miércoles, 29 de septiembre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pedro (2)

            


                                                    PEDRO (2)

                                                                           (viene de 1)

“Se presentaron de sopetón. Los civiles aparecieron, recalcó, de pronto”. Venían sudorosos los caballos y los hombres. Las armas enfundadas en las culatas de las caballerías, los pies en los estribos, los tricornios de tela llenos de polvo, la boca seca…

Santiago el viejo, los vio venir por la realenga. Mandó a la gente que cogieran rápidamente, los  bieldos, y se pusieran a aventar…

-         Pero si no hay marea, comentó Taboada.

-         Tú avienta y no rechistes…

Hacía calor. Era de esos primeros calores del verano que se pega en las costillas y hace que el sudor brote en la frente. No se movía nada de aire. La paja subía al cielo y caía sobre el mismo sitio mezclada con el grano.

Santiago se adelantó al encuentro con la Guardia Civil, un poco más allá del borde de la era, donde echaban las granzas y junto al almiar que comenzaba a formarse. El jefe del departamento era un hombre grueso, de cuello corto y acento de otras tierras. Lo saludó. Santiago, le devolvió el saludo. Luego, antes que el guardia comenzase a hablar, le comentó que aunque no hacía marea, había puesto a los moreros a aventar. Tengo un par de parvas esperando, confirmó. Estamos sacando la cebada que viene más temprana, y espera el trigo… No me fío, dijo, de esa gente, pueden venir en cualquier momento o de noche, y pegarles un mixtazo… Ya se sabe.

El guardia asintió. Santiago hablaba y hablaba. No le dejaba pegar hebra. Era una manera de demostrarle que allí el amo era él y en su casa…

La gente – Taboada, Goro,“el Colorao”, Juanillo, “el de la Loma”, Alonso, “el Gato”, Miguel, “García”… y los otros (hasta ocho) simulaban no hacer caso a los recién llegados, ni que escuchaban nada. Le preguntó el guardia si últimamente había visto por allí a la gente de la Sierra. Lo negó. “Tengo a mi hijo apostado  en la ventana de la cámara, sin quitar ojo del Puerto de Jevar – dijo con convencimiento – porque tienen que entrar por allí…”

-         Desde luego, ratificó el guardia,  y si ves algo raro, avísanos con alguien de confianza. La gente de orden en estos casos, ya sabes…

-         Claro, claro.

(Continúa…)



 

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