Leonardo Fernández está en un
momento espléndido de madurez. Los artistas tienen una evolución, como todo en
la vida, con un comienzo, del que luego cuando llegan a la cumbre suelen
arrepentirse y se hacen una pregunta, naturalmente, sin respuesta: ¿por qué
hice yo aquello? Era su tiempo y su momento. No hay otra cosa que alegar.
Tiene Leonardo una producción
superior a las mil obras esparcidas por el mundo, de las que más de ochocientas,
se han vendido desde galerías catalanas a admiradores de su obra en aquellas
tierras. Da una idea de la producción y
de la expansión pictórica de este artista malagueño, nacido en calle Tomás de
Cózar, a la sombra de la iglesia de Santiago y de la Plaza de la Merced, donde
correteó de niño.
Leonardo es el pintor de los
bodegones, de los patios malagueños de comienzos del siglo XX, de los grifos
que gotean agua, del agua que reboza los bordes de la orza… y de las rosas. Son
rojas, amarillas, violetas… “¿Qué sería de la vida sin las rosas?” se
preguntaba Federico García Lorca. Trasládenlo a los cuadros del genial
malagueño y pregunten ¿qué sería los cuadros de Leonardo sin esos pétalos que
destilan amor, belleza, empatía…? En una palabra ¿qué sería los cuadros de
Leonardo sin las rosas?
Es el pintor de lo primoroso, el
jazmín que destila amor, el humo de la castañera, la gota de agua que corre por
el otro lado del cristal, la mosca
impertinente posada en el marco de la ventana desvencijado… No intenten
espantarla. Es tan real, que es una pintura.
Ha recogido también en sus
cuadros, acontecimientos históricos con obras de gran envergadura, como el
Fusilamiento de Torrijos o el Sitio de Fuengirola. Por su gran tan tamaño,
exceden de las dimensiones habituales. Muestran además, el acopio de documentación para conseguir la ambientación precisa,
idónea, y lo que es más importante, el trabajo concienzudo, tenaz, asiduo, del
hombre, en este caso, del artista que se supera a sí mismo…
Toca también, aunque de manera
más esporádica, el retrato. Personas de las que capta los detalles puntuales, y
sin embargo, y lo que es más importante, nos muestra un retrato del alma de
quien posa ante él. Este hombre de bodegones, flores, grifos rotos…, y de
personas. Un pintor excepcional.
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