¿Sabes? El jazmín viejo, el que está en la esquina del
rancho junto al camino, esta noche de verano se ha vestido de mariposas blancas
de alas abiertas para dar hermosura y perfume al camino que va a andar la luna
llena. Cada invierno cuando llega la luna de enero, la que deja un manto de
hielo en sobre campo y en celo a los gatos, lo podo severamente. Un vecino me dice que no
sé podarlo, que no lo hago bien, que… y cuando llega la luna de agosto él, le
quita la razón la vecino y me da a mí y se viste como solo pueden vestirse los
jazmines en verano.
Un ramillete de jazmines en un
gancho, una biznaga – “más que una flor y menos que una estrella” la definió el
maestro Alcántara – ensartada en la varilla de un eneldo es el emblema del
verano cuando otras flores se agostan o sufren los rigores de las calores que
aprietan – y ¡de qué manera estos días! – cuando el verano entra en su cenit…
El jazmín es una planta muy
agradecida. Los que saben de estas cosas dicen que es oriunda de las regiones
subtropicales del Viejo Mundo y que no es muy exigente. Hay más de doscientas variedades
diferente pero casi todas demandan un cuidado similar sin excesos de agua – dos,
tres riegos en los meses más rigurosos – y un poco resguardado de los lugares
más fríos.
La luna de agosto, la luna grande
de agosto, esta noche inició su paseo como lo hace siempre. Un cielo limpio de
nubes y despejados, los tallos del celindo que trepan hacia la altura y él,
vestido con su manto de mariposas de otro mundo que salieron en su humildad a
no ser menos, y a darle la bienvenida de esencia y perfume.
¿Sabes? Agosto, ha venido con la
lengua del diablo que acaricia las caras
tiernas de los niños y las quema, y él, el viejo jazmín se abre y responde con una sonrisa blanca y espontánea
como quien lo sabe todo, como quien viene de vuelta y solo espera la mano que a
manera de caricia los separe y los deje sobre la mesilla y perfume la casa y el
alma de quien quiere acercarse a ellos.
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