Dijon
4 de julio, viernes. De
joven – de lo que ya hace un montón de tiempo – yo era muy aficionado al
deporte del ciclismo. Federico Marín Bahamonte tenía entre los niños de
entonces un cierto predicamento. Quizá tenía mucho que ver aquello de que era
un muchacho que había luchado contra todas las adversidades – su ciudad era una
pura cuesta como nuestro pueblo - y él
tenía una biciclet con la que repartía pan y que, además, no poseímos ninguno
de nosotros.
De su mano al comienzo de los
años 60 aparece un equipo, el Kas, seguido por un montón de españoles. No los
conocíamos. Había un ramillete de nombres: Julio Jiménez, Gabica, Perurena,
González Linares…Ganaban etapas en las carreras internacionales.
Para mí, entonces el ciclismo
tenía dos componentes esenciales, el propio ciclista y el equipo. El uno
necesitaba a los otros y si no se complementaban, entonces la no consecución
del éxito estaba aseguarda.
Después la prensa comenzó a
publicar cosas y noticias raras. Desde dentro de los equipos comenzaron a salir
con un mutismo generalizado que el dopaje tomaba el terreno y que a los hombres
se les exigía un esfuerzo rayando en lo sobrehumano.
Supe por un amigo relacionado
con ese deporte una noticia que sin decirme nada me lo dije todo. Le pregunté
que había de verdad y me contestó con una respuesta que yo me contestar a mí
mismo. Piensa, me dijo, en etapas de ciento y pico de kilómetros, cada día y
hay que llegar dentro de control… Después la prensa empezó informar de
muchas y comenzaron a aflorar escándalos
de trampas demasiado sofisticadas.
Yo me alejé de mi admiración
por el ciclismo, pero no por el tour de Francia. La realización de la
televisión es casi perfecta. Dan noticias de geografía, historia, economía,
panorámicas excepcionales de lugares, ciudades y paisjaes. Este año la prueba
ha comenzado en el sureste del país. Y nos han dado imágenes bellísimas de los
lugares por donde ha ido pasando la carrera.
Hoy han corrido desde Macon a
Dijon. Hemos sabido que han pasado por el lugar donde nació la mostaza y donde
comienza a criarse el vino de Borgoña. Todo era verde. Los ríos – el Saona y
Loira – bordeadas sus orillas por una vegetación exuberantes de árboles de los
que desconocemos sus nombres eran las arterias principales de la región. El
verde de los campos llegaba hasta los arcenes de las carreteras. Han bordeado
glorietas, han cruzado ciudades, pueblos, caseríos. Toda la yerba estaba
perfectamente segada, pero eran ciudades sin flores…. ¿Por qué será?
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