viernes, 12 de julio de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La sombra de Jacques

 

 


Rio Gave a su paso por Pau (Francia)

 

12 de julio, viernes. El Tour de Francia (¿es que puede haber otro tour?). Hoy ha llegado a Pau como casi todos los años. A tiro de vista quedan el  Aubisque o el Tourmalet. Demasiados puertos, demasiadas dificultades. El paisaje bellísimo. Revientan los campos de verde.

La ciudad, bellísima. Las imágenes pletóricas de luz, como siempre; los maizales reventaban de verdes; todo parecía tazado con escuadra y cartabón; el Gave, de topónimo celta, entregaba sus agua azules al Adur.. En su sitio el castillo de Enrique IV, aquel convincente rey de su fe que cambió de religión como se cambia de camisa: “porque París bien vale una misa”. Eran tiempos de guerras de religión, de hugonotes y católicos desaforados.

Pero, a lo que iba a mí se me subía, poco a poco, era la tristeza. La añoranza de la ausencia de Jacques. Recuerdo ahora, como cada año, iba con Rafael a “esperar” el Tour, como se espera el paso de las golondrinas por el estrecho, o como se espera que vengan las borrascas en otoño.

Aquel año, ya había pasado la carrera. Yo fui un poco más tarde. Eran mediados de agosto. Nos esperaba su primo y  nos fuimos, una mañana a Lourdes; otro día, subimos al castillo, hablamos de educación comparada –de lo que su primo sabía mucho- y nos fuimos a comer foi y magret a un restaurante precioso, coqueto, pequeñito, junto a la orilla del río y hablamos  mucho, mucho, de lo que el bearn significaba en la historia de Francia;  de los coches con ciertas matriculas que quemaban…; del turismo de  Biarritz y de San Juan de Luz;  de Saint Jean Pied de Port que era País Vasco y por donde entraba una de las rutas del camino de Santiago.

Hablamos de la pintura, de la literatura que yo le había escrito para el último catálogo, de las casas desvencijadas de los campos andaluces, de la buganvillas de Álora, de las ermitas que había recuperado para llevarlas al lienzo, de su generosidad, para sus amigos y para todos los que se aceraban al “francés de los Callejones”…

Cuando, el helicóptero, a media tarde bajo el sol tórrido que esta tarde ha azotado Álora, mostraba las imágenes, a uno que es sentimental, se le agolpaban todos esos  recuerdos y, algunos más, y tenía presente el recuerdo del amigo que se fue y de los momentos, felices y duros, que juntos hemos vivido. El Tour seguía su camino y uno se quedó sumido en el recuerdo de la sombra de Jacques.

 

 

 

 

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