26 de julio, viernes. Paris
sigue de moda. No pierde el estilo, ni el sitio, ni el momento. Hace unos días
una convulsión política la incendió. Creó luminarias nocturnas; luego, las
elecciones europeas lo pusieron en las portadas. Este año no ha llegado, en su
etapa final, el Tour, pero les han llevado los Juegos Olímpicos.
El estudio del fotógrafo Nadar
(1874) acogió una exposición de un grupo de pintores. Llegaban con una nueva
corriente bajo el brazo: el Impresionismo.
Pintan al aire libre. Salen del
estudio, aparece la naturaleza como la ven y como el espectador que contempla
el cuadro la idealiza. Colores vivos, brillantes, impactantes. No cabe la
indiferencia o se acepta o se rehúye.
En el grupo: Courbert, Pissaro,
Renoir, Degas, Cézanne… Uno va ser fiel, de principio a fin, con la nueva
corriente: Monet. Su tía Jeanne Marie Lecadre el bastión de unión en la
relación difícil del pintor con su familia.
Monet pinta el objeto, el agua,
el reflejo en el agua. ¿Cuál de los tres se impone a los otros? Según su amigo
Cézanne “Monet es solo un ojo, pero ¡qué ojo”! y según Eugène Boudin “una
obstinación extrema por no salirse de la impresión primera, que es la buena”.
El amante de la pintura del genial impresionista optará y aprehenderá una de
las tres opciones.
Monet es un hombre moderno.
Nace en París, pero se cría en El Havre.
Huye de los convencionalismos. Se va de Francia para no participar en la
guerra franco-prusiana. Su espíritu capta las influencias que recibe en Argelia
durante su servicio militar, Londres, Holanda, Venecia o Madrid a donde viaja
ya sesentón y conduciendo su propio automóvil.
No se concibe Monet sin
Giverny, lugar cercano al Sena donde se construye su propio jardín, sus
estanques, su presencia del agua y sus flores. Diseña y construye Giverny a su
modo y entender para tener la inspiración al alcance de pincel. Allí vive con
Alice Hoschedé, su segunda esposa, los hijos de esta, y los que nacen de su
matrimonio. Giverny, con su puente
japonés, sus ninfas y sus flores es el testamento de la obra pictórica de
Monet, uno de los más grandes de la pintura del siglo XIX y parte del XX que se
conoce.
Las orillas del Sena acogerán a
miles de personas. Unos irán por los Juegos; otros a ver cómo corre el agua
bajo sus puentes; algunos comprarán libros en sus orillas, pero siempre quedará
Monet, Paris y unos Juegos Olímpicos marcados, entre otras cosas, por la
seguridad.
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