¿ Te acuerdas? Atravesábamos
Asturias de sol naciente a poniente. En Corias, a las puertas del monasterio, giramos
hacia Pola de Allande. La exuberancia y frondosidad del paisaje, se perdía a
medida que se ascendíamos al puerto del
Palo. Pastaban la vacas en los
prados recién segados con la hierba hecha rulos. Debe ser duro, muy duro el
invierno por esta tierras.
Han remansado el Navia en un
pantano que acusa carencia de agua. En Grandas de Salime están de feria, tienen
cerrado el museo etnográfico y poseen una joya de iglesia románica; en Pesoz
toman la recacha de la mañana y en San Martín de los Oscos huele a pradera
fresca.
Taramundi tiene un encanto
especial, mucha agua y pasado. Valles, montañas, brañas. Por aquí se detuvo el
tiempo. Todo encierra embrujo, encanto… Taramundi tiene además, algo
excepcional, un monumento a Manuel Lombardeo, maestro durante cuarenta años. Lo
erigieron sus antiguos alumnos de La Habana a los cuarenta años de su muerte.
¿A qué es algo insólito?
Pontenova - es Galicia - exhibe chimeneas de hornos
donde a principios del siglo XX trataron
el carbonato cálcico, y cuenta su historia en paneles al viajero, en lengua
gallega. Un acierto para los conocedores de esta hermosa manera de expresarse.
Al viajero solo le sirve para tomar reseña en su cuaderno de notas.
Por Ribadeo llegamos al mar. En
esta ocasión no bajamos a la Playa de las Catedrales. El Cantábrico azul y
tranquilo, aunque un poco distante, lejano de ese mar de galernas y terrible
cuando vienen los temporales. Castropol, que vuelve a ser Asturias -nunca dejó
de serlo- parece un pueblo de postal asomado a la ría. Se baña la gente en Foz,
a pesar de soplar el viento a media tarde.
Mondoñedo, con catedral decrépita y sin
seminaristas, deja pasear al mago Merlín
ante los ojos de bronce de Cunqueiro, al que han sentado en pose intemporal,
frente a la fachada del templo. No sé quién será más universal, si la obra en
piedra o la de don Álvaro. De joven leí Viaje por las Chimeneas de Galicia,
y siempre supe que algún día, de una u otra manera, iría a verlo. Regateamos
montes y sin programarlo, en Meira, nos encontramos con el nacimiento del Miño.
Agradable sorpresa. Hacía fresco. Apuntaban las estrellas, llegábamos a
Fonsagrada…
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