miércoles, 12 de agosto de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mi vieja Guía





                                    


Michael Portillo es un señor que viste de manera excéntrica combinando pantalones camisas, chaquetas y camisas con los colores más llamativos. Conduce un programa en el canal Viajar, y a mí me encantan algunas de sus muestras. Siempre se acompaña de una vieja guía de la que saca pequeñas ilustraciones…

En este verano atípico que vivimos yo me he visto privado de mis viajes a esos lugares a los que no iba casi nadie. Ahora no, ahora en los últimos años, uno se encuentra a gente en cualquier sitio por raro y distante que parezca.
Estoy sentado en la mesa de siempre. Miro hacia el anaquel y la veo ahí ajada, quieta, con los filos de las pastas desgastadas por el uso y la quietud impuesta por la prudencia que obliga a quedarse en casa…. Por un momento, hago de ‘Portillo’ y la abro al azar, y leo:

“Plasencia pequeña ciudad fundada aproximadamente  en 1178 por Alfonso VIII en una rica vega que… “ No sigo. Cierro los ojos y contemplo entre nebulosas aquella noche tórrida con dos ventiladores en una un viejo hotel donde era imposible reconciliar el sueño. Yo, había salido aquella mañana de Cangas de Onís, y por el Desfiladero de los Beyos había salvado  la Cantábrica…
Partía el camino. Noche en Plasencia y, luego a Mérida y Sevilla, entonces había 200 kilómetros, con la autovía redujeron a, a 198, o sea, dos menos, y la Tierra de Barros, y Monesterio y la Sierra de Tendudía, y , de allí a casa. “Hogar dulce hogar”, que dice el tópico.

Y recuerdo que en Plasencia confluyen tres valles: el de Ambroz, con Baños de Montemayor,  la judería de Hervás, y por el puerto de Béjar a Salamanca ; el del Jerte, con Navaconcejo, Cabezuela del Valle y Jerte y por Tornavacas, a Ávila; La Vera, con todos los pueblos que se apellidan de “de la Vera” y las gargantas, y arriba, imponente Gredos…

Mi vieja Guía. “España, Guía Azul, Editorial Alce. S.A, Colombia 61 Madrid-16 1977”. Mi vieja amiga y compañera de caminos por esos mundos de Dios que esperan al viajero que va con los ojos abiertos deseoso de  conocer todos sus secretos para luego compartirlos… ¡Qué tiempos, Dios mío, qué tiempo!



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