domingo, 9 de agosto de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora.Tierra de brañas y brumas



                                   


¿ Te acuerdas? Atravesábamos Asturias de sol naciente a poniente. En Corias, a las puertas del monasterio, giramos hacia Pola de Allande. La exuberancia y frondosidad del paisaje, se perdía a medida que se ascendíamos al puerto del  Palo.  Pastaban la vacas en los prados recién segados con la hierba hecha rulos. Debe ser duro, muy duro el invierno por esta tierras.



Han remansado el Navia en un pantano que acusa carencia de agua. En Grandas de Salime están de feria, tienen cerrado el museo etnográfico y poseen una joya de iglesia románica; en Pesoz toman la recacha de la mañana y en San Martín de los Oscos huele a pradera fresca.



Taramundi tiene un encanto especial, mucha agua y pasado. Valles, montañas, brañas. Por aquí se detuvo el tiempo. Todo encierra embrujo, encanto… Taramundi tiene además, algo excepcional, un monumento a Manuel Lombardeo, maestro durante cuarenta años. Lo erigieron sus antiguos alumnos de La Habana a los cuarenta años de su muerte. ¿A qué es algo insólito?



Pontenova  - es Galicia - exhibe chimeneas de hornos donde a principios del siglo XX  trataron el carbonato cálcico, y cuenta su historia en paneles al viajero, en lengua gallega. Un acierto para los conocedores de esta hermosa manera de expresarse. Al viajero solo le sirve para tomar reseña en su cuaderno de notas.




Por Ribadeo llegamos al mar. En esta ocasión no bajamos a la Playa de las Catedrales. El Cantábrico azul y tranquilo, aunque un poco distante, lejano de ese mar de galernas y terrible cuando vienen los temporales. Castropol, que vuelve a ser Asturias -nunca dejó de serlo- parece un pueblo de postal asomado a la ría. Se baña la gente en Foz, a pesar de soplar el viento a media tarde.



 Mondoñedo, con catedral decrépita y sin seminaristas,  deja pasear al mago Merlín ante los ojos de bronce de Cunqueiro, al que han sentado en pose intemporal, frente a la fachada del templo. No sé quién será más universal, si la obra en piedra o la de don Álvaro. De joven leí Viaje por las Chimeneas de Galicia, y siempre supe que algún día, de una u otra manera, iría a verlo. Regateamos montes y sin programarlo, en Meira, nos encontramos con el nacimiento del Miño. Agradable sorpresa. Hacía fresco. Apuntaban las estrellas, llegábamos a Fonsagrada…


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