¿Sabes? Echo mano a los versos de
al- Mutámid : “La noche descuidaba su vestidura / hasta que apareció ante
sus ojos una señal evidente / me detuve allí perplejo/ la mano de la aurora me
había robado las estrellas…”
Y entonces, porque sé que estás
ahí, busco en las sombras tu mano, y la encuentro en el silencio que nos
envuelve, y sé que, porque te siento, que mana como de la fuente una corriente
de recuerdos, de vida compartida, de todo lo que fue nuestro, y que el destino,
en un momento cualquiera, dejó roto por un tiempo.
Presiento tus ojos profundos
llenos de misterio, que me miran desde el otro lado de las nubes, que pretenden
poner una cenefa de pespuntes de arreboles en un cielo limpio, azul, etéreo… ¡Fue
tantas veces tuyo y mío, nuestro! En silencio, da paso a la aurora que le ha
dado orden de recogida a las últimas estrellas…
Los puntos de luz de las farolas,
alumbraron la arena durante las horas oscuras. Compiten, en un pulso de altura
que ya tienen perdido, y ellas lo saben, en pugnan con las palmeras, que sienten por las noches como la niña aquella de la copla, que “las olas le bailan por soleá”.
Ha llegado hoy también la aurora
como siempre. En estos días de zozobra y preocupación, de incertidumbre que se
ciernen sin que sepamos cómo podremos
superarlos, parece que nos trae un mensaje de esperanza. La vida sigue y a la
oscuridad le aporta una luz distinta, como la luz que da la pasión oculta.
Hay un rumor de violines…
¿Violines? ¿acaso no son las olas diminutas, acariciadoras, perlas de nácar
esparcidas a voleo que vienen a dar en el rebalaje, un poco más allá, solo un poco,
de donde se apagan las tinieblas y vive la luz?
No han madrugado las gaviotas, no
hay veleros en el horizonte, esos veleros que van a alguna parte… Esos veleros
de preguntas sin respuestas: ¿de dónde vienen esos veleros? Y me paro y pienso,
y me quedo con la palabra de al -Mutámid, y sé que hoy, la luz de la aurora me
ha robado las estrellas…
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