viernes, 26 de julio de 2024

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Siempre nos queda París

 

                         


 Puestos callejereso junto al Sena. París.


26 de julio, viernes. Paris sigue de moda. No pierde el estilo, ni el sitio, ni el momento. Hace unos días una convulsión política la incendió. Creó luminarias nocturnas; luego, las elecciones europeas lo pusieron en las portadas. Este año no ha llegado, en su etapa final, el Tour, pero les han llevado los Juegos Olímpicos.

El estudio del fotógrafo Nadar (1874) acogió una exposición de un grupo de pintores. Llegaban con una nueva corriente bajo el brazo: el Impresionismo.

Pintan al aire libre. Salen del estudio, aparece la naturaleza como la ven y como el espectador que contempla el cuadro la idealiza. Colores vivos, brillantes, impactantes. No cabe la indiferencia o se acepta o se rehúye.

En el grupo: Courbert, Pissaro, Renoir, Degas, Cézanne… Uno va ser fiel, de principio a fin, con la nueva corriente: Monet. Su tía Jeanne Marie Lecadre el bastión de unión en la relación difícil del pintor con su familia.

Monet pinta el objeto, el agua, el reflejo en el agua. ¿Cuál de los tres se impone a los otros? Según su amigo Cézanne “Monet es solo un ojo, pero ¡qué ojo”! y según Eugène Boudin “una obstinación extrema por no salirse de la impresión primera, que es la buena”. El amante de la pintura del genial impresionista optará y aprehenderá una de las tres opciones.

Monet es un hombre moderno. Nace en París, pero se cría en El Havre.  Huye de los convencionalismos. Se va de Francia para no participar en la guerra franco-prusiana. Su espíritu capta las influencias que recibe en Argelia durante su servicio militar, Londres, Holanda, Venecia o Madrid a donde viaja ya sesentón y conduciendo su propio automóvil.

No se concibe Monet sin Giverny, lugar cercano al Sena donde se construye su propio jardín, sus estanques, su presencia del agua y sus flores. Diseña y construye Giverny a su modo y entender para tener la inspiración al alcance de pincel. Allí vive con Alice Hoschedé, su segunda esposa, los hijos de esta, y los que nacen de su matrimonio.  Giverny, con su puente japonés, sus ninfas y sus flores es el testamento de la obra pictórica de Monet, uno de los más grandes de la pintura del siglo XIX y parte del XX que se conoce.

Las orillas del Sena acogerán a miles de personas. Unos irán por los Juegos; otros a ver cómo corre el agua bajo sus puentes; algunos comprarán libros en sus orillas, pero siempre quedará Monet, Paris y unos Juegos Olímpicos marcados, entre otras cosas, por la seguridad.

 

 

 

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