlan a la policía cuando no los matan y esas cosas), los elefantes, los pájaros que vuelan por el cielo – de los otros no hablaba, todavía no se había inventado la política – y una nube que se posó sobre el arca que a modo de casita había colocado sobre una barca que hacía más fácil la navegación.  La nube dejaba escapar el agua, aunque no sé si tronaba y con tanta intensidad como decía mi amigo que había ocurrido temprano por Benalmádena…

Noé, se cruzó de brazos. Los vio entrar despacio por una rampita de madera, a modo de escalera, pero sin escalones para evitar los tropiezos y facilitar la entrada y dicen que fue entonces cuando dijo aquello de:

- “Entrad, entrad, aunque parece que el tiempo todavía no está de agua”

(Lo que si parece que está que achicharra es la calor en el Guadalquivir que no han pegado un ojo en toda la noche. Ya se ve, las cosas no siempre están bien repartidas).

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