domingo, 12 de septiembre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El turpial de Dios

 

 

                           


Lorenzo Orellana es un cura jubilado. Bueno, eso dice ‘la oficialidad’. Yo diría que es un cura que, por los años, ahora lo han apartado un poco de la primera línea y lo han mandado a su pueblo, Antequera, para que desde allí siga haciendo el bien.

La mano de Lorenzo fue la que me llevó a conocer a Tagore, y a Willian  Saroyan, a Martín Descalzo, a Pérez Lozano, a Hemingway, a Maxence Van der Meersch, a Bruce Marshall …. Yo entonces era un muchacho y supo conducirme por la senda que necesitaba.  Lorenzo escribe y escribe muy bien. Tiene varios libros publicados, y ahora lo hace en Facebook “Diario de un cura jubilado”.

Lorenzo tiene un bagaje excepcional. A su tiempo de formador en el Seminario de Málaga, le agregó experiencias por parroquias en Melilla (Gota de Leche) en compañía de don Ramón Buxarrais y Antonio García – esa gracia de Sevilla que Dios nos regaló en su paso por El Chorro – el Arroyo de la Miel o San Gabriel en La Malagueta…

Pero la gran experiencia de Lorenzo fue en América. Unos años por Cumaná, en el Estado de Sucre,  Venezuela… De allí se trajo ese diario – en la espiritualidad y en la bonhomía, no entro – que ahora nos desgrana y regala en capítulos sueltos…

Cuenta Lorenzo que visitaba a un chaval enfermo… (Los diálogos entre ambos, para enmarcar). El muchacho tiene en una jaula un turpial. El pájaro es el hilo conductor entre ambos. En un momento de la conversación surge:  - Pues he pensado en Dios, porque si me ama como usted dijo, entonces puede que yo sea algo así como el turpial de Dios”. ¿Cabe algo más bonito?

Yo no sabía de la existencia de ese pájaro (ni de otros muchos, claro). Me documento y me entero que es el pájaro nacional de Venezuela ( hay otro pájaro pero ese no toca, por Dios que no toca), tiene la pluma negra en la cabeza y en el pecho, mientras el resto del cuerpo es de color amarillo intenso que casi se confunde con el naranja, las alas negras con una franja blanca… ¿Serán esas franjas los rayos que Dios envía, así de manera como disimulada, para que sepamos de Él?

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