martes, 19 de enero de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La luna y la agricultura

 

 



 

Los pueblos mesopotámicos, vivieron entre dos ríos míticos: el Tigris y el Éufrates. Dicen, que allí estuvo asentado el Paraíso terrenal. O sea, aquel lugar idílico donde Adán y Evan se las prometían muy felices hasta que llegó el dichoso reptil.

Al sur, las tierras eran fértiles. Las aguas de los dos ríos  la fertilizaban. Ya de por sí eran buenas, mucho más buenas que las del norte, pedregosas y áridas.

El hombre de la Mesopotamia – en este caso, el babilónico – era un   excelente agricultor. De ellos hemos conocido técnicas de irrigación y canalización de las aguas, y cómo sacar el mejor aprovechamiento de la tierra. Ellos, también difundieron el conocimiento de los astros y lo que es importante, la influencia de las fases de la luna en los cultivos y en la tierras.

De las cuatro fases de la luna, en cada una, los rayos inciden de una manera más o menos directa sobre las plantas, afectando a la raíz, al tallo y al follaje. Según qué fase, la faena agrícola que pueda desarrollarse, tiene un mayor o menor beneficio.

En la fase de luna llena, la savia se moviliza hacia los tallos. Es el momento ideal para la recolección de frutas y hortalizas de hojas, como acelgas o lechugas. Sus tallos aéreos están pletóricos.

En la luna creciente, comienza el movimiento de la savia. Es el momento propicio para la siembra de coles, espinacas…, no de bulbos que ‘se suben’ y se salen a la superficie de la tierra.

En la luna nueva, (no se ve la luna en el cielo) la savia se concentra en la raíz. Es esa fase propicia para la recolección de rábanos, rabanillas o zanahoria.

La fase menguante (tiene forma de C, a la inversa, y no se podría escribir la palabra ‘creciente’) es la ideal para la siembra de bulbos y plantas de raíz como puerros o ajos. Es también el momento de poda de plantas leñosas como vides, rosaledas, glicinias o jazmines.

El refranero piensa en la menguante de enero. Lo dice claro: “tantos días tiene enero, como ajos pierde el ajero”. Hoy sé que un amigo, que cultiva esta preciosidad de huerto ha estado sembrando sus ajos… Me lo ha dicho por teléfono, y por aquello de la inspiración que decía el maestro Alcántara “me ha encontrado trabajando”. Y yo, lo cuento…


 

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