domingo, 23 de agosto de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Blanca






Blanca Azpilicueta nació en un caserío del valle de Urcabuztaiz, en el Señorío de Ayala entre Vitoria-Gazteiz y Pamplona. Su familia, por ambas ramas, era de ascendencia vasca. Muy religiosa, bendecían la mesa y cada día, tenían la costumbre de rezar al levantarse y a media mañana el Angelus, al  caer la tarde,  el rosario en familia. Los domingos acudían a la iglesia de San Mateo Apóstol y escuchaban la misa de doce. Toda la familia comulgaba. Luego  tomaban unos chiquitos y unos pinchos en el bar. Su padre Kepa, lo compartía con los amigos de la cuadrilla.
Mientras los adultos consumían las horas previas al almuerzo, los niños jugaban a las canicas,  y las niñas se balanceaban en los columpios del parque infantil, que el Udaletxea había construido en el espacio libre en la confluencia de dos calles. Cerraba el perímetro del lugar de juegos unos alcorques de madera, sembrados de geranios rojos…
Un día, Blanca decidió que estudiaría Arquitectura en Madrid y…
Blanca tomó el tren expreso de la noche, Irún-Madrid. En la estación la despidieron su padre, su madre y su hermano Aitor que ayudó a subir las maletas cuando se abrió la portezuela del tren.
-         Cuídate mucho, alaba le dijo su madre.
-         Sí, ama
-         Ten mucho cuidado…le dijo, su padre
-         Sí, aita.
Blanca compartió departamento con una señora mayor, enlutada, que usaba guantes y un perfume selecto. La saludó. La señora le correspondió y ella colocó las maletas en sus lugares apropiados cerciorándose de que estaban bien encajadas, sin peligro de desplazarse cuando el tren alcanzase velocidad.
De madrugada, el tren llegó a Miranda de Ebro. La ciudad era un paño de luces parpadeantes esparcidas en la oscuridad. Todo era silencio, salvo el ruido propio del vapor que salía por las espitas de la máquina. No subió mucha gente al tren que solo estuvo estacionados unos minutos.
En Venta de Baños, la parada fue un poco más larga. Un operario con uniforme azul y cara de insomnio, golpeaba con una maza de hierro las ruedas del tren. De cada golpe salía ruido agudo, que  se perdía por la estación.
Blanca llegó a la estación de Príncipe Pío con las primeras luces del día. Madrid despertaba entre vahos y gentes por las calles. Blanca se alojó en el piso que su familia tenía en la plaza de la Fuente del Berro, número 27…



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