Michael Portillo es un señor que
viste de manera excéntrica combinando pantalones camisas, chaquetas y camisas
con los colores más llamativos. Conduce un programa en el canal Viajar, y a mí
me encantan algunas de sus muestras. Siempre se acompaña de una vieja guía de
la que saca pequeñas ilustraciones…
En este verano atípico que
vivimos yo me he visto privado de mis viajes a esos lugares a los que no iba
casi nadie. Ahora no, ahora en los últimos años, uno se encuentra a gente en
cualquier sitio por raro y distante que parezca.
Estoy sentado en la mesa de
siempre. Miro hacia el anaquel y la veo ahí ajada, quieta, con los filos de las
pastas desgastadas por el uso y la quietud impuesta por la prudencia que obliga
a quedarse en casa…. Por un momento, hago de ‘Portillo’ y la abro al azar, y
leo:
“Plasencia pequeña ciudad fundada
aproximadamente en 1178 por Alfonso VIII
en una rica vega que… “ No sigo. Cierro los ojos y contemplo entre nebulosas
aquella noche tórrida con dos ventiladores en una un viejo hotel donde era
imposible reconciliar el sueño. Yo, había salido aquella mañana de Cangas de Onís,
y por el Desfiladero de los Beyos había salvado
la Cantábrica…
Partía el camino. Noche en Plasencia
y, luego a Mérida y Sevilla, entonces había 200 kilómetros, con la autovía
redujeron a, a 198, o sea, dos menos, y la Tierra de Barros, y Monesterio y la
Sierra de Tendudía, y , de allí a casa. “Hogar dulce hogar”, que dice el
tópico.
Y recuerdo que en Plasencia
confluyen tres valles: el de Ambroz, con Baños de Montemayor, la judería de Hervás, y por el puerto de Béjar
a Salamanca ; el del Jerte, con Navaconcejo, Cabezuela del Valle y Jerte y por
Tornavacas, a Ávila; La Vera, con todos los pueblos que se apellidan de “de la
Vera” y las gargantas, y arriba, imponente Gredos…
Mi vieja Guía. “España, Guía
Azul, Editorial Alce. S.A, Colombia 61 Madrid-16 1977”. Mi vieja amiga y
compañera de caminos por esos mundos de Dios que esperan al viajero que va con
los ojos abiertos deseoso de conocer
todos sus secretos para luego compartirlos… ¡Qué tiempos, Dios mío, qué tiempo!
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