viernes, 24 de septiembre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Lluvia


                                       


Un chaparrón sordo ha dejado mojada la calle. Ha sido intenso pero breve, como el vuelo de la perdiz, y el niño aquel se ha refugiado en ese lugar  de los recuerdos donde suele hacerlo los días de lluvia. Luego, de mediodía arriba, arreció. ¡Esto ya es querer arreglar, pensó! Ha puesto de fondo, la música que el cura pelirrojo escribió para esta estación, o sea a Vivaldi y su ‘otoño’.

Después, recordó aquellos días en que las primeras aguas llegaban al campo. Todo se paraba. El acontecimiento marcaba la aparición de algo nuevo. Dentro de poco, al oreo  comenzarían las yuntas en las sementeras a dejar los granos de trigo en el surco.

El arado abría una cicatriz profunda, lo suficientemente honda para que la orejera la arropase con la tierra cuando el otro surco, en sentido contrario, dejase una capa cubriéndola. Una bandada de pajarillos insectívoros picoteaban detrás del gañán, alimentándose con los bichillos que salían a la superficie. La tierra húmeda desprendía un vaho que se condensaba al contacto con aire. Un poco más allá, las palomas buscaban también su propio alimento.

Dentro de unos días, en las cunetas nacerá la otoñada. Serán la yerba punta, cardos, hinojos reverdecidos, dientes de león, malvas, borrajas… y un montón de yerbas de nombres desconocidos que vestirán el campo de verde, como una capa de esperanza y harán realidad aquello de “mil gracias derramando paso por estos sotos con presura…”

Con la llegada de la nueva estación, las parras perderán las hojas y los sarmientos quedan al desnudo  esperando un par de lunas hasta que les llegase la poda.

Ya no se verán golondrinas. Sin hacer ruido, una mañana se habían concertado todas en los cables del tendido eléctrico y habían emprendido la marcha hacia otras tierras.

Algo igual harán las tórtolas. Ya no arrullarán en el pozo en las siestas largas y plomizas. Solo se resistirán a la marcha por unos días los abejarucos, el terror de los colmenares, pero sabe que también estan preparando el equipaje…

Había llegado el otoño con un manto de nubes plomizas que se enseñorearon del cielo. La televisión había informado que en otros lugares esas nubes habían descargado de otra manera y habían dejado tragedia y ruina y dolor e impotencia… Era la otra tarjeta de visita con que anunciaba su llega el otoño.

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