Decía mi maestro, Manuel
Alcántara que “el paisaje es un estado de alma”. Al maestro, obviamente, no se
le discute, pero si él hubiese visto los vientos que corren por estas esquinas,
a lo mejor nos habría acuñado otra frase, igual de buena, pero con otras
posibles salidas.
Si se abre cualquier periódico –
además de ver la tendencia editorial – se ve que esta preocupación sanitaria es
de una magnitud difícil de calibrar. Los más optimistas dicen que en los países
desarrollados la cosa puede durar hasta finales del año que viene. A uno se le
ocurre aquello de “largo me lo fiais”.
Dicen mis amigos – Paco Valverde,
acaba de reabrir el grupo, que teníamos en estado durmiente – que es una
alegría de reencontrarnos, de darnos abrazos y saludos, de desearnos todo lo
mejor…. virtualmente, claro. ¡Con las ganas que tengo yo de dar abrazos de verdad, leñe!
Por parte de la economía están
saliendo conclusiones donde el listón no lo ponen tan lejos como la salvación
sanitaria. Hablan que el otoño, sí, ese que entra el día 21 del mes que viene
aunque hoy aquí hemos estado casi con las puertas del infierno abiertas de par
en par, va a ser de “padre y muy señor mío”. La recuperación para más tarde,
bastante más tarde.
Lo creo. Se de un empresario de
autocares que para el mes que viene tenía contratados 21 circuitos por tierras
de Andalucía con grupos de turistas franceses. El número de confirmados va por
cuatro… Los restantes 17 se han volatizado.
Desde que escribo en estas
páginas me propuse no hablar de política. Hasta ahora lo cumplo, pero ¿sería
mucho pedir que las personas a las que hemos votado se sienten de una puñetera
vez y, entre todos, intente buscar - no
digo que lo encuentren, que a lo peor, es que no pueden – un medio arreglo que
nos lleve algo de optimismo y esperanza en estos días en que parece que se
cierran todos los puertos en medio de una tempestad enorme?
Me quedo con aquella sentencia de
don Miguel de Unamuno. De él se han dicho muchas cosas que no son ciertas pero
cuando vio como estaba el patio y dijo aquello de “¡Dios, qué paisaje, qué
paisanaje! ¿A qué no estaba muy equivocado?
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