miércoles, 1 de septiembre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Septiembre

 

 

                                     


Septiembre huele a nardos y a Virgen de Flores, como abril huele a azahar y flores nuevas, y mayo a claveles, y junio a rastrojos recién segados, y octubre a teleras y arrope, a mermeladas y a polvo de batata y… noviembre a crisantemos - ¡por Dios, con lo poco que a mí me gustan esas flores! – y diciembre a mantecados recién sacaditos del horno…

Huele también septiembre a verdeo. A ordeño de aceitunas, que se hacen cuentas de un rosario sagrado en las ramas de los olivos. Unas irán a la orza con tomillo, pimientos colorados, salmuera, algo de hinojo y ajos,  y serán delicia en la mesa  para compartir charla con un copa de manzanilla delante;  las otras, al molino, ungüento divino para el tostón de pan de pueblo…

Septiembre huele también a reencuentro. Vendrán compañeros nuevos a compartir el aula, y otros que se fueron porque su ciclo dijo que ahora ya tocaba Instituto y aquellos niños que ayer lloraban a la entrada porque no querían despegarse de sus madres en la primera volada fuera de la casa. Ahora, precisamente ahora, la volada es un poco más larga y cambian la escuela por el Instituto y dentro de nada, vendrá la Universidad y así, año tras año, porque sin que nos demos cuenta, se nos renueva el ciclo de la vida.

Septiembre huele también a tormentas que la lían cuando menos se espera. Ahora,  las llaman gotas frías y esos señores que saben tanto, dicen que es por culpa de las diferencias de temperaturas entre la tierra y el agua del mar que está más caliente, pero que cuando descargan. ¡De qué manera lo hacen y cuánto destrozo! Realmente lo que queremos es un agua mansa, calaera, de esa que hace repiqueteo en los cristales de la ventana y que suene la música de las canales…

Septiembre huele pájaros que emigran a tierras lejanas y a vendimia y a vino nuevo, y a cambio de ropa por alguna de más abrigo, porque las noches se hacen más largas y hay que buscar alguna rebequita y entornar el balcón que ya no se puede dejar abierto toda la noche. Septiembre huele a nardos y a Virgen de Flores, a vida nueva, a reencuentro…

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