miércoles, 22 de septiembre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Y vimos como pasan otros trenes

 

 


La última luna llena del verano apareció a esa hora en que el crepúsculo llama a la puerta, pone el campo entre dos luces, y ella majestuosa, como quien se asoma al balcón de su casa, se apodera de todo el cielo que lo tiene por suyo.

Las alturas del Cerrado, en la lejanía, se recortan en un horizonte limpio de nubes. Otros montes más cercanos y más familiares están salpicados por un caserío blanco. Un puñado de árboles como sembrados a voleo, pespuntea en un morse diferente la tierra de colinas suaves y descendentes.

Abajo, muy abajo,  la cicatriz de la vía del tren de Alta Velocidad (AVE) demuestra que para la tecnología no hay obstáculo que se oponga. Es un esqueleto de hormigón incrustado dentro del paisaje que lo tiene integrado y asumido como algo propio. Parece que desde siempre ha estado ahí, en ese mismo sitio y ve cómo periódicamente, la luna llena se eleva en el cielo.

El tren de Alta Velocidad de España, AVE,  atraviesa el término municipal. Entra por la Sierra de Abdalajís y se pierde perforando montañas por el túnel de Taivilla. Hasta cuatro túneles, Abdalajís (7.420 metros) con un tubo doble usado en ambos sentidos de la circulación, evita el cruce de trenes dentro del espacio reducido que supone,  Espartal (1.918),  Álora ( 783) y Taivilla (912). Dos viaductos sobre los arroyos Jevar – que es el que recoge la fotografía - y de las Piedras, hacen que se acorten las distancias entre puntos lejanos.

El AVE a Málaga en 2007, y  como sucedió con el trazado del  ferrocarril en siglo XIX, acomete las campiñas béticas con un fácil recorrido hasta el nudo Bobadilla-Antequera, pero a diferencia del ferrocarril tradicional, ataca “de frente” el paso de la Cordillera Penibética y, luego, la sucesión de montañas que flanquean el Guadalhorce por su vertiente izquierda.

La obra de ingeniería fue colosal, la inversión enorme, pero necesaria para la economía del Sur de España. Una lección práctica de como el hombre puede superar los obstáculos de la orografía y una demostración de que el progreso es imparable.

La luna, como siempre se enseñorea del cielo, deja una pincelada de poesía y dice como en los versos de Juan Ramón, que todo será nuevo cada año para el hombre pero no para la Naturaleza.

 

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