Lorenzo Orellana es un cura
jubilado. Bueno, eso dice ‘la oficialidad’. Yo diría que es un cura que, por
los años, ahora lo han apartado un poco de la primera línea y lo han mandado a
su pueblo, Antequera, para que desde allí siga haciendo el bien.
La mano de Lorenzo fue la que
me llevó a conocer a Tagore, y a Willian
Saroyan, a Martín Descalzo, a Pérez Lozano, a Hemingway, a Maxence Van
der Meersch, a Bruce Marshall …. Yo entonces era un muchacho y supo conducirme
por la senda que necesitaba. Lorenzo
escribe y escribe muy bien. Tiene varios libros publicados, y ahora lo hace en
Facebook “Diario de un cura jubilado”.
Lorenzo tiene un bagaje
excepcional. A su tiempo de formador en el Seminario de Málaga, le agregó
experiencias por parroquias en Melilla (Gota de Leche) en compañía de don Ramón
Buxarrais y Antonio García – esa gracia de Sevilla que Dios nos regaló en su
paso por El Chorro – el Arroyo de la Miel o San Gabriel en La Malagueta…
Pero la gran experiencia de
Lorenzo fue en América. Unos años por Cumaná, en el Estado de Sucre, Venezuela… De allí se trajo ese diario – en la
espiritualidad y en la bonhomía, no entro – que ahora nos desgrana y regala en
capítulos sueltos…
Cuenta Lorenzo que visitaba a
un chaval enfermo… (Los diálogos entre ambos, para enmarcar). El muchacho tiene
en una jaula un turpial. El pájaro es el hilo conductor entre ambos. En un
momento de la conversación surge: “- Pues
he pensado en Dios, porque si me ama como usted dijo, entonces puede que yo sea
algo así como el turpial de Dios”. ¿Cabe algo más bonito?
Yo no sabía de la existencia de ese pájaro (ni de
otros muchos, claro). Me documento y me entero que es el pájaro nacional de
Venezuela ( hay otro pájaro pero ese no toca, por Dios que no toca), tiene la
pluma negra en la cabeza y en el pecho, mientras el resto del cuerpo es de
color amarillo intenso que casi se confunde con el naranja, las alas negras con
una franja blanca… ¿Serán esas franjas los rayos que Dios envía, así de manera
como disimulada, para que sepamos de Él?
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